Te veo caminar. Tus pasos son grandes y fuertes. Todo tú eres fuerte. Me deleita todo de ti. Tus enormes manos, comparándolas con las mías, decoradas de infinitos caminos azules que hacen que parezcan más fuertes aún. Esa peca que tienes en el costado del dedo anular, tus uñas cortas, pero no demasiado, cuidadas, pero no en exceso y limpias, pero no siempre. Tus manos son preciosas. Deseo que la yema de tus dedos recorra mi cara, deseo que la magia de tu tacto me acaricie la espalda, deseo que tus largos dedos, jueguen con mi pelo, cojiendo un mechón castaño, enredandolo en el índice para después deslizarlo entre este y el corazón. Me produce morbo que tus ojos esmeralda me miren sin cesar... pero con tu mirada de deseo fija en la mía gritándome callado que me quieres. Sonrío al percatarme de la segunda peca que te encuentro hoy. La que esta al lado de tu ojo izquierdo, subiendo por tu sien. Me vuelve loca esa peca. Tiene el color café más intenso y bonito del mundo. ¿Y tu pelo? Creo que solo yo veo lo perfecto que es. Serán mis ojos que brillan tanto estando contigo que me ciegan. Me gusta masajear tu cabello cuando duermes en mi pecho, mientras nuestra respiración se fusiona. Me complace verte dormir por mi tacto. Tu pelo marrón oscuro, tan suave como el pelaje de un abrigo de invierno, tan brillante como la luz de tus ojos, tan liso como un cielo despejado, viaja entre mis privilegiados dedos. Mi vista se interesa y baja para observar tu boca sin imperfección alguna. Perfecta para mí y para nadie más. Nadie supera mi avaricia por tus labios rojo escarlata cuando hace frío. Esa línea curva entre el bien y el mal cuando ríes conmigo o cuando lloras por mi. Justo ahí, encima de tus labios, en la orilla derecha de tu morro, pero más a la derecha, mucho más. Se encuentra otra peca. Pero esta es más suave, se ve menos, pero la veo yo. Para de morderte el labio, vas a provocar que te quiera besar hasta el punto en que no podamos más. Esos besos que me das, me dejan sin aliento, con ganas de más. Parecen adictivos, de verdad, tu tampoco puedes parar de saborear mi boca. Me gusta el gusto de tu lengua. Sabe a menta hoy, a tabaco sabrá mañana. Pero me gusta igual porque es tu lengua y es perfecta, como tus manos, como tus ojos, como tu pelo, como tus pecas...