Capítulo 9 - Aniquilación

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Era el décimo día del Festival de Adviento, y todo parecía normal. Y gracias a que no había dejado de nevar, la ciudad se convirtió en un hermoso mundo de plata.

Un par de soldados de Tristain patrullaban la ciudad, cuando uno de ellos dijo al otro:

―Oye, ¿no son de la unidad de patrullaje de Rossa?

―En efecto. Pero, ¿qué están haciendo aquí?

Uno de los colegas del grupo de patrullaje estaba de pie delante de la posada y hacía algo de manera sospechosa.

―¡Hey!― gritó el soldado. Sin embargo, no hubo respuesta. Ellos simplemente siguieron trabajando en silencio.

―¿No es eso una bolsa de pólvora?― Murmuró con voz apresurada. Y, de hecho, unos cuantos sacos de pólvora fueron colocados allí.

Los soldados de la unidad de patrullaje de Rossa empezaron a meter las bolsas en la posada.

―¡Oye! Ésa es una posada, no un almacén. Los soldados de la unidad de Navarra se albergan ahí. Es demasiado peligroso que metan cosas que podrían explotar fácilmente en su interior.

Se acercó y tocó el hombro del soldado. Pero la cara que vio al darle la vuelta lo sorprendió. Era un rostro inexpresivo y sin alma. Sintiendo que algo malo había en ese rostro, el guardia levantó su lanza.

―¡Oye! ¡Coloca la bolsa en el suelo! Coloca...

En ese momento, otro soldado sacó una pistola de su cinturón y le disparó al guardia, mientras el otro guardia trató de huir, gritando. Sin embargo, una daga, lanzada por el primer soldado, atravesó su espalda, por lo que el guardia cayó al suelo.

Entonces los soldados en silencio regresaron a colocar las bolsas dentro del hotel.

Luego se colocó una mecha y se encendió.

Después de unos segundos, con una enorme explosión, la posada fue completamente destruida y todos los soldados que estaban ahí fueron aniquilados.

Ubicados en el primer bloque de la ciudad, en el segundo piso de la posada, los líderes de las Fuerzas Aliadas estaban discutiendo la futura estrategia de invasión.

―La tregua terminará mañana. El transporte de las provisiones debe ser terminado esta noche.

El Jefe del Estado Mayor Wimpffen informó mientras miraba el pergamino que se encontraba sobre la mesa.

―Por eso, finalizará sin ningún contratiempo. Sin embargo, pensé que durante la tregua Albión trataría de dar un ataque sorpresa...

―¿Tú crees que el enemigo no tiene los mismos problemas? Ellos necesitaban ganar algo de tiempo debido a que sus preparativos no estaban completos. Es por eso que aceptaron la tregua con tanta facilidad...― Dijo el Marqués Handenburg melancólicamente.

Wimpffen lo vio con una mirada penetrante, de modo que De Poitiers se interpuso entre los dos. Como comandante principal comprendió la necesidad de amortiguar los conflictos de los generales subordinados.

Pero, entonces... alguien llamó a la puerta.

―¿Quién es? Estamos en un consejo militar― dijo Wimpffen.

―Una entrega de la familia real. Llegó esta mañana.

La entrega era una preciosa canastilla donde las armas reales habían sido talladas. Una carta con el sello del Ministro de Finanzas se adjuntaba a la misma. En el momento en que la vio, el rostro de De Poitiers cambió, por lo que empezó a leerla rápidamente. Y después de terminar la lectura, De Poitiers murmuró alegremente:

Zero no Tsukaima #7 "Pentecostés de plata"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora