Prólogo

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Thalía

Los periodistas ya están en frente de la casa en la que alguna vez viví y cada vez llegan más. El señor McCall está parado en el centro del alboroto y los micrófonos están desde su cintura hacia arriba.

La calle esta abrumada: los autos de los canales de televisión la llenan, mientras sintonizan el caso que siguen desde su comienzo. Ellos están logrando que los vecinos llamen al cuartel de policía por ocupación de sus estacionamientos. Algunos de ellos, ni siquiera pueden sacar sus autos y recurren a otros medios de transporte por el apuro de llegar a tiempo a su trabajo.

El señor McCall, siempre había sido un respetado vecino hasta que se supo que cometió un delito: abandono a su hija "Sabrina McCall", menor de edad, en plena calle. Según él, la pequeña se había vuelto loca y lo peor era que no poseía pruebas para que se pudiera investigar el caso.

Sabrina McCall mira todo desde el otro lado de la calle e interiormente se ríe de forma cínica. Observa como su padre se enfrenta a esos periodistas, dando su testimonio, pero no hay pruebas para que estos le crean, porque Brina era muy inteligente y había logrado eliminar todas las pruebas que poseía su padre antes de la llegada de que las fuerzas especiales, solo con un fósforo y aceite en mano. Eso sin contar que tuvo que eliminar las cámaras que se encontraban en su escuela.

«Antes de que puedas decir okey, estarás muerto y nadie sabrá quién te mato».

Y allí Sabrina recordó como todo comenzó...

La Hija Psicópata (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora