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El murmullo continuo en los pasillos de la universidad, disminuía a medida que los alumnos se iban desperdigando hacia el mundo exterior. A pesar de todo, Eva Lightstorm caminaba sin prisa charlando con su amiga.
Al pasar a su lado, más de uno se giraba a mirarlas con disimulo. La cazadora fina de cuero marrón sobre la blusa blanca que llevaba, los jeans desgastados y las botas marrones con punta y tacón, la daban un aspecto fantástico. Aunque no podía afirmar si se volteaban por ella misma o porque su acompañante estaba igual de impresionante.
Cuando en el jardín de infancia, en pleno recreo, Robert Hellín les propuso matrimonio a ambas, nació entre ellas cierta rivalidad. Pero al descubrir al pequeño granuja agarrado de la mano de Johana esperando su turno para lanzarse por el tobogán, lejos de enfadarse, decidieron rechazarle juntas. Ninguna se hubiese atrevido a asegurar que la amistad que nació en sus primeros años de educación, iba a durar tanto tiempo. Ahora, Robert Hellín había quedado relegado al olvido del pasado, mientras que ellas aún se tenían la una a la otra.
A medida que caminaban a ritmo lento por esos pasillos, no dudaban de que el destino las había unido para ser amigas hasta que la muerte las separase. Juntas, habían superado el jardín de infancia, primaria, secundaria, el primer amor, el primer desamor e incluso los celos típicos que habían visto entre sus amigas. Lo que no estaban tan seguras de superar, eran más fines de semana en casa estudiando para otro estúpido trabajo de clase.
—Tiene que haber alguna forma de subir nota —comentaba Eva con la desesperación plasmada en su cara —Es que tú no lo entiendes, imprimí casi setenta páginas con lo mejor que se ha escrito nunca sobre Sócrates. Aún no puedo creer que el cabrón me lo haya puntuado tan bajo.
—Te avisé que no era buena idea sacar todo de internet —el tono irónico en la voz de Clara era más que evidente —Deberías haber aprovechado para intentar meter alguna idea tuya. Alfred es muy exquisito con su materia y siempre anda diciendo que nos olvidemos de Wikipedia.
— ¿Y ahora qué debería hacer?
Antes de responder, Clara hizo una mueca socarrona mientras restaba importancia al asunto con un gesto de la mano.
—Yo probaría a pedirle otro trabajo con un buen escote.
La sonrisa de Eva adornó su cara mientras devolvía el saludo a una chica que pasó a su lado de la que ni se acordaba.
—Claro, pero es que yo no soy una buscona facilona como tú —el sonido de la risa sin malicia de su amiga llenó el pasillo —A lo mejor sí que debería hablar con él. Podría contarle alguna tontería para ablandarle un poco y… —la frase quedó cortada cuando su cara se estrelló contra unos duros pectorales que le dieron la impresión de ser de piedra.
El golpe la desequilibró y los libros que tenía en los brazos, salieron volando a la vez que caía al suelo de una manera aparatosa y humillante.
—Mira por donde andas —el gruñido chulo y prepotente, provenía de un chico allí plantado que debía rondar los veinticinco, quizás veintiséis años.
A pesar del encontronazo, el muchacho ni se había inmutado. El pelo castaño le caía sobre la frente de manera casual y estaba allí quieto, dirigiéndola una dura mirada con esos ojos grises llenos de desdén como si se hubiese interpuesto en su camino a propósito. Aunque lo cierto era que ella estaba mirando por donde iba. Había sido él el que apareció tras la esquina de improvisto como un tanque en mitad de la calle.
Eva dejó escapar un lastimoso gemido frotándose con la mano la parte dolorida, mientras esperaba a que le ofreciese su ayuda para levantarse.
— Será gilipollas —murmuró impresionada cuando vio que en lugar de hacerlo, siguió caminando indiferente — ¡Imbécil! —chilló.
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El secreto de Daniel
RomanceEva Lighstorm, tiene una vida de ensueño. La belleza la ha bendecido, la inteligencia le ha tocado y el dinero mana como si nunca fuese a parar. Todo en su mundo es perfecto hasta que se tropieza con Daniel, un misterioso y atractivo muchacho que pr...