CAPÍTULO 10 ~ Hablándole a la luna

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El comedor estaba atestado de turistas, pero eso no significaba que estuviera lleno, sólo que eran pocas las personas coreanas que se encontraban allí, ya que el hotel era una de las máximas atracciones de la isla y uno de los paisajes exóticos más atractivos en materia edilicia y arquitectónica.
Tres largas mesas, decoradas con candelabros y hermosa vajilla fina y muy delicada, con toques de dorado, se ubicaban en el centro del gran salón. Las cortinas se alzaban majestuosas en los enormes ventanales que daban al mar.
DongHae, el único que aún se encontraba solo allí, en ese enorme salón victoriano, cuyo techo estaba a una distancia inalcanzable para cualquier mortal, se acercó lentamente a la ventana más apartada del lugar y miró hacia afuera, hacia la playa, fijando su vista en la profundidad del mar.
No podía creer lo mucho que había cambiado su vida en el último tiempo, era como si de un momento para el otro le hubieran puesto un millón de obstáculos que debía superar en el camino, preparándolo para llegar a la meta, al premio mayor... Y bien sabía él que ese premio mayor estaba a la vuelta de la esquina, más cerca de él de lo que había creído en los últimos cinco años.
El momento íntimo que había compartido con HyukJae, horas antes, lo había dejado completamente sin fuerzas, pero no en el mal sentido, si no que lo había agotado de tanto amor que desprendía su corazón y su cuerpo, tenía muchas ganas de hundir su rostro en el cuello de Hyuk para siempre, fundirse con él y ser uno para toda la vida y, cada vez que pensaba en eso, su corazón se volvía loco, latía como si la vida fuera únicamente HyukJae, como si respirar dependiera de él y de su bella boca, de sus ojos, de su sonrisa de encías que pocas veces había visto en su vida y todas mientras lo miraba a él y nada más que a él; estaba feliz de ser el único que le arrancaba hermosos sentimientos a la persona que más amaba.
DongHae, con su vista clavada en el mar, en ese azul, que era tan profundo como sus ojos, dejó que una dulce sonrisa se dibujara en su rostro y se mordió el labio inferior. Suspiró.
– Espero no estar equivocándome, espero no ser yo quien salga lastimado una vez más – susurró para sí, ladeó la cabeza y observó una de las olas desarmarse contra la costa de Jeju.
– ¡Qué concentrado estás, pequeño! – una voz muy conocida se escuchó detrás de DongHae y cuando este miró por la ventana, al reflejo que estaba detrás del suyo, pudo ver a un alegre y elegante Kim HeeChul.
Volteó y le regaló a su amigo una hermosa sonrisa. El alma de HeeChul se iluminó al verlo tan contento y supuso que lo que Hyuk le había contado era cierto: estaban volviendo a encontrarse y se querían, se querían más que nunca.
El botones suspiró y observó con nostalgia al más pequeño, sintió una alegría infinita y también una presión muy fuerte en el pecho al darse cuenta que no podría llegar a eso nunca más.
– Estoy feliz – confesó Hae. – Hola, Hee.
– Buenas noches. ¿Qué tal ha estado tu tarde?
DongHae se sonrojó y rio muy bajito.
– Ha sido muy cálida – susurró. – Fue la primera vez en mucho tiempo que sentí que mi corazón volvía a latir.
– Lo amas, ¿verdad?
– Aún no quiero ponerle nombre a este sentimiento, simplemente sé que la calidez ha vuelto a mi cuerpo, que me siento un poco menos perdido que antes.
DongHae no le había dicho toda la verdad a HeeChul, ya que el amor se alzaba victorioso en su alma por mucho miedo que le tuviera.
– Espero que ni tú ni él lo arruinen.
– ¿Cómo dices? – DongHae debía admitir que se había sentido ligeramente ofendido por ese comentario.
– No me mires así, no lo dije con intención de hacerte sentir mal – se disculpó HeeChul, quien al parecer era muy bueno leyendo las emociones ajenas.
– Explícate entonces – DongHae puso los brazos en jarras y esperó a que el otro hablara de nuevo. Al parecer, con la vuelta de HyukJae a su vida, una parte de su viejo y pasivo-agresivo yo estaba volviendo a aparecer.
– Lo dije porque tanto él como tú son extremadamente tercos y orgullosos, pude darme cuenta de eso apenas tratándolos durante unas horas. Él quiere hacer creer que es misterioso, pero es un libro abierto y tú eres tan transparente como una copa de cristal reluciente – HeeChul suspiró. – A lo que me refiero es que él es un tonto y se equivoca mucho, pero tú tampoco eres tolerante, deben aprender a escucharse y a convivir con lo que el otro quiere. Está bien pelear y discutir, siempre y cuando no haya mentiras o rencores de por medio, de ser así no podrán volver a ser lo que eran y no podrán salir adelante juntos.
DongHae se quedó de piedra, observando atentamente a HeeChul. Había dado en el blanco, sabía a lo que se refería. Sí, era perfecto para entender a las personas.
Un destello de tristeza en los ojos de su amigo, llamó la atención de Hae.
– ¿Qué es lo que te sucede?
– Nada. Simplemente quiero que sean felices, sin restricciones.
– ¿Qué es lo que te está haciendo tan mal, Hee?
HeeChul suspiró, resignado.
– Tal vez, con un par de copas encima, podría decírtelo.

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