Capítulo 1

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-¡¿Por qué no me lo dijiste antes?! Esperaste a que yo tenga veinte años para contarme una cosa así. Dime, ¿qué te impedía hacerlo antes?
Mi madre traga saliva y respira hondo. Sinceramente no puedo creerlo, no puedo. Creí que ya me había dicho todo sobre mi padre y mi confusa vida, pero no, se le estaba olvidando que yo formo parte de la asociación secreta para proteger al universo más fundamental del mundo entero.
-Estábamos jugando en el parque, tú tenías cuatro años. Entonces me llamó un número desconocido y me alejé para contestar. Me dijeron quiénes eran y que debían llevarte a un laboratorio especial para hacerte una prueba. Bueno, yo accedí, sólo con la condición de acompañarte. -Su vista se desvía hacia algún punto de la alfombra azul-. Esa misma tarde vinieron por nosotras.
Trato de recordar cuando tenía esa edad, sin embargo ningún recuerdo se asemeja a lo que me dice mi mamá.
-¿Y? Eso no justifica tu mentira.
Ella tiene el descaro de no mirarme a la cara. Algo tan importante, tan delicado, y me lo viene a decir ahora que estoy por irme a la universidad.
-En el laboratorio te sacaron sangre y ese mismo día nos dieron la información. Yo tardé en entender lo que sucedía, pero cuando los hombres vinieron a mí con el resultado en las manos lo entendí todo. Ellos no querían hacerte daño, su intención era todo lo contrario. Debían protegerte.
-¿Por qué a mí? -insisto-. ¿Tenían que protegerme de mi padre?
-No. No eres la única, hay más como tú. Tú eres la cuarta.
Cierro los ojos tratando de concentrarme. Algo no me cierra.
-No entiendo. Mamá...
-Son cinco en total. Mañana los reunirán a todos. Dentro de pocos días se realizará la primera misión...
Así que mañana no debo ir a llenar unos papeles para la universidad. Debo reunirme con personas que no conozco. Mi madre me mintió otra vez.
-No voy a ir.
-¡Claro que irás!
-Cumpliré veintiún años, y digo que no voy a ir.
Me levanto de la silla de un salto y subo la escalera de madera que rechina cada vez que la pisas. No voy a perderme la oportunidad de asistir a la universidad que tanto me costó pagar, años y años de esfuerzo de parte de mi madre como mía. ¿Cómo dejar ir este sueño por una fantasía que inventó mi madre? No puedo.
Camino hacia mi habitación, entro y cierro la puerta. Me tiro en la cama rápidamente y me saco las zapatillas. Entonces, sin nada más, me duermo.

Cuando despierto, la luz del sol de invierno ya penetra las claras cortinas de la habitación.
-Cariño -grita mi madre desde abajo. Me sobresalto y me incorporo en la cama-, baja a desayunar.
Todos mis desayunos son iguales: té de hierbas con pan. No es lo que más me gusta, pero al menos es algo. Bueno... no hay para más.
La economía de mi familia jamás ha sido buena, así que siempre nos consideran de clase baja. Mi papá nunca ha colaborado con el dinero. Bueno, ¿qué se puede esperar de un alcohólico? Mi madre lo abandonó cuando él se pasó de alcohol y le pegó una cachetada. Ella dice que siempre se lo cruza cuando va de compras, y que pregunta por mí. Sin embargo, no me hago ilusiones, puesto que muchas veces prometió venir a verme. Yo lo esperé hasta perder la paciencia (que quede claro que no lo esperé demasiado) y no apareció. Mi madre tiene miedo, dice que sólo quiere usarme para que le preste el poco dinero que tengo para comprar sus bebidas, porque eso hizo con ella. Yo le aseguré que si me encuentro a ese tipo en la calle no le prestaré atención y seguiré mi camino.
Una vez, cuando tenía quince años, trabajé en un mercado. El sueldo no me alcanzaba, por supuesto. Debía mantenerme a mí, a mi mamá y a mi hermano pequeño. Mi mamá estaba enferma en ese momento de pulmonía, así que dejé la escuela hasta que se mejoró y busqué un trabajo de mañana, así a la tarde cuidaba de mi hermano. El mercado me sirvió bastante durante un mes y medio y, aunque mi mamá se había mejorado, quise seguir trabajando porque me distraía. Pero mi madre insistió en que vuelva a la escuela. Y lo hice... y fue para peor, porque apenas teníamos para comer. Ella trabaja vendiendo jabones artesanales y también cocina y vende, pudimos levantarnos y seguir adelante, pero no es suficiente. Nada es suficiente para el ser humano.
Mi hermano ya ha alcanzado los quince años, y me enorgullece que lo haya hecho tan bien en parte gracias a mí por poder alimentarlo bien y estar al tanto.
Terminé el colegio hace cinco meses, y durante las vacaciones ayudé a mi mamá a cocinar y hacer el delivery en mi bicicleta vieja. El martes de la semana que viene es mi primer día en la universidad.
