Mentiras Blancas

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La mañana era gris mientras Melanie Hardwicke se sentaba en la fría cocina de su hogar. Su prima, y única familiar con vida, Cindy, se había marchado a la universidad hacia apenas una semana, dejando completamente sola a Melanie en la casa de su difunto abuelo.

Ella ahuecó con fuerza sus manos alrededor de la taza de cafe medio vacía que hacia rato había dejado escapar todo su calor. Sus dedos estaban helados, ella tiritaba de frío, pero aún así no usaba chaqueta alguna sobre la camisa de tirantes color gris que llevaba sobre el pantalón de pijama.

-Vamos Meli, no pongas esa cara. -había dicho Cindy cuando se despedían. -A ti no te falta tanto para irte también.

Eso había obligado a Melanie a apartar la mirada, los ojos picándole en lágrimas.

Melanie era una Fuego, una bruja con habilidades especiales para controlar las llamas, la luz y el calor. Había muchos tipos de brujos en el mundo en el que ella vivía: los mestizo, líneas muertas (humanos sin magia) combinados con brujos, los Naturales, como ella y los Catástrofe, brujos con características físicas diferentes que controlaban poderes peligrosos sumamente peligrosos.

Sin embargo, Melanie sabía que ella realmente nunca encajaría en ningún lado. ¿Cómo hacerlos cuando tu abuelo había sido un mata líneas, tus ambos padres líneas muertas? Ella jamás debió haber sido bruja, ni siquiera una mestiza, ya que no debía haber ni una sola gota de sangre mágica corriendo por sus venas.

El sonido de un golpe en la puerta principal sacó a Melanie de su ensoñación. Se levantó, resbalando sobre sus pantuflas hasta la puerta principal, mientras un segundo golpe hacia eco en la casa silenciosa.

Al abrir la puerta no descubrió a nadie, solo un papel amarillento brillando como una extraña sonrisa contra la madera oscura que conformaba el suelo.

Melanie consideró la silenciosa posibilidad de que Cindy le hubiera enviado una carta, pero es improbable. Ella siempre llamaba a la casa por teléfono, adaptada a la tecnología humana, una sociedad a la que Cindy siempre había sido parte al ser una línea muerta.

Pero no, era dirigida a ella por el Dirigente Cho, el equivalente a el Jefe de Policía humano.

Su corazón latía rápido. La última vez que ella había recibido una carta como aquella fue a los catorce años, justo antes de acabar haciendo seis meses de trabajo comunitario a cambio de no ser arrestada por haber atacado a un molesto humano con fuego.

El resto de ocaciones había sido escoltada pacientemente por los Guardianes hasta la Estación, donde Cindy había tenido que pasarse a recogerla.

Pero ella se había comportado bien aquellas semanas, ¿no? Ella no recordaba haber hecho nada contra la ley, no el último mes.

Con una respiración corta y abrupta, desgarró el sobre.

***

Llovía a mares sobre su cabeza. Era alto, imponente, se alzaba hasta desaparecer en la lejanía, obligando a Melanie a estirar el cuello para poder vislumbrar como este terminaba en una pinta que le recordaba a las torres de los cuentos de hadas. Había miles y miles de ventanas con marcos dorados que destellaban bajo la neblina, con vista a las extensas instalaciones boscosas y elegantes que rodeaban el edificio.

La carta del Dirigente Cho le indicaba a Melanie la dirección de un edificio en medio del Clamarium, un lugar de que ella jamás había oído mencionar, para citarse con Robert Hodges, el Cuarto Director, que nunca había visto.

Aún así Melanie había tomado una rápida ducha, se había puesto las enormes y cuadradas gafas de montura negra sobre la nariz, con una cazadora negra de Cindy y había salido apresurada, los segundos del reloj corriendo a toa velocidad, el cabello suelto cayendo en sus ojos y el bolso café de cruzar golpeándole las caderas.

Había comenzado a llover cuando salió del tren humano, de forma que sus botas de amarrar se habían oscurecido por el agua. Cubierta por una sombrilla que había comprado apresurada en una tienda de segunda mano en medio camino, había llegado empapada al edificio.

El vestíbulo era cálido y elegante, con una colorida alfombra, un mostrador redondo, ascensores mágicos de tonos dorados, pinturas caras y adornos pomposos.

La joven dejó la sombrilla en un paragüero cerca de la puerta y se acercó al escritorio, donde la secretaria mordía distraídamente un lápiz con la mirada perdida tras la puerta de cristal por la que Melanie acababa de pasar.

-Ejem. -dijo Melanie, lo más suavemente que podía. La secretaria dio un salto en su silla.

-¡Por todos los...! -la mujer la miró con sus amplios ojos oscuros y se sonrojó. -Le ruego que me perdone, señorita. ¿En qué puedo ayudarle?

-Recibí una carta esta mañana diciendo que debía reunirme aquí con el Cuarto Director, el señor Hodges.

-Ah, tu debes de ser Ross Hardwicke Godfrey. -dijo la secretaria.

Melanie jamás llegaría a entender la necesidad de los magos de llamar a la gente por su segundo nombre.

-Melanie, Melanie Ross Hardwicke. -la corrigió ella lo más suave que fue capaz.

-Claro, claro. -la mujer le sonrió. -Te están esperando, querida. Sexto piso, puerta número dos.

Asintiendo, Melanie partió hacia los elevadores.

-Bienvenida a Místico, Melanie. -exclamó la mujer al tiempo que el ascensor se cerraba.

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Bueno, soy nueva en esto, así que me gustaría saber opinan!!! Espero que les guste

Raak ¥

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⏰ Last updated: Jun 02, 2013 ⏰

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