Tiernas, frágiles, sumisas, sensibles y débiles.
Son algunas de las palabras que se han usado para describir a las chicas desde hace años. El estereotipo sobre como las mujeres se deben de comportar ante la sociedad, gracias a Dios, ha cambiado hasta el día de hoy. Pero, lastimosamente eso no ha pasado aún aquí en el pueblo de Larose, mucho menos en la tan prestigiosa escuela, el orgullo de todos los padres de por aquí, la magnífica Saint Isabelle.
Con una infraestructura hermosa, como salida de un cuento de hadas. Tejados altos y refinados cubiertos algo de polvo debido a la antigüedad de la misma, pasillos llenos de damas con mucho decoro, guiadas por docentes muy capacitados en enseñar como una correcta señorita se debe de comportar ante la sociedad. Esa era la tan famosa Saint Isabelle, mi escuela y el lugar que repudiaba desde el fondo de mi ser.
No lo tomen a mal, la escuela no era mala. Tenía una mejor amiga muy agradable y que siempre escuchaba atentamente mis comentarios, y aunque no me llevara bien con la mayoría de mi clase debido a mi actitud poco femenina, tampoco era una marginada social. Pero, siempre sentía que el colegio era una jaula, que se aferraba por someterme a aquel mundo y no me dejaba volar. Las ideas que nos metían en las clases de cómo ser la esposa ideal y cómo formar una familia ejemplar, enserio me enfermaban. ¿Y qué si yo no quería ello? ¿Qué pasaba si yo no quería tener una familia convencional? ¿Era acaso un pecado aspirar a ser a más que la encargada del hogar, o no querer conformarme con las profesiones para señoritas, como el ser profesora o secretaria? No me malinterpreten, no despreciaba ninguna de aquellos trabajos o el hecho de cuidar de una familia, pero yo aspiraba algo diferente para mi vida. Y sabía muy bien, que no estaba mal mi forma de pensar. Era consciente de que en el mundo fuera de este lugar, las mujeres podían valerse por sí mismas sin necesidad de la figura masculina, y el sólo pensarlo me hacía sonreír.
Más, aquí no era así y no importa cuando me esforzaba por cambiarlo, nada ocurría.
―Y con eso termina la lección de hoy, señoritas― dijo miss Adelaida cerrando el libro que sostenía en su mano ―¿Alguna pregunta?
Alcé mi mano ni bien escuché su interrogante y todas mis compañeras me miraron en silencio.
―Bien― dijo miss Adelaida mirando el libro en sus manos ―entonces eso es todo por hoy― dijo haciendo caso omiso a mi mano levantada y arreglando sus cosas para irse pronto del aula.
―Miss...― dije mirándola fijamente.
―Si, ¿señorita? ― me miro de manera inquisitiva, estaba segura de que no le agradaba que mi mano siguiera levantada.
―Yo tengo una pregunta, es la misma que le hice durante la clase y que usted dijo que aclararíamos mejor al final― le dije con una voz firme.
La profesora sólo me miro brevemente por unos segundos, se notaba un poco disgustada. Después finalmente dijo. ―No hay nada más que añadir a la respuesta, señorita Muller― dejo su libro sobre la mesa y miro a todo el aula ―Cómo ya saben jovencitas, el orgullo de nuestro querido Larose es nuestra bella Saint Isabelle― dijo haciendo un ademan con las manos ―En la clase de hoy, vimos que la historia de nuestra escuela se remonta a 50 años desde su fundación, y en todo este tiempo nunca ha fallado en formar lo que ustedes ven hoy,― dijo con una sonrisa ―hermosas, pulcras, obedientes, finas, sensibles y dedicadas señoritas. Cómo cada una de ustedes―después de decir la última frase, me miró fijamente a los ojos de manera fría. ―Que alguien cuestione nuestra forma de enseñar, quiere decir que también está cuestionando la tradición de la escuela y a su vez, a todas nuestras grandes exalumnas. No permitiré esa falta de respeto― luego de decir ello siguió empacando sus cosas ―Así que, señorita Scarlet. Le sugiero que reformule mejor sus preguntas, y en caso de que no pueda hacerlo...― sonrío de manera burlona ―Algunas veces es mejor no preguntar.
