Prólogo.

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"Infantil"

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Barrios bajos de Londres, 1992.

El pequeño niño de cabellos rubios se encontraba jugando con su muñeco de trapo, pese a que era un juguete tan sencillo, el niño de ojos miel apreciaba mucho aquella pieza, era el único juguete decente que había logrado obtener durante siete años, puesto a que su condición social no le permitía tener lujos. De ningún tipo.

De nuevo con el estómago vacío, sus rodillas estaban sucias y maltratadas por pasar tanto tiempo en el suelo jugando con su único y mejor amigo, escuchó la voz de su madre adoptiva que le llamaba desde la cocina, e inmediatamente corrió dejando con cuidado el juguete en el suelo. Al llegar a la cocina observó con atención a la mujer de cabellos negros, ella volteó y el pequeño pestañeó con una sonrisa obediente. "¿Qué se te ofrece, mami?" preguntó el menor.

La mujer le tendió un plato de comida con una lata verde.
"Ten" le respondió ella con voz tambaleante "Ve a dejárselo a tu padre" le indicó, al menor se le abrieron los ojos de par en par y su corazón pareció detenerse unos instantes.
"¿a-a a mi papá?" Preguntó el pequeño con la voz entrecortada. La mujer se limitó a asentir y se giró de nuevo hacia la cocina ignorando al menor. El rubio tragó saliva y se dio la vuelta, la madre le dirigió una última mirada de mucha lástima y volvió a picar vegetales con el corazón hundido.

El niño daba pequeños pasos casi tropezándose con sus propios pies, viendo la corpulenta espalda de su padre adoptivo con muchos tatuajes mientras miraba en la televisión la lucha libre, cuando llegó a su lado y le tendió el plato de comida, el gato blanco se atravesó entre las piernas del niño casi a propósito para tenderle un traspié, el plato se le resbaló de las manos y la comida cayó sobre las piernas del hombre sin cabello, que inmediatamente dio un respingo levantándose de golpe mientras se quitaba el cigarrillo de entre los labios, el menor sintió desmayarse ahí mismo cuando vio los ojos rojos de su padre observándole con mucha furia, soltó el humo de su boca casi en la cara del menor. "¡Mira lo que has hecho, niño estúpido!" Gritó con voz gruesa, al menor comenzaron a llenársele de agua los ojos.
"P-perdón, es que el gato se me-" no pudo terminar de hablar cuando ya había recibido el primer manotazo en la cara, soltando de golpe las lágrimas de sus ojos mieles, la lata verde cayó al suelo y rodó hasta los pies del hombre alto. "¡No sirves de nada!" le gritó de nuevo con la furia multiplicada, el niño se llevó las manos a la cara viendo a través de sus dedos la furiosa cara de su padre.
"Perdón, perdón, en serio lo siento, yo no quería-" fue callado de nuevo cuando recibió el segundo manotazo, apartándole las manos de un solo dejando su cara -húmeda por las lágrimas- al descubierto.

"¡Nunca haces nada bien!" Le gritó el hombre, al niño se le derramaban las lágrimas de los ojos mientras soltaba agudos sollozos por sus pequeños labios, el padre comenzó a hartarse del menor "¡Cállate de una puta vez!" Le gritó apagándole el cigarrillo en su pequeño bracito, el grito agudo del niño ocupó las cuatro paredes sucias de la casa de adobe, haciendo que el padre perdiera la cordura y le tomara de los rizos rubios jalándolo muy fuerte, el pequeño corazón del menor latía desbocadamente, sintiendo que en cualquier momento su pecho explotaría.
"¿No vas a obedecerme?" le preguntó al niño halándolo en el aire levantándole un poco los pies del suelo con sólo jalarle los cabellos, el niño tuvo que callarse por obligación si quería seguir con vida unos cuantos años más.
Cuando se hubo callado a fuerzas el padre lo soltó y lo dejó caer de golpe al suelo de tierra húmeda, haciendo que las rodillas y manos del niño recibieran el impacto, el hombre se sacó el cinturón de las pretinas del pantalón y le amenazó con golpearle si no se iba, aquellos ojos color miel se habían derretido por completo, pero se levantó casi sin aire del suelo y corrió lejos de la sala, huyendo de aquel hombre sin escrúpulos.

