"I'm sorry, I can't change"
- Buenos días Elisabeth. Siempre puntual, me impresiona.- saludó mi jefe a la par que yo entraba por la puerta del establecimiento.
- Buenos días jefe.- devolví el saludo un poco forzado.- ¿Hay mucha actividad hoy?
- De momento no, pero en seguida comenzarán a llegar las personas.- comentó sin darle mucha importancia.- Elisabeth, ya hemos hablado de esto. No tienes porque llamarme "jefe", llevas trabajando aquí por cuatro años.
- Lo siento, es la costumbre. No volverá a ocurrir Liam.- me disculpé con una sonrisa sincera.
- Así me gusta. Voy a atender la sección de ropa para hombres. ¿Te encargas tú de la de mujeres?
- Claro, voy para allá.- y como había dicho anteriormente, me situé detrás del mostrador y encendí el ordenador para comprobar los emails que fueran para la tienda.
Mi trabajo, es uno de los pocos lugares donde estoy feliz, debido a que es un puesto que he ganado por mí misma, sin la ayuda de mis padres. Además, exceptuando algún que otro cliente antipático, la gente tiene muy buenos modales. Por no hablar de mi jefe que es un amor de persona y lo considero más familia que a mis propios padres. Sí, sé que es un poco patético.
Al ver que no había recibido nada importante aparte de la publicidad común que mandan otras tiendas, decidí pasear por las baldas y perchas de ropa, para ofrecer mi ayuda a posibles clientes. Visualicé una mujer con una adolescente, la cual supuse que era su hija. Me acerqué a ellas dado que se veían un poco indecisas.
- Buenos días, ¿Puedo ayudarles en algo?- pregunté servicial y la madre se giró para quedar frente a mí.
- Sí, por favor.- aceptó con una sonrisa.- ¿Tienen camisetas de talla más pequeña?
- Mmm... No lo sé, pero voy ahora mismo al almacén, vuelvo en seguida.
Tan pronto como lo había dicho, apreté el pomo de la entrada del almacén, donde se podían ver filas y filas de cajas que tenían escritas con rotulador permanente su talla respectiva.
- Bingo.- susurré para mí misma cuando di con la talla adecuada. Agarré la caja y me fui hacia la puerta, empujándola suavemente con la punta de mi pie.
Busqué con la mirada donde se encontraban madre e hija. Por un momento pensé que había tardado demasiado y se habían ido, pero estaban esperando pacientemente frente al mostrador.
- Aquí tienen, perdón por la demora.- les dije enseñándoles las variadas camisetas que tenían para elegir. Me agradecieron y yo me alejé dándoles espacio para que pudieran elegir tranquilamente.
A lo lejos, Liam me estaba haciendo señas para que me acercara a él. Obedecí sus señales, un tanto extrañada. Él es una persona bastante independiente y a no ser de que haya mucha gente no me suele pedir ayuda.
- Elisabeth, acaban de tirar una estantería del pasillo. ¿Podrías recogerlo? Estoy muy ocupado con los clientes. Si lo haces, te dejo irte más temprano a casa. ¿Está bien?- me pidió y asentí. Sería muy estúpida si negara esta oportunidad. Aunque una vez llegue a casa, tampoco tendré nada que hacer excepto prepararme para la "reunión" con mis padres. Sinceramente, cuanto más lo pensaba, menos me apetecía.
Me dirigí a la sección donde había sido derribada la estantería y me llevé una desilusión porque no parecía ser un accidente. Me molestaba bastante la falta de empatía de la gente. ¿A caso no se dan cuenta de que sus desastres siempre tienen a una persona detrás encargada de arreglarlo? Además, no era la primera vez que sucedía.
Me agaché y empecé a amontonar camisetas en mi brazo derecho. Las dejé de nuevo en la estantería y repetí la acción anterior pero con los pantalones. Inesperadamente, sentí un escalofrío recorriendo toda mi columna vertebral. Esta sensación ya la había tenido antes. ¿Por qué me sentía constantemente de esta manera?
Me puse en pie, recogiendo un mechón de pelo y colocándolo detrás de mi oreja. De repente, mi espalda chocó contra algo duro e hizo que todo lo que había amontonado se cayera otra vez, con la diferencia de que está vez había unas gafas de sol en el suelo también, y podía asegurar que no eran de nuestra tienda.
- Mierda.- susurró una voz ronca a mis espaldas. Como cobarde que soy, me quedé congelada sin saber que decir. Lo único que se me ocurrió hacer fue agacharme y recoger las gafas.
- L-Lo siento.- me disculpé sin atreverme a mirarle a los ojos mientras se las entregaba. Mientras se las ponía pude ver una tonalidad verde brillante en sus ojos, aunque perfectamente podía ser gris, ya que la iluminación de esta sección era un tanto débil.
- Ten más cuidado.- respondió indiferente, cosa que me extrañó, yo me esperaba un "Eres una torpe" seguido de un gruñido. También me pareció extraña la manera que tuvo de decirlo; impasible.
No sabía porque su advertencia de que tuviera cuidado, me sonó a que no estaba hablando tan sólo de mirar por donde andaba y que no me chocara con la gente.
Volví a ponerme de rodillas para recoger las prendas que había dejado caer sin querer y cuando fui a darme la vuelta para disculparme otra vez, el hombre ya había desaparecido.
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