Recuerdos.

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—Harry, ¡apúrate!— susurré, mientras rezaba a que mi madre no subiese a mi habitación. Habían llegado de la casa de mis abuelos y por suerte, pude subir a Harry a mi habitación antes de que nos vieran. No estaba segura de cuál podría ser su reacción al verme sola con un chico por la noche en la casa, por primera vez. Quizás no resultaría tan mal como me lo imaginaba, pero no me arriesgué a comprobarlo. 

—Linda habitación— alagó, supongo, examinando mi cuarto. Me avergoncé al seguirlo con la vista, parecía que solo tenía intención de observar mis desordenes. 

—Hija, llegamos— gritó mi madre desde abajo, escuché sus pasos acercándose, seguramente estaba subiendo las escaleras. Me desesperé, necesitaba esconder a Harry, y rápido. 

Con toda la adrenalina del mundo, tomé a Harry del brazo y lo empujé hasta mi armario. Lo abrí y lo despedí de un empujón adentro. Casi reí ante mi gesto, la cara alarmada de Harry ante mi acción. Apenas cerré la puerta, mi madre abría la de mi habitación. 

—¿Qué haces, Aria?— preguntó mirando a mi armario. Quería suspirar aliviada, ya teniendo a Harry escondido, pero en cambio, tenía los nervios de punta.

—Acomodaba la ropa— traté de sonar normal y convencerla, pero en ese momento, parecía la tarea más difícil del mundo. Necesitaba relajarme, al menos un poco para disimular. Fui hasta la cama y me senté en ella. —¿Pasa algo?

—No, ¿como está tu pie? ¿Quieres hielo?

—¡No!— casi grité, tenerla allí durante mas tiempo solo me pondría mas nerviosa, hasta tal punto de vomitar, creo yo. —Estoy bien, gracias.

—Bien, iré a dormir.— y así de simple, se fue. Gracias a Dios.

Me levanté cuidadosamente, apoyando todo el peso posible en mi pie derecho y caminé de nuevo hasta el armario. Abrí las compuertas, y Harry estaba sentado sobre uno de los cajones, pisando mis zapatos y algunas de mis camperas cayendo por sobre su rostro. Sonrió al verme. Se veía tan tierno y su natural elegancia llamándome la atención.

—Bien, ahora necesito que te vayas. No es que te esté echando, pero ten en cuenta que mis padres no saben que estás aquí. Y para evitar problemas, bueno, ya sabes— era incómodo tener que echarlo, también triste, no quería que se vaya. 

—¿Me harás bajar por la ventana? Ten en cuenta que tu habitación está en el segundo piso y que precisamente, no soy un gato para caer de pie.— reí ante su comparación.

Obviamente, no podía bajar por la ventana. Aunque eso sería algo asombroso y había sido mi primer idea, pero por su aclaración, me di cuenta de que no podía transformarlo en Edward Cullen o Jacob Black. No era ninguna criatura de la noche como para entrar y salir tranquilamente por mi ventana, tristemente. Entonces solo quedaba que se vaya por las entradas de abajo, la de la cocina o la principal.

—Ven, bajaremos.— le extendí la mano, complacido la tomó. Abrí la puerta y saqué la cabeza, observando de izquierda a derecha, comprobando de que no haya moros a la costa. Estaba nerviosa, pero no había otra salida. Apreté fuertemente la mano a Harry, quién se lo veía tranquilo y divertido, como siempre. Con toda la adrenalina, lo tiré hacía mi y bajamos rápidamente las escaleras.

El aire que había retenido desde que salimos de la habitación hasta la planta baja, salió de mis pulmones en un suspiro de lo más exasperado. 

—Tranquila Aria— susurró Harry, sonriente. Eso me exasperaba más, que él estuviera tan plácido y feliz de la vida, mientras yo jugaba a la espía en mi propia casa. Sin embargo, me tranquilizaba. Asentí y caminamos hasta mi cocina, ahora más relajados. 

Its Gotta Be YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora