Capítulo 5

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Las palabras de Chavo resonaban en mi cabeza sin parar, como un eco horrible y perpetuo. Lo que más odiaba era el hecho de que tenía razón. Yo no era la madre de la bebé, ni tenía ninguna idea de lo que podría haber detrás de todo ese enredo. Muy seguramente también subestimaba las consecuencias que podría tener por mi afán de adoptar a la niña. Pero nada de esto lograba sacarme la idea de la cabeza. Ya no era sólo una idea, para mí era mi responsabilidad. Era algo que debía hacer. Chavo había dicho que llevarla a las autoridades sería lo correcto, pero yo pensaba lo mismo. Quería, sobre todo, hacer lo mejor para ella.

Resolví cuidar de ella hasta que pudiera aclarar mi mente y decidir el siguiente paso. Durante el día durmió por horas, para despertarse únicamente cuando necesitaba que sus necesidades fueran atendidas. Un par de veces se mantuvo con los ojos el tiempo suficiente para que probara hablarle con voz dulce y hacer gestos divertidos. Logré hacerla sonreír unas cuantas veces, y esa inocente y preciosa sonrisa desdentada me calentó el corazón.

En una ocasión, Rosy acababa de comer y decidí que sería la ocasión ideal para tener un momento madre e hija. La recosté sobre la alfombra y me senté junto a ella. Comencé por hacer gestos y voces graciosas, haciéndola reír. También le hacía cosquillas, aunque no parecía reaccionar mucho a ello. Me divertía la forma en que sus ojos se abrían, como tratando de captar cada detalle de ese mundo que estaba conociendo. Me acosté en la alfombra y cargué a Rosy, sosteniéndola con las manos sobre mí, haciéndola flotar. Veía la diversión en su rostro de dos meses. Lamentablemente, la diversión se terminó cuando dejó de sonreír, tosió una vez, y procedió a vomitar sobre mi blusa. Hasta ese momento recordé que era necesario sacar el aire a los bebés después de cada comida. Y claro, mi blusa cargó con mi falta de experiencia.

Dediqué el día a las tareas del hogar. Extrañamente tenía un alto nivel de energía y disposición para limpiar el departamento. Para cuando terminé, el lugar estaba más ordenado que nunca. Me sentí bien. Durante este día inadvertidamente productivo, también me encargué de elegir un nombre para la bebé, puesto que supuse que no podría llamarle nada más "niña". Me decidí por Rosa, como ese precioso personaje de Isabel Allende. Por años adoré esos libros tan mágicos. Me hacían soñar.

Llegó la noche. Compartí la cama con Rosy, considerando que la noche anterior no sucedió nada desafortunado, y la rodeé con mi brazo como medida de protección. Mientras ella bebía de su biberón y comenzaba a quedarse dormida, decidí contarle un cuento, como alguna vez lo hice con mi hermano. En ese entonces me inventaba cualquier cosa y de alguna forma lograba obtener su interés. En esta ocasión, sabía que tenía un público fácil, puesto que en realidad no entendería lo que le dijera. Sin embargo, en cierta forma tenía miedo de defraudarla, así que opté por un clásico. Le conté la historia de Rapunzel. Cambié algunos detalles, no quería causarle pesadillas.

Lamentablemente, mi táctica no funcionó conmigo misma. En cuanto cerré los ojos, fue como si los fantasmas de mi pasado encontraran una forma de meterse en mi cabeza. Mi sueño no fue más que un recuento de mis peores memorias. Lo veía todo como si me hubiese salido de mi propio cuerpo. Me vi en el restaurante. Él estaba junto a mí. Vi la tranquilidad con la que comíamos, sin saber lo que pasaría después. Vi la alegría en nuestros rostros. La esperanza joven del futuro que creíamos que tendríamos. El sueño continuó. Salimos, nos subimos al auto, me tomó de la mano. Me ayudó a ponerme el cinturón. No estaba consciente de que no era más que un sueño, pero quería detenerlo. No quería ver el resto. Necesitaba que se detuviera, necesitaba despertarme.

No pude hacer nada. Mi mente siguió con la historia. Él encendió el motor. Echó marcha atrás y salimos del estacionamiento. Pisó el acelerador. Íbamos por la avenida.

—¿Música? —me preguntó.

—No, quedémonos así un momento —respondió una versión más joven de mi persona.

Él me sonrió. Yo observé la ciudad y las luces nocturnas. Mi semblante era totalmente sereno. Me permití dirigir mi mirada hacia él. Tenía ambas manos en el volante. Sus labios estaban ligeramente curveados hacia arriba, como quien sonríe involuntariamente. Tenía el cabello castaño desordenado, lo que le daba una apariencia despreocupada. No tenía el cinturón puesto, lo cual no sé por qué no noté. Aún estando dormida, me dolió verlo de nuevo. Y verlo ahí, ese día.

—De acuerdo, pondré música —acepté.

Él asintió. Yo estiré la mano y encendí la radio del auto. Cambié de estación hasta que encontré una canción que conocía. Era Burning Love, de Elvis. Él adoraba esa canción. Me dedicó una mirada de asombro y emoción. Ambos cantamos a todo pulmón. Absolutamente desafinados, pero absolutamente felices. Por el final de la canción, él trató de hacer las notas altas que se escuchan al fondo. Esta escena me causó un ataque de risa, que terminé por contagiarle.

En ese momento, sin darme cuenta comencé a moverme en la cama, tratando de despertar o detener el sueño. No había manera de hacerlo. No podía irme, no podría escapar de mi pasado. Tuve que quedarme, y ver cómo bajé el volumen de la música sin poder dejar de reírme. Miré al hombre a mi lado. En el sueño, no paraba de admirar cómo parecía casi brillar de la alegría que contenía. Verlo feliz me hacía más feliz que nada. Lo que pasó después lo recordaba como una secuencia de imágenes borrosas, pero esa noche pude ver todo claramente, como si mi cerebro hubiera decidido desempolvar un archivo antiguo. Volví la mirada hacia la calle. Estaba cansada. Comenzaban a pesarme los párpados, pero no quería cerrar los ojos. Sabía que si lo hacía me quedaría dormida, y no quería dormir. Quería quedarme ahí, con él.

Fue entonces cuando vi las luces del otro auto. Grité el nombre de mi prometido, como si pudiera advertirle a tiempo para que evitara lo que estaba a punto de pasar.

Me desperté con el impacto. Estaba cubierta en sudor frío, mi respiración no podía estar más agitada. Y había despertado a Rosy.

Mi Bebé | [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora