No sé con exactitud cuántos días llevamos cabalgando hacia Crooktred, pueden ser diez o quizá quince.
Descansamos solo cuando los caballos ya no pueden más y cuando los soldados y yo necesitamos algo de comer.
Mis pensamientos me atormentan todo el tiempo y no puedo evitar recordar que estoy sola, no cuento con nadie excepto de dos caballeros que honorablemente arriesgaron su vida para sacarme del castillo. Si no fuera por ellos probablemente estaría muerta... junto a mi familia.
Por el momento estamos descansando en una aldea cercana del reino Crooktred, según los habitantes de dicho lugar estamos a solo unas horas de llegar.
Llevamos varios días sin comer bien, pero no extraño los ostentosos banquetes que hacían en el palacio, extraño a mi familia; echo de menos la radiante sonrisa de mamá, jugar con Atwood en el lago, las sabias pláticas con papá. Los necesito, pero la única forma de estar con ellos es aferrándome a estos recuerdos.
Mientras pensaba en todo eso, peinaba mi cabello y veía cualquier lugar de la habitación despreocupadamente. Pero el soldado Cossey irrumpió en el pequeño cuarto en el que me encontraba con una carta entre las manos.
—Princesa —dijo haciendo una pequeña reverencia—. Acaban de informarme que le llegó una carta del palacio.
— ¿Y dónde está la carta? —interrogué pasándome el cabello atrás de los hombros.
Él sonrió y me entregó dicho papel que aún se encontraba cerrado. Sin pensarlo dos veces, lo abrí.
Princesa Arlana Pusset de Aidlan, me complace contar con su visita en Crooktred, sin embargo, tengo que admitir que su visita me parece algo inesperado. Pues nunca se nos informó de que vendría.
Un carruaje real la estará esperando para traerla con nosotros, pues también se nos informó de que no venía en ningún carruaje, espero con entusiasmo su llegada.
Craig Loughty, Rey de Crooktred.
—Muy bien, al parecer alguien ya se adelantó al informarles a los Loughty de que estoy aquí —murmuró doblando la carta.
— ¿Eso es bueno o malo alteza? —cuestionó Thomas permaneciendo en la puerta.
—Es bueno...digo, ya tengo un carruaje esperando por mí. Ya no tendré que cabalgar más, aunque he de admitir que ya me estaba acostumbrando —le sonreí.
—Entonces vayámonos de aquí, ya no tenemos nada que hacer en esta aldea, princesa.
—Llámame Arlana, deja las formalidades de lado, llevamos como que ¿quince días juntos? —Pregunto a lo que él asiente educadamente—. Entonces llámame por mi nombre, es lo menos que puedo hacer después de que me salvaras.
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El Castillo de Sangre
FantasíaCuando los reinos son grandes, suelen ser mas deseados. Cuando la gente es avariciosa, mueve aquí y allá esperando ganar. Cuando un reinado termina, el reino se vuelve el punto de todas las miradas. Pero si de dicho linaje aun hay alguien con vida...