Capitulo 6: De fiestas a medianoche y piscinas climatizadas.

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CAPITULO 6: De fiestas a medianoche y piscinas climatizadas.

Juro por Dios que aquel fue uno de los momentos en los que más deseé poder usar mis poderes delante de humanos.

Porque no, tratar de hacer un pastel de cumpleaños decente no parecía encontrarse entre aquellos casos excepcionales en los que si nos permitían hacerlo.

¿Y qué hacía yo, con los brazos hasta los codos llenos de masa, en una casa ajena y luchando contra el fondane?

Suspiré mientras miraba a Lucy tratando de apagar un pequeño fuego que ella misma había provocado (a partir del cuarto incendio accidental dejas de preocuparte) y a Audrey subida en una escalera de mano, haciendo equilibrios junto a Nina para colgar una gran pancarta en la que se leía <<¡Felicidades, Alexander!>>

Cuando Lucy me lo propuso la primera vez, un día después de dejar solo a Alexander en el bosque, me negué sin pensarlo. Pero esa tarde... Digamos que mi queridísimo hermano me había puesto veinte dólares en la mano, una chica dentro de su cama y me había echado a mí de casa.

Y cuarenta minutos más tarde estaba frente a la casa de la abuela de Alexander, con mis dos mejores amigas una a cada lado y picando al timbre del chico al que había dejado tirado.

Me habían encargado a mí y a Lucy la tarta, a Nina y a Audrey la decoración y Rod se había adjudicado la lista de invitados, lo que significa que se pasó dos horas tirado en el sofá hablando por teléfono.

Porque era una fiesta sorpresa, por supuesto. La abuela de Alexander nos había dejado su casa, y era francamente preciosa. Y enorme. Contaba con dos pisos y un gigantesco patio trasero dónde se encontraban un invernadero y una piscina cubierta.

Yo le había mandado un mensaje a mi madre diciéndole que me quedaba a dormir a casa de Audrey y mi hermano, que sabía a dónde iba realmente, había prometido cubrirme.

-¡Las ocho! -chilló Nina de golpe. -¡Todos a sus posiciones!

Lucy y yo nos agachamos bajo la mesa de la cocina, Rod se escondió detrás de el sofá y Nina y Audrey se cubrieron con las cortinas del salón.

Unos segundos más tarde oímos el chasquido de la cerradura al abrirse y todos saltamos hacia Alexander, que nos miraba con una media sonrisa.

Nina y Rod se abalanzaron hacia él enseguida y se encargaron de llenarlo de besos, abrazos y pellizcos en la mejilla.

En cuanto se separaron, él dijo:

-Sabéis que se os veía desde la calle, ¿no? A través de las ventanas.

Nina se llevó un par de dedos a los labios.

-Oh. Mierda.

Alexander estalló en carcajadas y nos dio las gracias a todos, aunque evitó mi mirada. Supongo que debía estar preguntándose qué diablos hacía yo allí. Yo misma me lo preguntaba.

-El pastel aún no está, me temo-dijo Lucy. Él nos miró a ambas. Íbamos hechas un desastre. Las medias de rejilla de Lucy estaban manchadas de harina, llevaba el pelo recogido en una coleta deshecha y parte del borde inferior de su camiseta algo quemado. Yo, por mi parte, no presentaba mucho mejor aspecto. Tenía mi mata de pelo castaño recogida en un moño desordenado, la falda llena de azúcar glasé y el top que me había prestado Audrey hecho un desastre.

-No importa, pediré una pizza y le ponemos velas-dijo él, cogiendo el auricular del teléfono.

Lucy alzó las manos.

-¡No! ¡Yo me ocuparé de esa tarta! -exclamó, y se escabulló de nuevo en la cocina, cerrando con un portazo. Poco después volvió a asomar la cabeza, con una sonrisa traviesa. -Pero pide esa pizza. Y te toca ocuparte de Periwinkle, mendrugo. -añadió, lanzando al bebé en dirección a Rod. Este lo agarró por los pelos y Alexander y yo intercambiamos una mirada. No habíamos olvidado nuestra apuesta.

Abracadabra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora