8. Cuidarte

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—¡No puedes hablar con él! ¿Entiendes? ¡Al único que debes mirar es a mí! ¡Con el único que te debes relacionar, es conmigo!

—¿Quién te crees para decirme estas cosas? ¿Ah?— Golpeé su pecho repetidas veces. Él castaño ni siquiera se movió.

No podía creer que tenía a Harry frente a mí haciéndome una escena de celos, ¡era inaudito! apenas lo conocía desde hace un par de semanas, ni siquiera eramos pareja, joder. Sólo nos estábamos conociendo.

—¿Cómo sabes que estuve con Louis en esa exposición? Tú ni siquiera estabas ahí.

—Oh, cariño...— Harry río, acercándose peligrosamente a mí para después tomar mi mentón de una manera muy poco elegante —Se todos tus movimientos. Incluso si crees que no estoy ahí, te estaré vigilando siempre.

—¿Por qué?— Grité, apartándolo de mí y tomándolo por sorpresa. Quizás él pensaba que tomándome por el mentón así lograría intimidarme. Como si nada hubiera pasado, me volvió a tomar, esta vez más bruscamente, casi haciéndome daño. —¡Tú no tienes derecho a hacer eso! ¡No lo tienes! ¡Tú no eres nadie, no te pertenezco!

—Dulce Kiera... me perteneces desde el momento en el que pisaste este departamento por primera vez.

Me desperté de manera brusca, encontrándome con soledad y oscuridad a mi alrededor, y nada más que eso.

Bueno... eso pensé hasta que mis ojos decidieron ver hacia la puerta de mi habitación, encontrándome con Gemma una vez más, de pie frente a ella y mirándome fijamente.

Sus ojos, completamente negros. Ya no eran de ese color esmeralda, como los de Harry. Estaba... oh Dios. Gemma estaba llorando sangre. Y ni siquiera se inmutaba. Su vestido blanco, arruinado por grandes manchas de sangre y suciedad.

No pude evitar soltar un grito. Un grito de puro horror y desespero.

—¡Déjame en paz!— Le grité, cerrando los ojos y esperando a que se fuera, a que me dejase tranquila.

Entre la actitud de Harry ayer, la pesadilla que acababa de tener y este espíritu tratando de jugar con mi mente. Estaba completamente agotada e irritada.

—¿Qué rayos sucede?

De pronto, Harry se encontraba frente a mí. Genial, otro sobresalto para Kiera.

—Esa niña de nuevo...— Traté de calmarme a mí misma. No quería que Harry me viera temblando y llorando, no necesitaba su lástima —Lo siento si te desperté.

—Deberías bloquear la puerta más seguidamente. No estamos en esos barrios ricos donde nada sucede, podrían robarte en cualquier momento.

Gran apoyo moral, Styles. Creo que es la única persona que aumentaría tus miedos en vez de apaciguarlos cuando te encuentras mal.

Todavía no podía decir que él era un chico extraño, pero sí un personaje bastante particular.

—Todo está bien— Se sentó a mi lado. Y entonces comenzó a acariciar mi espalda.

¿Qué sucedió? ¿Se olvidó de que me ignoro el día anterior?

—¿Tú... la has visto? Dime que sí— "Quiero confirmar si no estoy loca", quise decir. Pero no me atreví.

—No, Kiera. No sé a qué te refieres, nunca he visto a una niña así.

—Debería volver a ver a la doctora Simmons. Ella me entendería— Sacando un nivel de confianza que antes no había en nosotros, abrace a Harry casi inconscientemente. Él me devolvió el abrazo. Su rostro no demostraba ninguna expresión, pero su agarre en mi era fuerte.

—¿Quién es la doctora Simmons?

—Uhm...— Me zafe de su agarre —Ella me atendía antes de mudarme aquí. Era mi psicóloga.

—¿Por qué ibas a una psicóloga?

—Tengo acuafobia— Admití —. Bueno, no es como si no me bañara o no me lavara las manos, simplemente no soporto ciertas cosas relacionadas con el agua. Mares revueltos, charcos, que me caigan gotas de agua encima...

—Goteras— Terminó la frase por mí.

—Sí...

—Deberías hacer que reparen la que tienes aquí.

—¿Qué? Harry, un experto se encargó de eso la semana pasada.

Levanto su dedo índice, señalando la gran gotera en el techo, la cual había estado mojando el cesto de ropa sucia.

Sentí mi pulso acelerarse, al notar como el flujo de agua era mayor al de la última vez. Otra vez no.

Instintivamente, me acerqué más a Harry, y éste me rodeó con el brazo.

—A veces sólo desearía poder irme de aquí, a un lugar seguro.

Su agarre en mí se apretó.

—No creo que sea la decisión correcta— Carraspeó su garganta —. La manera de eliminar los problemas no es evadirlos, si no enfrentarlos.

Por un momento pensé si él había aplicado su propio consejo antes. Bueno, ayer lucía muy molesto conmigo, y decidió pasar de mí.

Aunque muy independientemente de si él seguía sus consejos o no, tenía razón.

—No puedo pagar un psicólogo de nuevo.

—Tengo un amigo que lo es, podría hacerme el favor— ¿Hacerme, dijo? —. Si tengo que pagarle, lo haré.

—No puedo aceptar eso. ¡Debe ser muy costoso!

—No importa. Necesito que al menos tú tengas una mente sana.

—Pero...

—Eres una persona a la cual vale la pena cuidar.

Todo sucedió muy rápido. Es como si de algún modo sus palabras, con su voz baja y ronca sonaran muy seductoras para mí. Música para mis oídos, de hecho. Siempre amé las voces roncas.

Entonces su agarre se suavizó, sus manos bajaron a mi cintura.

Y entonces, me besó.

Harry Styles me besó.

Y yo no lo estaba —ni en lo más mínimo— deteniendo.

Turbid Waters → stylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora