Sólo puedo esperar un amanecer perfecto cuando de sus labios escucho aquella melodía; éste lo es.
Y mentalmente, tengo todo preparado para el día de hoy: hacer algunas cosas del hogar como lavar nuestra ropa, cocinar algo, tal vez, y dormir hasta tarde antes de empezar a realizar lo primero.
Pero, mi meta principal —dormir hasta tarde— es automáticamente arruinada cuando escucho un constante "bep, bep" que atraviesa las paredes de mi habitación.
Me siento incómoda al despertar y sentir en el aire esa sensación de humedad, por la lluvia de la noche anterior, mezclada con el resplandor del sol, en el día de hoy.
Quiero seguir acostada y darle una nueva oportunidad a mi sueño pero aquel irritante sonido no parece cesar nunca. Me levanto, poniendo los pies descalzos sobre el piso frío y me acerco a la ventana, porque estoy bastante segura de que ese ruido viene desde afuera.
Abro la cortina y los rayos del sol casi me queman los ojos, por lo que debo de volver a cerrar las cortinas e intentar adaptarme a la situación; cuando lo hago, por segunda vez, no es necesario hacer una minuciosa investigación para darme cuenta de que el camión con el logo de mudanzas al frente, es el culpable.
Alguien se está mudando; habrán nuevos vecinos e hipócritas en la pandilla.
Sigo mirando para divisar a unas cuantas personas entrando con cajas de cartón a la casa esa que ha durado como un año vacía, lo que confirma mi teoría de que sí, se están mudando.
Pero hay alguien que no hace nada, que como una mancha negra está allí parada manteniendo su pose misteriosa.
Manteniendo su pobre imitación sobre algún integrante de alguna banda de la cual seguramente no sabe nada, más allá de lo que hay en su cabeza.
Detesto a esa clase de personas, tan falsas como sus palabras vacías...
Es una chica la que se mantiene observando su nueva casa y ya he tenido suficiente de ella y de esa gente nueva, por eso me aparto de la ventana.
Quisiera dormir de nuevo, pero cuando te arruinan un sueño, ya no hay más nada que puedas hacer. Y para el colmo, vienen con un perro, porque puedo escucharlo ladrar mientras bajo a pasos lentos, las escaleras.
—¿Ya escuchaste a los...? —Y pregunto sin terminar, porque a penas, antes de terminar la frase, tengo que callarme al entrar a la cocina y ver unas grandes y abundantes flores rojas sobre la mesa.
Miro las flores primero, luego a ojos oscuros que las observa fijamente con sus antebrazos apoyados sobre el respaldo de una de las sillas... Y no comprendo.
—Son de Thomas Nicolas —dice él como si hubiera adivinado la interrogante en mi cabeza—. Llegaron temprano, señorita.
—Ojos oscu...
—No diga nada —interrumpe y puedo ver esos celos dañinos manifestándose como una luz tenue en sus orbes—. No tiene que explicarme...
Y no voy a explicarle nada por que no hay nada para explicar... Mucho menos esperaba que Thomas Nicolas enviara flores y eso me molesta un poco. Resulta ser, agh, estúpido.
Me quedo mirando a ojos oscuros mientras que una idea —la cual pienso poner en práctica— surge en mi cabeza.
—Rayos, ¿qué te dije anoche? —Pregunto y camino hacia la mesa sin dejar de mirarlo y no me gusta la fea forma en la que me observa; tomo las pretenciosas flores y sin pensar mucho las arrojo al zafacón plateado junto a los restos de comida y de basura, porque eso es lo que son, basura—. Dime, ¿no vas a responder?
Ojos oscuros se aleja de la silla y pretende irse sin contestar, pero lo intercepto, colocándome en su camino.
—Ya sé que se llama Thomas Nicolas —dice y se supone que es una amenaza. Pero no lo siento así, aunque sé que puede hablar en serio.
—¿Y qué vas a hacer? —Pregunto y lo obligo a mirarme a los ojos—. No vas a hacer nada porque ese idiota será nuestro boleto de salida de éste lugar —hago una pausa y rodeo su cuello con mi brazo; me acerco más a él y de inmediato puedo sentir su nerviosismo—. ¿Recuerdas que siempre hemos querido ir a Alaska?
Sus ojos me observan intensamente y estando tan cerca de él hay algo... Hay un pequeñísimo deseo que quiere convertirse en impulso y luego en acción; no es la primera vez que sucede, pasa casi siempre pero hay algo muy importante que mi cerebro debe de comprender y es que yo lo controlo a el, el no me controla a mi.
Tengo suficiente y quito mi brazo de su cuello para luego alejarme unos cuantos centímetros antes de hacer cualquier estúpidez que pueda arruinar todos nuestros años juntos, en los que hemos protegido la espalda del otro.
—¿Se te olvidó lo de Alaska? —Pregunto de nuevo, ahora sintiéndome menos tentada; ojos oscuros hace un movimiento de negación con la cabeza y me hace feliz el saber que no se ha olvidado de nuestra pequeña fantasía.
—Aún quiero... Vivir junto a usted en Alaska —contesta y a pesar de que segundos atrás estaba molesto, puedo ver ese brillo de esperanza en su rostro.
—Imagínatelo; tú y yo, en Alaska, lejos, bien lejos, de toda ésta basura, ocultos en el invierno —digo, sintiendo la manera en la que la inspiración me invade—. Los dos juntos frente a una chimenea y tomando té caliente... Pasando la vida junto al otro... Es perfecto.
Lo hace muy poco, pero es más bello aún cuando sonríe y es mucho más bello saber que yo causo esa corta y bella muestra de felicidad en ojos oscuros.
—No tienes por qué preocuparte —digo—, Thomas Nicolas es como algo que puso el destino en nuestro camino... Y lo usaremos para nuestro beneficio.
Mis palabras suenan llenas de convicción y una vez más tengo que alabarme por lo tácticamente magnífica que soy.
—Sólo quiero que se cuide, señorita. Que no deje que esa escoria la toque ni que le haga daño, porque yo no sería capaz de soportarlo.
—Descuida mi amor, confío en ti; tu estarás ahí para protegerme, ¿verdad?
—Siempre. Hasta que me queden fuerzas para respirar.
—Además, ¿qué podría salir mal?
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Lo que mejor sabemos hacer
Lãng mạnUn amor en donde ambos se hieren sin saberlo. Anne Marie es un tanto manipuladora y solitaria exceptuando que, tiene bajo su dominio a un hombre que está dispuesto a darlo todo por ella, por su amor incondicional. Los problemas de ira que tiene ojo...