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La casa de la familia Dorcas era de color blanco y tejado verde. En otra época, había tenido un hermoso jardín lleno de flores; ahora, no había más que hierba y maleza que crecía descontroladamente; también un par de arbustos sin podar y un árbol de pequeñas flores blancas. Joel se tomaba la molestia de podar el césped cuando estaba, pero a Nat la tarea le resultaba agobiante. Su abuela le había recomendado un buen jardinero; siempre se olvidaba de llamarlo.

Entraron y subieron las escaleras.

―Vaya, vaya. ―Se sorprendió Cher―. Tienes el sitio bien ordenado. Conociéndote, creí que sería un desastre.

―Decidí evitar que las ratas me invadieran.

Se instalaron en el cuarto de la muchacha. Había cuatro habitaciones en la casa. Una suya, otra de Joel, una de invitados; y la última, que se hallaba bajo llave. Había pertenecido a sus padres y ambos hermanos decidieron conservarla intacta. Ninguno de los dos había vuelto a entrar desde su muerte. No querían remover viejos recuerdos. Aunque cuando Joel vio la caja de música no pudo resistir la tentación de comprársela a su hermana. Muy, muy por dentro, era un sentimental.

Cher la encontró enseguida. Se daba cuenta instantáneamente si había algo nuevo en aquel cuarto; lo conocía de memoria. La cajita le llamó la atención de inmediato. Era redonda, de porcelana, con un par de colibríes enfrentados y posados encima de una flor. Le dio cuerda y la colocó nuevamente sobre el escritorio. Las avecitas comenzaron a girar.

―Yo conozco esta canción ― manifestó, pensativa. Le recordaba a su niñez.

Natasha la miraba desde la cama.

Por supuesto que la conocía. Ellas habían sido amigas desde pequeñas; Cher seguramente la había escuchado alguna que otra vez, cuando visitaba a su amiga.

―Era la favorita de mi madre ―contestó Nat―. Ella solía cantarla siempre.

Angelique tenía una preciosa voz. No era de extrañar que Cheryl recordase la canción; constantemente, ella y Nat le pedían que se las cantara. Tampoco era de extrañar que llorara al escucharla. Después de todo, la madre de su amiga había sido como una madre para ella. Les hacía galletas, las llevaba de paseo y les contaba historias de fantasmas; y en invierno, les hacía chocolate. ¿Quién hubiera dicho que una simple caja musical evocara tantas memorias olvidadas? Cheryl tenía la certeza de que Joel también había llorado al oír su canción.

***



Dhampyr: el clan de los cazadores (dhampyr #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora