Dia 31

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Los días pasan más rápidos desde que la conocí. Marta y yo, al contrario, avanzamos lentamente en nuestra relación. Todo con ella va despacio, calmado, como los pasos de un escalador, afanzando cada uno de ellos, levantando un pie sólo cuando sabes seguro el otro. Me gusta. El resto de cosas parece ir demasiado acelerado. Las noticias fuyen veloces por los medios de comunicación. Los programas expertos en atontar a la población con sus estupideces, mentiras y engañabobos ya hacen emisiones especiales. Hablan de asesinos en serie. Llevan a sus mesas redondas grandes expertos en psicología, criminología y tontería, para hablar del asesino de mujeres. Porque sólo cuentan a las mujeres: la chica de la foristería, Lorena, y la camarera. Nadie habla del capullo degollado y mucho menos mencionan como víctima al resto humano al que tuve a bien dar fn para evitar su inminente agonía.
Estoy comiendo en un restaurante cercano a la ofcina. Me acompañan dos de mis compañeros de mesa, además de la muñeca perfecta de administración, a la que todos se quieren tirar, y el capullo de contabilidad. Hemos bajado a comer bastante tarde. Malditas reuniones. La televisión emite uno de esos programas. Todos parecen putos expertos en asesinos. Dan un número de teléfono para ayudar a la policía. Si alguien tiene alguna pista, pueden llamar al número que aparece en pantalla, dice la presentadora con voz seria. Intento que no se me escape una carcajada cuando lo veo. Imagino al inspector. No creo que esté de acuerdo con eso. Ese tipo es un grosero, pero no un capullo tan inepto como para hacer esta estupidez. Es un maldito espectáculo televisivo y la gente lo cree. Es patético.
Todos los comensales están absortos escuchando las opiniones de los entendidos en la materia. Uno de los fantoches invitados al programa vomita su opinión sin ningún tipo de reparo: seguramente el asesino o asesinos, porque aún no hay nada seguro, sean personas completamente asociales, solitarias, posiblemente desocupadas y con sufciente dinero para vivir sin trabajar. El contable asiente la afrmación con la cabeza. Comenta algo de que si él tuviera al asesino a la cara le reconocería en seguida. Tiene un sexto sentido para la gente mala. Todos sonríen ante la afrmación del capullo de contabilidad y éste, herido en el orgullo, explica cómo una vez evitó sufrir un atraco sólo viendo la cara del atracador. Salió del establecimiento antes de que ocurriera porque lo supo al verle la cara. Gilipollas. Otro de los presentadores del programa está completamente de acuerdo con su colega. Además, añade la posibilidad de que el asesino sienta cierto deseo de ser mujer, de ahí el odio exacerbado hacia el género femenino, dada su incapacidad de transformación completa. Un comienzo de carcajada sale de mi boca, pero lo detengo justo a tiempo. Imito que me he atragantado con algo. Toso. Todos me miran ahora. Cuidado tío, o no hará falta que te mate el psicópata. Es la puta voz del maldito engominado con coche nuevo y caro, que hace así su presentación en el restaurante. Joder, lo que me faltaba. Le hacemos un hueco para que pueda comer con nosotros. Después, con aire de interés, sigo escuchando mi perfl psicológico expuesto por los expertos tertulianos circenses que, creo recordar, la semana pasada eran expertos arquitectos que comprendían perfectamente los entresijos de la profesión.

Yo psicópata, diario de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora