Estábamos desayunando en el comedor. Papá y mamá tenían que ir a trabajar y nosotros al colegio. Parecía un día normal, hasta que escuchamos unos pasos en el techo. Mis viejos se levantaron alarmados. Lo primero que pensamos fue: ¡es un ladrón!
—¿Quién anda ahí? ¡Voy a llamar a la policía! —gritaba mamá, mientras mi viejo golpeaba la parte inferior del techo con el palo de un escobillón. Seguíamos escuchando los pasos. Mi hermana corrió a través del salón de estar hasta un cuarto que estaba al otro lado del patio, desde el que podía verse el comedor entero. Cuando llegó, esperando divisar al supuesto ladrón, no encontró nada. Volvió apurada, ya que mis viejos insistían en golpear el techo desde adentro para espantar al malhechor. Los pasos continuaban escuchándose.
—No hay nada —decía Valeria.
—¡No puede ser! ¡Tiene que haber alguien! ¿Qué es ese ruido? ¿Un gato? —preguntaba mi viejo.
—No, te dije que no hay nada en el techo.
—¿Será una rata, entre las tejas? —preguntó mamá.
—Tiene que ser gigante para hacer ese ruido —le contestó Valeria.
Mi hermana volvió corriendo al cuarto y miró de nuevo hacia el patio, hacia el techo del comedor. Nada. Cuando regresó, los pasos ya no sonaban. Nos quedamos en silencio un par de minutos, sin saber qué hacer. Lentamente, como si en cualquier momento los pasos fueran a regresar, reanudamos nuestras actividades cotidianas.
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Fantasmas familiares y otras experiencias paranormales
SonstigesEs de noche, hace frío y estás solo. Escuchas un susurro y giras, pero no hay nada. El gato viene, mira el vacío y maúlla aunque tiene comida en su plato. Lo desconocido te llama y tal vez lo mejor es ignorarlo, hacer como que no existe, porque si e...