La supuesta "señorita" Adelaida dejo el salón, no sin antes claro, decir la mágica frase para que todas nos pongamos de pie y demos una pequeña reverencia de cortesía despidiéndonos de ella. Enserio, la aborrecía.
Me senté en mi escritorio frustrada tras las palabras de la maestra, ya estaba cansada. Usualmente no me afectaban los regaños de los profesores hacia mis creativas preguntas, o hacia mi conducta poco agraciada en clase, pero esta había sido la gota que derramo el vaso. ¿Qué no me atreva a preguntar más? Y ella quién se cree que es, los alumnos tenemos derecho a preguntar sea cuál sea la duda. Sólo porque no le agrade no quiere decir que mis preguntas sean malas, no iba a dejar de lado mis interrogantes por ella, en sus sueños.
Sin embargo, lo que dijo me había dejado mucho más clara una idea que vagaba por mi mente hace tiempo. En esta escuela nunca encontraría la respuesta a mis dudas, ni mucho menos encontraría a maestros que me orienten en seguir el camino que tengo planeado para mi vida.
Suspiré pesadamente sumergida en mis pensamientos, y seguidamente comencé a buscar mi consola de videojuegos en algún lugar de mi mochila. Aunque estaba prohibido traer esa clase de artefactos a una escuela de señoritas, y era mal visto por todo el pueblo que una dama jugase videojuegos, de alguna manera me las había arreglado para pasar desapercibida. En eso escuche a alguien sentarse en el asiento de al frente. Era Annie.
―Hey, ¿por qué esa mirada pérdida? ― me dijo mientras le daba un sorbo a su cajita de refresco.
―Por la clase de hoy, ya sabes... La profe realmente fue una idiota conmigo.
Annie río ―ni lo digas, la señorita Adelaida esta vez se pasó de la raya. Está bien que no esté de acuerdo con tu forma de ver las cosas, pero eso no le da derecho a tratarte de esa forma ―Annie me miro cálidamente y sujeto mi mano ―entiendo si te frustra Scarlet, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.
―Lo sé, gracias― dije con una pequeña sonrisa ―enserio, nose que sería de mí en este lugar sin tu apoyo.
Annie me volvió a sonreír ―Ni yo sin el tuyo. Aunque, la verdad que las clases no me disgustan del todo― dijo pensativa.
―¿Así? ― dije alzando una ceja.
―Sí― me saco la lengua juguetona ―Pero, me encanta oír todo lo que sabes de lo diferente que es el mundo fuera de Larose.
―Y a mí me gusta contártelo, eres la única capaz de escucharlo sin juzgarme de rara o revolucionaria― dije haciendo comillas con las manos mientras miraba a mis demás compañeras, a lo cual Annie río.
―Es cierto que no me disgustaría seguir con el camino que los profesores han designado para nosotras― le dio otro sorbo a su jugo de durazno ―pero respeto si tú no lo deseas.
Gracias, volví a decir en mi mente. Todo este tiempo pude aguantar el infierno que esta escuela significaba para mí gracias al apoyo de Annie. Sin embargo, con el paso del tiempo noté que mi paciencia cada vez se iba agotando. Ya no quería seguir atrapada en esta jaula, donde me metían en la cabeza que actuar de una manera poco femenina era incorrecto, pese a que eran puros estereotipos, y me alejaban de lo que realmente deseaba para mi futuro.
Aunque había intentado hacer de Saint Isabelle un lugar más igualitario, mis esfuerzos nunca dieron frutos. Hace mucho les había planteado a cada uno de nuestros docentes el intentar darnos una malla curricular más amplia, como la que llevaba mi hermano en su escuela de varones. Más para mi sorpresa, los maestros seguían firmes en dictarnos lo que consideraban adecuado para nosotras como "señoritas". Pese a mis insistencias, y las ventajas que nos darían si la malla curricular cambiaba, siempre hacían caso omiso a mis palabras y eso me hartaba.
No sabía yo en aquel entonces, de la noticia que circularía por el pueblo dentro de unos días. Ni mucho menos, de cómo esa noticia cambiaría por completo mi rutina diaria, y quizás mi vida.
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Rodeada de chicos. (En edición)
Teen FictionSaint Isabelle, ese era el nombre del colegio más reconocido en el pueblo de Larose. Con una muy buena infraestructura y sus tantos convenios detalladamente escritos en sus propagandas, no cabe duda, es el colegio soñado de cualquier chica que se c...