23. Lágrimas y confesiones.

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Aquel silencio empezaba a ser muy incómodo. Pero no era porque nadie hablaba. No. Aquella sensación había nacido porque las miradas de Hales hacían que mi cuerpo no actuase normal, provocaba que mis dientes no pudiesen morder aquel trozo de carne, originaba que mis manos sudasen exageradamente y que mis pies bailasen provocando un ruido en la silla. Los cuatro estábamos rodeados en la mesa del comedor. Carly estaba sentada a mi lado, Hales justo delante de mí y Marco a su derecha.

A parte de todas esas reacciones raras en mi cuerpo, mi interior se sentía raro. Notaba un peso extraño, un nudo en mi garganta y unas ganas de estar sola. Tal vez, solo tal vez penséis que soy una exagerada, pero era así. Lo que Carly me había contado me había afectado mucho. No pude evitar imaginarme cada cosa de lo que me decía, no entendía porque su padre tuvo que ser tan duro con ella. Y lo que menos puedo imaginarme en estos momentos es como ella ha podido soportar todo aquello. Yo me he sentido mal toda la vida al saber que no tenía un padre. Cuando mi madre me decía "Él se tuvo que ir" no lo entendía.

¿Se tuvo que ir a dónde?

Cada día me hacía esa pregunta. ¿Acaso había algo más importante que sus propios hijos y su mujer? Para él sí. Cuando se murió mi madre, gran parte de mí tenía la esperanza de que él aparecería. En un momento pensé que si fuese así lo perdonaría. Olvidaría aquello y seguiría adelante. Pero fui una idiota en creerme que algo así iba a suceder. Era imposible.

Pensaba que mi historia era lo peor que le podía pasar a una persona, pero cuando escuché esas palabras salir de la boca de mi amiga no pude evitar agradecer a Dios de que no me haya pasado lo mismo.

Cuando sabias que nunca ibas a poder conocer a tu padre lo único que podías hacer es asumirlo y seguir adelante. Pero, saber que tu padre, el mismo que te ha criado, el que te ha cuidado durante muchos años, aquel que nunca te esperabas que te tratase como tal y que de un día para otro lo hiciese. En esos momentos te quedaban dos opciones, cerrar los ojos y fingir que eso no estaba pasando o abrirlos y odiar a esa persona el resto de tu vida. Mi amiga optó por la segunda opción.

- Dime Melanie, ¿hace cuando que vives en Barcelona? - la pregunta de Marco hizo que saliese rápidamente de mis pensamientos.

- Pues... - empecé diciendo sin alejar mis ojos de los suyo -. Hace unos meses. Hace tiempo perdí la cuenta.

El me miró y me sonrió.

- ¿Eso quiere decir que te gusta estar aquí? - levanté la vista al escuchar nuevamente su voz. Esa pregunta me había sorprendido.

¿Qué podría decirle? Claro que no me gusta estar aquí. Los únicos recuerdos que tengo de haberme mudado es que he huido para intentar olvidar la muerte de mi madre. O que mi hermano casi se suicida porque sigue pensando que toda la culpa la tiene el.

Obviamente no iba decirle eso.

Piensa algo bueno Melanie, piensa algo bueno.

Entonces mis ojos miraron a Hales. Este se encontraba muy entretenido comiendo su plato de ensaladilla Rusa. Luego me fije en Carly. Ella había dejado de comer y sus ojos estaban clavados en mí. Tal vez estaba esperando mi respuesta.

- ¿Debería contestar a esa pregunta? - cuando escuché mis propias palabras no pude evitar llevar mis manos rápidamente a mi boca. Luego intenté arreglarlo ya que me di cuenta de que mi respuesta-pregunta había sonado muy borde. - lo siento...

Ahora aquellos seis ojos estaban clavados en mí. Tragué saliva y me quede en silencio varios segundos pensando en que decir.

- Es que...

Una carta para Melanie (sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora