30- Despertar

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Algo tibio se desliza lentamente desde el interior de mi nariz hacia mi boca, estoy seguro. Lo siento mojando mi piel suavemente, tan levemente que incluso siento cosquillas.

Logro entreabrir mis párpados con pesadez y lo primero que veo con mi vista borrosa es el techo blanco y amplio de lo que parece ser una habitación iluminada por alguna luz anaranjada.

-Está sangrando de nuevo...- escucho una voz a mi derecha y giro mis ojos hacia allí con un esfuerzo que me hace girar la cabeza al mismo tiempo.

-Es normal, es parte de su metamorfosis.- informa otra voz. Me siento confundido. No recuerdo en dónde estoy ni por qué siento mi espalda tan pesada. Bueno... en realidad todo mi cuerpo se siente adormecido.

-¡Ha despertado!- dice la voz de antes. Logro ver aún con la vista un poco nublada cómo una mujer se acerca a mí y me sonríe con ternura posando con total confianza una de sus manos sobre mi cabello.

-Ey...- me habla en un susurro que apenas logro escuchar. ¿O será que son mis oídos los que están tapados? No lo sé. Frunzo el ceño de manera débil.- ¿Cómo te encuentras Rubius?

Abro mis labios un poco e intento que el aire se escape con algún sonido desde mi garganta. Pero nada sale de allí. En cambio, logro que toda mi traquea arda como si se estuviera quemando, y un horrible e inesperado ataque de tos me obliga a arquearme hacia delante débilmente, aunque ni siquiera logro sentarme en lo que parece ser una cama.

-Tranquilo, no es necesario que hables.- vuelve a decirme la mujer de cabello negro y ojos afilados. Ojos felinos. Posa sus manos en mi espalda y me ayuda a recostarme nuevamente.- August, trae un poco de agua, por favor- le dice a la persona que se encuentra detrás de ella, la cual antes no había visto.

Entonces, recuerdo que la mujer que en este momento me ayuda a acostarme nuevamente y me arropa con sábanas rojas es Raspberry. Un demonio que yo creí por muchos años un simple gato. Y el hombre que ha asentido y se ha ido del cuarto hace unos segundos es August, un humano experto en criaturas sobrenaturales si mal no recuerdo. Un cazador con sed de venganza. ¿Por qué entonces no ha atacado al demonio que me acaricia la cabeza? Estoy tan confundido...

-Ras...py...- logro susurrar con voz rasposa mirando a la ahora sorprendida mujer sentada a mi lado.

-Ah, estás sangrando por la nariz...- parece enojada con el nuevo hilillo que siento deslizándose hacia mis labios secos. Me relamo con dificultad y siento el sabor metálico y espeso de la sangre darle vida a mi lengua antes entumecida. Raspberry se inclina hacia un lugar que no alcanzo divisar y luego veo cómo sostiene entre sus dedos finos un pequeño pañuelo gris. Lo coloca cerca de mi nariz y limpia el resto de la sangre que queda sobre mi piel pálida.- ¿Sientes algún dolor? Asiente con la cabeza si es así...

Asiento con la cabeza.

-Es tu espalda, ¿verdad?- pregunta. Sin embargo, al ver su sonrisa de lado comprendo que ella sabe el porqué aún después de habérselo interrogado.

-Estoy... enfermo...- le explico entrecortadamente, convencido de aquello. No hay otra justificación para mis dolores musculares. Seguramente he pescado un resfriado de aquellos que me aplastan contra la cama por tres semanas.

Ella niega suavemente ante mi afirmación y borra su sonrisa, dejando el pañuelo nuevamente en su lugar.

-Miguel vendrá pronto y cuando lo haga, te explicaremos lo que te sucede. Por ahora intenta dormir y descansar tu cuerpo. Lo necesitarás. Y no te preocupes por la higiene, te he limpiado hace unas horas.

Ah... demasiada información junta. Cierro los ojos y me doy un momento para analizar cada una de sus palabras confusas.

