El rayo de Sol atravesó mi ventana y me despertó. Y con el más mínimo ruido mi madre se da cuenta de que ya no dormía y me dijo que solo ese día me acompañaría a la institución que asistiría por ultima vez.
Cuando estuve vestido, mi mamá y yo, nos salimos de casa y nos dirigimos a la escuela. Pero a medio camino mi madre se detuvo, dio media vuelta y mientras se regresaba me gritó:
-Hasta aquí te acompaño, yo solo te guío y la otra mitad del camino la recorres tú.
La verdad no supe si aprovechó el momento para dejarme esa gran lección, o visto de un modo más simple y efectivamente solo quería que caminara lo restante.
Sin embargo seguí y no tarde en ver la gran cúpula de la escuela, que sin duda alguna era de un estilo muy antiguo. Aunque algo aún más de antaño son los murales y pinturas yacentes dentro de los patios y salones; apostaría que datan del siglo XVI. Cosa que me llama demasiado la atención, puesto que muestra la visión de los primeros hombres civilizados que se interesaron en expresar sus más íntimas ideas.
Me encontraba hablando con mi mente cuando toqué con la planta de mi pie aquellos pastos verdes que conformaban el terreno del IPAH, lo inusual fue encontrarme con todos los alumnos que ahí estudiaban. Cosa poco peculiar, puesto que la dirección dejó muy en claro que no se obligaría a nadie a entrar; hasta ese momento lo llevaban cumpliendo muchos años.