Me deshago de las sábanas y me cambio de ropa. Me pongo un jean negro que me queda algo apretado pero pasa, y un buzo abrigado verde claro. Unas botas resistentes que me regalé yo misma para mi cumpleaños no vendrían mal para este invierno tan pesado.
Abro las cortinas y afuera una gruesa capa de nieve blanca tapa el jardín y los árboles. Me alejo rápidamente porque la nieve brilla bajo los rayos de sol, y el reflejo me daña los ojos.
Salgo de la habitación y voy al baño. Me cepillo los dientes, me peino y me hago una coleta de caballo con mi pelo castaño. Bajo las escaleras y la mesa está preparada, mi hermano está sentado en la silla de siempre y me observa mientras llego al último escalón de la escalera.
-¿Cómo amaneciste? -me pregunta Denuv.
Me acerco a él y lo saludo con un beso en la mejilla.
-Bastante bien. Creo que es la esencia del viernes.
Voy a la cocina y saludo a mi mamá, que está de espaldas preparando lo último del desayuno. La saludo y ella me mira, sonriente. Sin embargo, yo tengo la vista fija en la mesada, en la cual hay dos platos: en cada uno hay un sándwich de pan bien crocante de huevo cocido, queso y tomates. Al lado de los platos hay dos vasos llenos hasta el borde de zumo de naranja. Sonrío y abrazo a mi mamá. Ella parece llorar o hacer ruidos extraños.
-Definitivamente, es la esencia del viernes -dice Denuv entusiasmado, detrás de nosotras.
Me desprendo de mi madre y ella lleva los platos a la mesa. Le deja uno a mi hermano y el otro lo deja en mi lugar. Llevo los vasos de naranja y los distribuyo.
Examino el sándwich con la mirada, lo tengo entre mis manos y lo devoro. Mi hermano hace lo mismo.
Es el sándwich más rico que probé en mi vida (sólo había probado con un poco de queso rancio). El jugo exprimido también sabe espectacular.
-Mamá, no tenías que hacer esto por el simple hecho de que sea viernes -bromeo. Denuv y mi madre se ríen, pero yo continúo sorbiendo el jugo.
-De hecho -contesta mi madre, luego de reírse-. Quise darte una buena despedida.
Dejo de mirar el interior del vaso vacío y miro a mi madre, seria.
-Todavía faltan cinco días para irme a la universidad -digo cortante, aunque ya sé que ella habla de los hombres que me protegen, de la asociación secreta y todo eso.
-Sabes a lo que me refiero, Sattia. Yo sé que tú no quieres ir, pero piénsalo, sería genial. -De repente, se escucha una bocina grave que viene de la calle de tierra. Luego se escuchan ruedas esquivando pozos y hundiéndose en los charcos de agua. Mi madre se levanta y observa por la ventana-. ¡Mira! ¡Ya han llegado! Denuv, péinate un poco.
Denuv frunce el ceño y es muy evidente que no entiende nada de lo que dice nuestra madre. Yo entiendo, claro, pero una cosa es entender y otra es aceptar. No sé si quiero ir a un lugar con otros cuatro chicos y muchas personas vigilándome las veinticuatro horas del día, porque aunque mi mamá no lo mencionó, estoy segura de que será así. Más allá de que anoche lo pensé bien... No sé si es justo dejar a Denuv y a mi madre. Me prometí a mí misma que, si no tengo otra opción, iré con ellos.
-¿Peinarme para qué? -pregunta Denuv. Pero ya es tarde, porque alguien toca la puerta con los nudillos haciendo un fuerte estruendo.
Mi mamá va a abrir la puerta y cuando lo hace, detrás de ella se encuentra un hombre cuyas características son completamente diferentes a como las imaginé. El cabello negro le llega hasta las orejas, y usa anteojos de sol cuadrados, es flaco y bajo, y lleva una camisa a cuadros suelta y un jean gastado. Su rostro parece cansado pero divertido.
-Buen día -dice entrando a la casa, pero no pasa del umbral. Dirige su mirada hacia mí-. Soy Tito Barrito.
Denuv y yo soltamos una carcajada al unísono. ¿Quiénes son sus padres para ponerle ese nombre? Es ridículo.
-¡Hola! -saluda mi madre alegremente-. Pasa, adelante. ¿Gustas de un té?
Tito Barrito entra a la casa, muy seguro, y saluda con la mano a Denuv y me da un beso en la mejilla, al igual que hace con mi madre.
-No, se lo agradezco, de verdad. En realidad, ya debemos irnos, usted sabe. -Me mira y sólo sonrío, ya que no sé qué decir-. ¿Lista, Sattia?
Antes de que pueda responder, mi madre dice:
-En realidad... Sattia se decidió hoy mismo. Pero no te preocupes, ya le preparé su bolso.
Le regalo a mi madre una mirada asesina. Yo no he decidido nada, pero creo que no me queda otra opción. Sin embargo, ¿en qué momento preparó mi bolso sin que yo me diera cuenta?
