Salgo de entrenar, deseo no encontrarme con nadie, aunque a estas horas en invierno no hay demasiada gente por la calle, apenas me da tiempo a sentarme en la parada, llega el autobús, ese autobús con un resplandeciente 13 naraja alante y atrás y varios aunucios en los costados, el autobús que me lleva a la perdición. Subo, paso el bono para evitar una conversación con el conductor, me siento, pegada a la ventana como de costumbre,no quiero oír a nadie, no quiero ver personas que no entienden el porque de mis actos, conmigo misma tengo mas que suficiente.
Una pareja sube corriendo al autobús, la lluvia les ha pillado por sorpresa, o tal vez el destino quiere seguir restregandome toda esta mierda. Me araño las muñecas, no puedo seguir viéndoles y me bajo dos paradas antes de la mía, la lluvia me da en la cara, o talvez no sea la lluvia, quien sabe.
Llego a ese lugar llamado perdición entro, atravieso el pasillo de una casa en la que solía haber cariño, algunas voces desde fuera intentan que cene algo pero rotundamente no, ya habrá tiempo de comer cuando me haya digerido a mi misma, necesito un estomago nuevo, uno que no esté hecho mierda, uno que no de guerra.He decidido meterme en la cama, el único lugar en el que el monstruo que ruge desde mi interior se calma, o tal vez se da por vencido.
Tengo el portátil sobre las piernas, los me aislan de esto, ni si quiera soy capaz de definirlo con un solo adjetivo y que no quede demasiado desesperado.Nota: este no esta terminado aun, pero lo haré