Se ocultó en un rincón y escuchó como el padre le gritaba a la mujer diciéndole que no quería más comida y que le llevara mejor cerveza, todo esto con una voz tan fuerte que el menor sentía las palabras como golpes, le escuchó también gritar que se deshicieran del estorbo de una vez por todas, que lo regresara del basurero en donde lo encontró por que ya lo habían aguantado lo suficiente. Luego como era de todos los días, al pequeño sólo le quedó ocultar la cabeza entre las rodillas hasta que el llanto cesara, no importaba si se ensuciaba la ropa contra las paredes de adobe sin pintar, no importaba si los bichos se le subían por las piernas y le tocaba sacudirlos, si se llenaba de tela de arañas, él esperaba a que pequeño corazón latiera normalmente y que su respiración se tranquilizara.

Luego de quizá una media hora, como no era de costumbre sintió una figura delgada detenerse a su lado, sintió miedo. Levantó la cabeza y vio los ojos cristalinos de la mujer de negros cabellos, la cual se hincó a su lado y le apartó el cabello rubio de la frente.
"Lo siento... hice todo lo que pude" le murmuró con la voz cortada y las lágrimas en advertencia, el menor sorbió su nariz y la observó confundido. "Pero ya no puedo hacer más" le dijo ahora con las lágrimas corriéndole por las mejillas, le extendió al niño una pequeña mochila roja y le dio un beso en la frente sucia. "Será mejor para ti, ya no sufrirás tanto como aquí... por favor cuídate mucho, y recuerda siempre que hubo alguien que te quiso... pero ya no puedo, él ya no quiere... lo siento, cariño" le dijo con la voz en pedacitos, el menor la observó con los ojos llenos de lágrimas, con el pequeño rostro pálido manchado de lodo, agachó la cabeza y se miró los zapatos desgastados.
"Gracias" logró vocalizar. Y eso le partió aún más el corazón a la mujer, el pequeño niño rubio siempre era agradecido, no importaba qué, nunca olvidaría la linda expresión en su rostro y cuán alegre se puso la primera vez que le regaló un par de viejos zapatos.

La miró de nuevo y se levantó, la mujer le tomó la mano y ambos caminaron muy despacio hasta la puerta, donde en el sofá el hombre corpulento se encontraba durmiendo roncamente con la televisión como única fuente de luz iluminado la sala. Abrió la puerta y salió con el niño a la acera, la calle estaba oscura y la luna no ponía de su parte, las estrellas habían desaparecido del frío cielo, el pequeño se colocó la mochila en los hombros y observó con suma tristeza a la mujer, ella metió su mano en su desgastado delantal y sacó el muñeco de trapo, se lo tendió con cuidado y el menor lo tomó con el nudo presente en la garganta. "Te acompañará en peores momentos, estarás bien... Cuídate, cuídate mucho" le dijo dándole el último beso en la frente, derramando lágrimas y soltando sollozos por lo bajo, el menor, a pesar de todo aquello, de aquella noche tan horrible, le dedicó una sonrisa, dio de nuevo las gracias por todo, y se marchó.

Se marchó.

Con una sonrisa en el rostro, disimulando las lágrimas.
Con aquella sonrisa opacando el barro de sus mejillas y resaltando la miel de sus ojos.

Un niño, solo.

Y se quedó atrapado ahí, siendo un niño.

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Advertencia: Wattpad me obliga a poner el contenido para adultos por las narraciones gráficas de violencia entre el transcurso de la historia.

Advertencia 2: Esta historia es contenido "chico x chico" así que si éste género no es de tu gusto estás en todo tu derecho de no leerlo. Pero si es lo contrario, eres bienvenido:)

Aquí se reemplaza el guión largo (—) por las comillas (")

Disfruta tu lectura.

-Momo.

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