Es muy difícil elegir entre ir a la universidad y asegurar mi futuro y viajar con unos desconocidos y salvar el mundo. Es casi imposible que cinco personas comunes y corrientes deban salvar al mundo, pero supongo que estos hombres son como investigadores o algo así. Mientras vuelva a ver a mi familia, quizá no esté tan mal...
-No tienes otra opción -dice Tito Barrito. Eso ya corrobora mi pensamiento.
-¿Y qué hay del dinero de la universidad? -pregunto, curiosa. Es mucha la cantidad de dinero que hemos depositado, así que no voy a irme si no se hace un trato.
Tito Barrito sonríe y saca un paquete amarillo del bolsillo de su jean, que dice "UNIVERSIDAD".
-¡Oh, claro! -exclama Tito, entregándole el paquete a mi madre, que lo acepta confundida. La bolsa está bastante abultada-. Nos hemos encargado de pedir el dinero para que sea devuelto a tu madre y a tu hermano, así pueden alimentarse y cuidarse bien. Además, se les entregará un cheque de gran cantidad para estar seguros.
Frunzo el ceño y suelto:
-¿Y les dieron el dinero así nada más?
Tito mete su mano en el bolsillo de la camisa y saca su billetera. La abre, saca un carné y me lo entrega para que lo vea. Hay una foto de Tito con una peluca rubia que es aun más graciosa que su nombre. A la izquierda de la foto, dice: "Jason Lilium" y abajo, está escrito "Agente de la Unión Internacional del Pentágono". Supongo que Jason Lilium es un nombre falso, pero creo lo del Agente de la Unión Internacional del Pentágono. Entonces, quizá Tito Barrito es un nombre para proteger su identidad en lugares inseguros, ya que pueden haber hombres vigilando. Quizá esté delirando, suena muy loco que pueda haber gente vigilando aquí, en mi casa, en este momento.
Le devuelvo el carné a Tito mientras se ríe, volviendo a guardarlo en su billetera y poniéndola en el bolsillo de su camisa.
-Tuvimos suerte. La chica era novata y no distinguió que el documento era tan falso como la peluca de la foto -dice.
Denuv sonríe y parece admirar a Tito. Se ofrece él mismo a ir por mi bolso, así que sube a toda prisa por las escaleras y vuelve a los segundos cargando un bolso enorme.
-No será mucha carga, ¿verdad? -pregunta mi madre preocupada, refiriéndose al bolso.
Tito le quita importancia con la mano y agarra el bolso que dejó Denuv en el suelo con una mano.
-No, incluso creo que es poco. No te preocupes, si le hace falta ropa nos encargaremos de eso.
Mi madre se pone roja y asiente con la cabeza. Seguramente ha puesto toda la ropa que tengo en ese bolso. Nunca me importó la moda ni nada de eso, me da igual si me pongo la misma ropa durante cuatro días, no hay mucho con lo que pueda ensuciarse.
-¿Debe llevar comida? -insiste mi madre. Siempre ha querido ayudar en todo lo posible.
-No, tenemos todo lo necesario. -Tito consulta su reloj en la mano derecha y le dirige una mirada a mi madre-. Bueno, debemos irnos, aun debemos buscar a otro chico.
De repente, Denuv viene caminando hacia mí y me envuelve en sus brazos. Es un poco más alto que yo, así que mis brazos le quedan por la mitad de la espalda. Mi madre suelta un gemido y se une al abrazo familiar.
-¿Volverás? -pregunta Denuv. Su tono de voz está diferente, parece preocupado.
-Eso espero. Si salgo viva... -digo separándome.
Mi madre me da un codazo y le sonríe a Denuv.
-Por supuesto que volverá, cariño.
Tito se mete en la conversación un poco impaciente y dice:
-Tranquilos, les prometo que no sufrirá ninguna herida.
Mi madre lo mira atónita y me da un último beso de despedida. Insisto en llevar el bolso yo misma, pero Tito me gana. Salimos de mi casa y me encuentro con dos camionetas grandes y grises. Jamás un estilo de estas camionetas había pasado por esta calle, y es notable ya que muchas personas y vecinos se asoman por la ventana a ver qué sucede.
Tito se dirige a la camioneta de la derecha y la puerta se abre automáticamente, entonces él sube el bolso en el asiento trasero, arriba de otros tres, también llenos. Me sonríe, se sacude las manos y nos dirigimos a la otra camioneta, la que sale de la calle. Tito se sube al asiento del conductor y me invita a subirme atrás. Abro la puerta, algo tímida, y me encuentro con dos chicas que parecen simpáticas y me saludan alegremente, y un chico al fondo, que también parece amigable. No soy sociable, pero voy a tener que acostumbrarme a vivir con ellos si acepté unirme al Pentágono.
Tito baja el vidrio con un botón extraño. Saca la cabeza afuera y saluda con exasperación:
-¡Adiós, un placer conocerlos!
La camioneta comienza a avanzar. Me doy vuelta y Denuv y mi madre se despiden con la mano, abrazados. Hago lo mismo, aunque sé que ya no me ven porque hemos cruzado el puente. También sé que los voy a extrañar demasiado.
Espero haber tomado la decisión correcta.





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