Ya no puedes ver más a Shima

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-¡Akira tenemos que hablar! –Casi gritó el señor que sólo de verlo. Vestía un traje gris de una calidad excelente que le dejaba ver su obvio estatus de clase alta

–No tengo nada que decir padre – Habló pausadamente, haciendo énfasis para llegar a un tono exageradamente insolente.

El muchacho de apenas diecisiete, tenía el cabello de un negro inigualable, ya vestía un típico uniforme de preparatoria, sus rasgos eran finos y una nariz pequeña.

–Yo tengo muchas cosas que decirte –Amenazó el padre –hablaron otra vez del instituto ¡Ya no sé qué hacer!

–Ah, era eso –pareció aliviado

–¿Qué más hiciste?

–Ya que no tienes nada que decir, me voy

–¿Crees que es cualquier cosa? Yo...

–¿Sabes todos los contactos que tuve que mover para que siguieras estudiando? –Se burló, suponiendo las palabras que su padre le diría

–No te importa nada, ¿verdad? –preguntó hinchado de rabia. –Akira, no te entiendo. Explícame qué fue lo que te pasó. Tenías planeada tu vida. Perdiste algo pero no sé qué y quiero ayudar porque sé que tengo un buen hijo que está dentro de ti. –para entonces, Akira ya se había dado la vuelta para salir del lujoso cuarto de estudio. Atravesaba la biblioteca a grandes pasos para salir rápido.

–Nunca volveré a ser así –dijo con amargura, sin voltear a ver como su padre, mientras se masajeaba las sienes se le resbalaban unas lágrimas.

Los padres de Akira, desde años atrás, estaban completamente marchitos de ver el dolor que tenía su hijo. Se fueron marchitando poco después que su hijo, siguiéndole los pasos y viéndolo cada vez peor. El padre de Akira era muy compasivo con su hijo, tal vez demasiado, llegaba a consentirlo en lo que al adolecente se le ocurriera, esperando alegrarlo un poco. Su madre era una mujer cariñosa que un poco más en secreto, rogaba para que su hijo volviera a ser él mismo. Podría decirse que su familia lo apoyaba y acompañaba en su dolor. Sin embargo...

–Sabes que por eso tus papás me adoptaron –dijo una voz grabe a espaldas de Akira

–¿Vienes a recordármelo de nuevo?

Volteó a ver al pequeño rubio de ojos azul blanquecino, pensaría que son pupilentes si no conociera a Takanori desde hace tantos años. Tenía un aspecto revoltoso, con los pantalones rasgados color negro, una camisa a cuadros de diferentes colores y encima una chaqueta de cuero que por dentro se veía rosa. Independiente de sus ropas, su pequeño hermano tenía varias perforaciones en la oreja izquierda, incluso una expansión. Irónicamente aun así, era el hijo perfecto. Akira prefería pensar que cualquiera sería mejor hijo que él.

–Sí. Yo soy todo lo que nunca serás – se balanceó en la puerta –soy el hijo modelo. Lo que ellos esperan –Se llevó las uñas dejándolas a unos centímetros de la boca y soplarlas con poca fuerza – Pensándolo bien –Levantó las cejas –deberías agradecerme. No tienes que esforzarte, yo lo tengo controlado –resolvió haciendo énfasis en la última palabra.

–Si realmente lo tienes controlado ¿por qué padre sigue insistiendo? –vio un poco estrés en el pequeño incluso como se borró rápidamente la sonrisa –sí, eso es... no eres su hijo

El pequeño hinchando sus mejillas cada vez más rojo, contestó

–Al menos los apreció, Akira, realmente aprecio a quien me aprecia como su hijo y tú qué. Son tus padres pero soy yo quien llena ese vacío

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