Topiro

La fruta...

Topiro

Era el topiro una receta inventada por Don Francisco a edad temprana, tenia únicamente 17 años cuando se le ocurrió la idea de hacer la bebida. Estaba sentado en el patio de su casa disfrutando de un dia soleado en Adjuntuano, ese sol compasivo que ofrece únicamente el calor necesario y que no agobia ni desespera. Estando sentado allí sin hacer nada, de momento vio que el árbol de frutillas estaba en cosecho y la fruta se veía tan apetecible que fue a coger algunas para comerlas. Recogió todas cuantas pudo y comenzó a comerlas sin cesar, le gustaba sentir la sensación de agri-dulce. Disfrutaba tenerlas en la boca por un rato y sentir que la fruta misma se deshacía en su lengua. Estando envuelto en sus pensamientos y disfrutando el manjar que tenia en sus manos y en su boca se le ocurrió que nunca nadie había hecho una bebida con esta singular, deliciosa y agradable fruta.

Fue corriendo a su casa y comenzó a moler la fruta para sacar de ella jugo puro para ligar con otros ingredientes, aunque todavía no sabia cuales. La frutilla es una fruta pequeña, es como tener un ramillete de uvas del tamaño de un botón, está compuesta de muchas cabecitas de alfileres todas unidas para formarla. Parece una fresa pequeña y alargada, y se recoge en ramilletes del árbol. Comienza verde y cuando madura toma el color morado, mientras mas moradas están, mas ricas son.

Y Francisco comenzó el proceso de preparación de una bebida nunca hecha, comenzó claro con un poco de agua, pero no cogió agua de la tubería. No señor!

Fue caminando al riachuelo que se situaba en la finca de sus padres, caminó por largo rato en contra de la corriente buscando un ojo de agua que recordaba estaba por allí. Lo había visto de casualidad un día que subía con su padre por la vereda del riachuelo luego de acompañarlo a abonar una cuerda de plátanos de la finca. Aquel día, diez años atrás, venia entretenido cogiendo flores para regalarle a su madre y sin querer se desvió del camino. No sintió miedo porque, aunque lejos, escuchaba el silbido de su padre al caminar.

Y cuando se inclinó para coger una margarita del camino encontró entre sus manos agua fresca de manantial y sintió sed y tomó agua. Era el agua que tomaba tan rica como no había probado ninguna, fría aunque viniera de la misma falda de la montaña y refrescante como la brisa.

Luego de saciar su sed aligeró el paso y regresó con su papá, prometiéndose que volvería para tomar de la rica agua que había encontrado. Y por muchos días, que luego se convirtieron en años, se decía que volvería, pero por razones ajenas a su voluntad, además de la vagancia misma, no había vuelto por allí.

**continuara**