Prólogo

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La luz de la luna se colaba minuciosamente entre las rendijas de una ventana y con su tenue brillo iluminaba a un joven de cabello color negro, tan negro como la misma noche.

Estaba tendido sobre una cama sobre un par de cobijas y unos edredones sobre su cuerpo le servían para cubrirse del frío, con movimientos bruscos se revolcaba y recorría todo el colchón en busca de una posición cuanto menos cómoda para dormir.

Luego de luchar contra su falta de sueño simplemente se rindió y abrió sus ojos, ojos de color azul celeste tan brillantes como el cielo en un día de verano.
Entre gruñidos retiro las gruesas sábanas de su cuerpo para dejar descubierto su torso desnudo y muy bien formado, en cuanto a su ropa inferior llevaba unos pantaloncillos rojos hasta las rodillas, se levantó de la cama y bostezo para luego rascarse la nuca y mirar por la ventana como la fría noche se apoderaba de los alrededores y se mezclaba con la incandescente luz de la ciudad que estaba a unos escasos kilómetros de la ubicación del pelinegro.

Pues esté vivía en una pequeña casa de campo en medio de un bosque en las cercanías de la ciudad, con enormes ojeras el muchacho decidió vestirse e ir a dar una vuelta por la ciudad, el pelinegro era bastante alto, media al menos unos 1.80 centímetros, vistiendo una chamarra azul y unos pantalones negros acompañados de unas converse azul rey, el chico salió de su habitación y aparentemente la casa en general y no solo su dormitorio era un desastre eso quizás podría significar que el ojiazul no comparte la casa con nadie más y vivia solo.
Tomando las llaves y una billetera que estaban sobre una pequeña mesa en una esquina se dispuso a salir de la propiedad.

Abrió la puerta de madera que con un ruido estruendoso y chirriante se abrió de par de par, cuando el chico salió arrojó la puerta y esta se cerró con tal fuerza que al impactar se agrieto levemente, quizás era debido a que estamos hablando de una puerta muy antigua y puede que ya estuviese a punto de romperse en pedazos.
Haciendo una mueca de disgusto por qué luego tendría que reparar eso el joven simplemente se dio la vuelta y empezó a adentrarse en el bosque oscuro, había que ser muy valiente o saber de memoria el camino para realizar esa hazaña, aunque el azabache tenía pinta de haber vivido allí por muchos años.

El caminar lento del chico retumbaba como un tambor en el silencio espectral de la noche, ahora los espesos árboles cubrían toda luz y solo dejaban penumbra al rededor, ramas en el suelo crujían y se rompían al paso del chico y a este poco o nada parecía importarle y seguía caminando cómodamente aunque prácticamente estuviera a ciegas en esa oscuridad desesperante. Poco tiempo paso hasta que algo le llamo la atención, una sombra apareció corriendo entre los árboles y desapareció frente a sus ojos, titubeó un poco y su labio inferior empezó a temblar, apuró el paso ahora y estaba a punto de correr cuando entonces un árbol cayó en seco frente a él.

Reacciono a tiempo y retrocedió del susto pero tropezó torpemente con una piedra y rodó por el suelo, se reincorporo como pudo y empezó a correr hacia el frente, saltando por encima del árbol derribado y ahora su mirada denotaba miedo, dos, empezó a jadear pues se estaba cansando, cuando pensó que ya no podía más una luz se apareció al final del camino, ahora estaba corriendo como nunca, finalmente salió del bosque para encontrarse con una carretera y un poco después de esta misma estaba la ciudad, un poco más calmado vio hacia ambos lados y luego hacia atrás y entre los árboles pudo observar dos ojos rojos que lo miraban fijamente y luego desaparecieron.

El peligro ya había pasado o eso esperaba, siguió el camino de la carretera hasta la ciudad por al menos unos 40 minutos.
La gran ciudad era impresionante y cuando menos asombrosa la vida diurna era casi una cultura allí, caminando entre las calles de la misma ciudad encontró una cafetería y decidió que un poco de jugo o un aperitivo no le vendría mal después del susto y así podría observar a la ciudad que nunca duerme, el primo perdido de New York aparentemente, pidió un sándwich de pavo y un jugo de naranja y se situó en una de las mesas más alejadas del resto de la gente que había en el lugar.

Con una cara de pocos amigos el pelinegro dijo: – Vaya noche de mierda... – Exclamo mientras sorbía un poco de su jugo de naranja.

La Cruzada: El chico de las Estrellas.Where stories live. Discover now