Capítulo 6

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- me pones como un desquiciado – dice mientras le arrebata brutalmente el vestido, dejándole el cuerpo casi al desnudo, solo la cubre un culotte de encaje rosa que la hace aún más delicada y apetecible ante su insaciable marido.

Se ha levantado la bestia que llevaban escondida en la pareja, aunque aún no está claro como se ha despertado, lo único que saben los dos es que están locos por dejarla salir a explorar estas nuevas sensaciones que sus cuerpos piden a gritos. Están ansiosos por tocar, morder, besar y follar cada poro que la piel abra para ellos. Se necesitan, se desean y es aquí, ahora

- no puedo creer que te sienta tan cerca de mí y aun desee más. Esta sensación me está consumiendo – le recalca e inca sus dientes en el suave cuello de Ana, que se deja llevar y se entrega plenamente

- como extrañaba esta parte de ti. Ansiaba volver a tenerte así en nuestra cama – indica ella y se abalanza a besarle calurosamente mientras él le agarra por el culo, acercándola aún más a su pecho todavía cubierto por la tela de su camisa blanca de lino suave, convirtiendo ese calor sexual en una explosión de lujuria. Aunque la pasión contenida por tanto tiempo se desborda por cada célula de su cuerpo, quieren alargar el momento y recrearse en él, así que deciden ir con pausa, complaciéndose sin parar, entregándose absolutamente al sexo.

Ana se tumba sutilmente en la cama, lista para presenciar la desnudes de su pareja, este a su vez se va despojando de toda la ropa dejando al descubierto un cuerpo masculino digno de admirar. Carlos es un hombre de 34 años, de 1.72 de estatura, moreno, ojos expresivos, manos habilidosas y una boca de ensueño, algo que a cualquier mujer le atrae, pero le falta ese toque de imaginación aunque al parecer esta noche su mente vuela y sus palabras lo demuestran

- lo único que deseo esta noche es hacerte completamente mía – dice mientras se acerca velozmente al cuerpo cálido y sensual de su joven esposa. Esta le recibe excitada, lista para sentirlo, para rasgarle la pasión enterrada

- eso es lo que tanto anhelo, demuéstrame de que eres capaz – y con estas palabras comienzan a retozar como dos incultos seres humanos que solo saben hablar con el cuerpo.

Carlos toma a Ana y le arranca de manera bestial la última pieza de ropa que tapa su sexo, busca rápidamente la manera de rozar su miembro rígido en ella y lo consigue. Ella suelta un gemido de súplica, pidiendo así que este la penetre sin más espera.

Ante la pasión casi incontrolable, Ana toma el control de la situación y decide dominar a su compañero de cama. Toma posición encima de él. Sin pensarlo y dejándose llevar por su obscenidad, introduce en su coño desbordado de gozo la polla de Carlos que esta lista para la lucha. Ella empieza a moverse tenuemente, sintiendo así toda su virilidad. Se deja llevar por la situación y sin pensarlo se convierte en una loba sedienta en busca del más puro de roció que sacie su sed de sexo.

Sus pechos grandes rebotan ante la mirada pecaminosa de Carlos, a este le encanta regodearse en ellos, son perfectos al tacto, a la vista, al gusto. Suaves, de un color rosa cautivante, con unos pezones perfectos para saciar su vicio. Está hecha una leona, su celo contenido es ahora un grito de libertad que la deja sin respiración. Se mueve de manera incontrolada, follandose a si misma utilizando a Carlos como herramienta y esto a él le fascina, le hace ver que su mujer es una posesa del sexo y él debe aprovechar el momento

- así Ana, muévete así, que vea lo puta que eres – dice sin pensarlo, simplemente sus palabras se convierten en la clave para que su mujer se mueva más aún, para que disfrute infinitamente

- mmm, como me gusta que me hables de esa manera – dice jadeando y sin parar de follarse, sintiendo cada centímetro de piel que rodea la polla de Carlos. En sus pensamientos no hay cabida para el pudor, solo existe el sexo, la perversión, el vicio. Se entrega al deseo y descubre que su cabeza da vueltas, llegando a el mismo lugar, imágenes sutilmente borrosas pero en las cuales se identifican a esa mujer, esos labios. Imágenes que reconoce y que disfruta, que hacen que su vicio se incremente.

Y allí esta ella, la mujer que ocupa su más oscura fantasía y la cual desea hacer realidad. Besar esos labios carnosos y llenos de sensualidad que la invitan a pecar. Sentir en su piel sus manos suaves y delicadas, escuchar su voz mientras le pide que la folle. Así de esta manera, deseando a otra en su cama e imaginando a su esposo haciéndola suya, se corre Ana de manera excesiva, haciendo que la polla de Carlos chorree con sus flujos

- ¡oh, preciosa!, no sabes como deseaba volver a sentir tus corridas – sentencia Carlos y casi sin dejarla respirar, la sigue follando para que sus orgasmos sigan siendo presentes en la habitación.

Cuestión de Lujuria II: Islas GriegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora