[Veinte] Querido medio

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A esta no quise ponerle extra. Primero por que es una historia real como otra cualquiera, y segundo por que creo que tambien es amor el que siente una madre por su hijo. No será la mejor historia del mundo, pero eso, cuando se trata de un hijo, poco le importa a una madre.

Querida mamá de Sofía:
Oscar dice que la genética no es más que una prueba más de que el humano es maravilloso en todo el sentido de la palabra. Y que a veces tampoco hace falta del todo para que en una familia unos padres quieran a sus hijos, o se sientan como tales. Tampoco estaba muy segura de saber qué hacía. Pero ahora tengo claro que llamarte madre me parece demasiado grande para alguien como tú. Te llamaré... medio.

Hoy hace justo doce años. Volvía de una de mis revisiones. ¿Qué creias, mujer de poca fe, oji-clara y de cabellera rubia? La genética había seguido su curso. Oscar no llevaba bien la idea de quedar solo para alimentar cultivos en un laboratorio. Asi que supongo que como un científico loco como él llegaba a considerarse, no tardaría demasiado en hacer la gran magia (y qué magia, señor...). El caso es que la panadería estaba cerrada cuando yo la encontré. No sé si fue a por el pan y después la invitó a unos caramelos mientras corría, o si de sus zapatos de tacón parecieron emerger un par de turbos de la sola idea de perderla de vista. Y tampoco llega a importarme del todo. Imagino que cuando un dia le pique tanto como para escupirlo, tendré que explicarle "no todas las personas merecen ser llamadas como tal; algunas solo se lo creen", aunque en el fondo me alegre. Y lo haga por que sepa que genética y destino se solapan la una a la otra como si partieran desde el mismo punto. Nada más a fuerza de destino que unos trámites de genética. Mi hija es preciosa, medio. Y eso no va a poder debértelo a ti, por suerte (¿creías que, además, iba a tutearte?).

Oscar se había parado en mitad del paso de cebra de un miercoles por la mañana para agacharse y levantar mi camiseta estirada y gastada de Stromae (antes ese hombre era un nadie, ¿Sabes? Se parecía a ti). Recuerdo tres Dacias rugiendo motores junto a su oreja y otros tantos tras ellos pidiendo explicaciones. Se arrodilló, depositó un beso sobre el pie derecho de su hijo, y le dijo al más malumorado de todos "cualquiera es el mejor lugar para verificar que el tesoro es tuyo aún, ¿sabía?" Y añadió "Antes de llegar a España me quejaba de que la gente celebrara sus pequeñas cosas, por que las mías no tenian sentido".

No supe como. Ni por qué a mi, ni en qué momento. Ni era rubia, ni debía llevar tacones, y seguramente mi pierna no era el mejor lugar al que agarrarse. Pero he de admitir que siempre han podido conmigo los ojos grises, y que los suyos brillaban con cierta retinencia a quedarse sola, habian sido mas fuertes que yo.

No sabes... qué hacer en momentos como esos, ¿sabes? Era consciente de que no se había perdido, y no hizo falta más que mirarle la carita. Había hecho cuentas aquella misma mañana y Oscar iba a tener que llenar más los tanques aquellos para que sueldo le diera para algo. Y yo no era como tú. Yo no debía tener coches caros y gente que me lo hicieran todo, ni mucho menos las tres habitaciones que igual sí merecíamos en un piso que... ¿Te hablo de él? No era el mejor para una niña como Sofía. Pero igual el ambiente se hacía con el hábito. Y donde cabían tres cabían cuatro, ¿no?

A Oscar le hizo más gracia que a mi esa frase. Al parecer en su Argentina eso debía significar otra cosa.

Hoy cumple dieciocho en la casa de la playa que su padre compró para ella después del proyecto internacional en el que subió como la espuma. Tiene amigos, un hermano que se muere por ella, y unos abuelos a los que les sube el azucar cada vez que la rubia pisa su casa en busca de líos y un beso de tarde. Su mano biónica funciona a la perfección y sus compañeros dicen que que suerte tuvo de ser diestra y perder la izquierda. No lo sabe aún, pero a uno de ellos no le importa tal cosa en lo más mínimo para quererla como lo hace. Un futuro químico como su padre. Parece que la genética siempre vuelve a intervenir aunque no se lo pidamos.

Y el caso era... que no tenía idea de donde vivías. Ni qué estarias haciendo. Ni qué pensarías de mi, ni si aún te acordarías de ella o si ya sería cosa del pasado. Y tampoco sé ahora si llegarás a leer o si esta carta quedará en la basura. Pero sentía que si no lo decía ahora no sería capaz de hacerlo nunca. No podría llamarte persona, para mí eso queda fuera de lugar. Pero me gustaría agradecer tu genética, medio. Tu maravillosa y alucinante genética.

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