Daniel no puede soportar la simple idea de que su hermana tenga razón, pero por encima de eso, no puede soportar el hecho tan certero que acababa de plantearle segundos antes de desaparecer tras la puerta de su habitación.
No sabe muy bien qué pensar sobre ella. Sara. La chica que siempre había estado en su mente y había intentado eliminar a través de estar con muchas otras. Quería pensar que si su respuesta era una negativa y no sentía lo mismo, sería la excusa perfecta para no acercarse a ella nunca más. La alejaría de sí mismo, que lo creía algo bueno y a cambio, podía intentar pasar página para que no todo le recordara eternamente, y sólo pudiera sentir algo por ella. Pero si su respuesta era afirmativa, no sabía qué hacer.
Al principio, tuvo dudas. Luego, supo que no le quedaba otra que intentar darle a entender que no podía estar con ella, que él no la merecía. No podría hacerla feliz como tanto desea. Mentir.
Algo, que desde luego, no tenía por costumbre hacer. Por eso, sabía que de alguna manera, ella tendría que creerle. Así que, allí se encontraba al día siguiente. En la puerta de su casa, pensando qué decir exactamente.
Una vez que es Sara quien abre la puerta, mientras cuelga el teléfono que tiene pegado a la oreja y le deja pasar, el silencio se hace enorme, ya que ambos no saben qué decir, al final, ella despega los labios y pronuncia un par de palabras:
— Llevo intentando localizarte durante días.
— Lo sé. —Hace una profunda pausa, para luego continuar más serio.— He estado ocupado.
— Ya. —Contesta sin creerle del todo.— Solo quería que habláramos lo último que me dijiste.
— Sara... —Intenta empezar él, aunque en seguida, es cortado por ella.
— He de decir que me pilló de sorpresa. No me lo esperaba.
— Ni tú, ni nadie. —Dice con calma y se encoge de hombros.— Soy el cabrón que se las tira a todas, ¿no?
— Yo no he dicho eso. —Acaba por decir ella, viendo como él había colocado un tono de enfado en lo último.— Es solo que...
— ¿Qué, Sara? ¿Piensas decirme que tú estás enamorada de mí? —Alza una ceja con calma y luego, niega.— No puedes y si lo has hecho, olvídalo.
— ¿Y por qué? —Pregunta ella, algo dudosa entonces de lo que estaba a punto de decir y niega. Pero al ver que no recibe respuesta alguna por su parte, ella continúa.— Dani, claro que me enamoré de ti. Desde siempre, por eso siempre estuve dolida de que me abandonaras. Y me refugié en querer a Carlos porque siempre había estado ahí, pero cuando él me abandonó no me dolió ni la cuarta parte que lo tuyo.
— No sigas, por favor. —Dice él con un tono bastante tosco.
— Creí...
— Pues creíste mal. Era todo mentira, Sara. —Dice de repente, con un tono aún más helador que el utilizado con anterioridad.— Lo siento, ¿vale? Pero como bien sabes, no puedo querer a nadie. Y mucho menos a ti. Eres y serás siempre...
— ¿Qué? —Pregunta en un tono de desesperación ella.— ¿Tu amiga?
Él la mira en silencio, uno que se ha vuelto de repente, muy incómodo. Y solo le da por negar, con suavidad. Ella no entiende muy bien lo que intenta decirle, pero por alguna razón, no le sale intentar preguntar qué sucede ahora y porqué la actitud del chico, es tan fría con ella, cuando siempre habían procurado estar lo más cerca el uno del otro.
— Está bien. —Termina por decir ella.— Espero que seas muy feliz siendo un capullo con las demás. Pero prefiero que no sigamos viéndonos en un tiempo, creo que ya has jugado bastante conmigo.
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Bajo vigilancia.
Teen FictionDescubrir que la vida tiene sus inconvenientes puede ser un duro golpe, más aún cuando eres joven y crees que eres invencible. En esta historia, sus protagonistas se van a enfrentar a su propio destino, creyendo estar preparados y encontrándose con...