Primero: Miguel vendrá pronto. Eso no me tranquiliza para nada. Pero si no está aquí..., ¿en dónde se encuentra? Probablemente cazando a algún inocente humano con el fin de alimentarse y jugar un rato. Que horrible...

Segundo: Cuando él llegue, van a explicarme qué es lo que me sucede. ¿"Qué es lo que me sucede"? Vale, no lo entiendo... ¿será algo grave?

Tercero: Debo descansar mi cuerpo, ya que supuestamente lo necesitaré. ¿Y eso por qué? Tampoco lo entiendo...

Cuarto: ¿Mi higiene? ¿Raspberry me ha lavado? Wow, wow, wow, un momento. ¿Acaso me ha limpiado como lo hacen los gatos con sus crías? ¿M-Me... me ha... lamido...?

Abro mis ojos como platos y la miro totalmente ruborizado, a lo que ella suelta una carcajada que resuena en todo el cuarto.

-Tranquilo tonto, no te he lamido ni nada por el estilo- ríe negando con la cabeza. Mierda... me ha leído la mente. ¿Es acaso algún poder sobrenatural que posee, o yo soy demasiado obvio con mis expresiones de horror?- Sólo te he pasado un paño húmedo por el cuerpo, y no te avergüences. Ambos sabemos que te he visto desnudo muchas veces...- prosigue sonriendo enternecida ante mi rubor de niño regañado. ¿Cómo no avergonzarse? Raspy sabe demasiadas cosas sobre mí que yo sólo le decía pensando que era una inocente gatita. Mierda, jamás volveré a hablar con un animal.- En realidad, deberías agradecerme.- prosigue curvando sus perfectas cejas oscuras hacia arriba- Miguel insistió en ser el que te lavara. ¡Ja! Incluso August se ofreció. Esos dos son un par de...

-¿Hablando de mí a mis espaldas?- La risa de August llega a mis oídos como algo agradable. De alguna manera, a estas alturas ya considero como amigo a ese pecoso idiota que me observa con burla. Me siento seguro a su lado, casi tanto como al de Raspberry, aunque aún no puedo olvidar que ella participó en cierto modo en la muerte de Will.

Con Miguel es otra historia. Muy rara por cierto... ni yo la entiendo.

-Pecoso idiota...- sonrío con debilidad al verlo acercarse a mi con un vaso de agua en mano.

-Supongo que ese apodo ya se me quedó ¿eh?- bromea sentándose en el otro extremo de la cama, con una mueca de resignación divertida. Ambos se encuentran ahora a cada costado de mi visión ya con mejor enfoque. Me miran sonrientes y aliviados, haciéndome sentir alguna clase de niño con sus dos padres mimándolo con amor y cariño.

Raro... mis padres nunca me han tratado así. Nadie en realidad.

-¿Cuánto... he dormido...?- pregunto en voz baja viéndome incapaz de elevarla mucho más. August me ofrece el vaso con agua y yo lo tomo aliviado de sentir finalmente la humedad aliviarme la garganta reseca.

-Un mes.- sonríe el pecoso idiota.

Ah... un mes...

¿un mes?

¿¡UN MES!?

Hago un esfuerzo por no escupir el agua ante la sorpresa y trago con esfuerzo, sintiendo una desagradable sensación en el pecho.

-¿Qué...?- murmuro totalmente desconcertado.

-Te has echado una buena siesta, cachorro.- me responde una nueva voz en la habitación.

Todos giramos al mismo tiempo nuestros ojos hacia la puerta, en donde Miguel nos observa con una sonrisa autenticamente malvada y superior, y algo más que no logro descifrar. Sus alas me parecen más grandes y bellas que la última vez que las vi, con sus plumas brillantes y oscuras a la vez.

Siento mi corazón golpear mi pecho al verlo, y me mentalizo firmemente que aquello se debe al miedo y al rechazo que le tengo por todo lo que me ha hecho.

Lo ignoro y desvío rápidamente la mirada, encogiéndome en la cama con una mezcla de temor, enojo y timidez.

El Brillo de la Oscuridad (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora