Un susurro al oído, suave, que describa en palabras sencillas lo que está sucediendo en la cama, el lugar del cuerpo por donde están pasando las manos, el punto exacto donde quiero que me toquen, un susurro puede convertirse en la primera carta de un juego seductor. Su sola presencia me alegra, si lo escucho me tranquiliza, su sentir mi piel es vitalizante. Desviste mi torso con tu deseo. En esta noche fría nuestros cuerpos aclimatan la habitación y sube la temperatura, a tal punto de enloquecer. Estoy ardiendo de deseo. Solo me dejo llevar, su presencia me guía en su camino. No veo el momento de quitarte la ropa y ver como dos bagazos tan distintos se va uniendo, pegándose una a la otra y fundiéndose finalmente en una sola. El tabú nos envuelve entre sábanas, tócame sin pensar, melodías en tu luz me van llevando donde quiero llegar. Tus labios bajando al punto de causar un éxtasis, acelerando mi pulso, erizando mi piel, gimiendo como nunca pensé, pero al mismo tiempo quema cada centímetro de mi piel. Así, sigue hacia abajo. Toma mi amor y mi valor, podremos volar como el viento. Ven, creemos recuerdos juntos.
De repente algo cálido roza mis escamas dejando un despertar suave, y es ahí donde lo veo posado en a mi lado, mirándome con esos ojos oscuros que derriten mi ser, que me desnudan al instante sin pensar en nada más que en su rostro angelical, su sonrisa perfecta para mí, su mirada seductora que atrae a cualquier persona al verla. Su torso despejado, dejan ver aquella persona que me hizo sentir algo que nunca había sentido, con tan solo una sábana cubriendo el resto de aquel cuerpo que me daba satisfacción absoluta e infinita.
La persona perfecta, el sentimiento ideal, la unión celestial, como el cielo con sus estrellas, diferentes pero iguales, nada puede asemejarse a esta pasión, nuestro amor es único e incomparable, infinito e inacabable.
Aquellas conversaciones, susurros, caricias, me daban cada vez más la esperanzas de que el amor en verdad existe, una sola mirada basto para que me enamorara hasta las nubes.
Al pasar los días, el miedo me invadía. Aquella sensación empezaba a desvanecerse, por razones ilógicas el miedo a ser descubierto y ser juzgado comenzaba a invadir mi mente, ya nada era igual, nuestra relación poco a poco fue cambiando, pero el parecía no notar lo que me sucedía. Cada vez era peor, en un momento mi mente y cuerpo pasaron a ser parte de una depresión sin sentido alguno, me aterraba la idea que él se fuera algún día, porque si él se va, mi mundo y mi vida se irían junto con él.
Siguieron los días, pero su actitud seguía igual, sin darse cuenta de la verdad que no queríamos ver, como si estuviésemos siendo parte de un juego, más bien de un cuento, donde nuestras vidas han sido controladas por personas alternas.
Un día al abrir mis ojos sentí una extraña sensación mi vista nublada, casi no lo escuchaba pero no entendía que me pasaba, mi vista empeoraba y por primera vez el noto que algo malo me sucedía, se acercó a mí y al tocarme todo se desvaneció, entonces desperté.
Mire a todos lados pero nada era lo que parecía ser, lo busque, lo llame, pero nada, solo el silencio invadía aquel lugar donde pasaron tanto pero al mismo tiempo nada.
Sonaron las campanas,ya era tiempo de ir, al entrar a la iglesia y ver a mis hermanos sentí un ardor en mi pecho, como si el fuego empezara a quemarme, pero ya era hora de la misa, me puse mi túnica y abrí aquel libro que me ayudo gran parte de mi vida y la primera frase que leo fue "Si alguno se ayuntare con varón como con mujer,abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre"