Capítulo 10 - El sitio del Valor

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En una pequeña colina dibujada en el mapa... El amanecer trajo luz a la oscuridad. La vista se expandió lentamente, y los pastizales se hicieron más y más grandes.

Esto se mostraba en el mapa, una zona rural aproximadamente a 150 leguas al suroeste de la ciudad de Saxe-Gotha, allí finalmente había llegado Saito después de una noche entera de cabalgata.

Una excitante luz lo cubrió. A pesar de que había estado viajando toda la noche, su espíritu de lucha y su fatiga fueron restaurados por la luz del amanecer.

A través de la niebla de la mañana, lentamente y acompañado con un temblor en la tierra, un gran ejército apareció.

Saito se levantó y golpeó con su mano al caballo que había montado. La bestia, que estaba masticando la hierba, de repente se sobresaltó y huyó en la dirección por donde había venido.

―¿No vas a utilizar al caballo?― Preguntó Derflinger sobre el hombro.

―Ese chico también tiene una vida... no es sólo un instrumento.

―Tienes un buen corazón, compañero.

Saito le preguntó a Derflinger:

―¿No dijiste antes que Gandalfr era capaz de defenderse solo contra mil enemigos? ¿70,000 no deberían ser un problema, cierto?

―Eso es lo que dicen, pero es sólo una leyenda, por lo que la gente tiende a exagerar. No te pongas demasiado optimista, en realidad, probablemente eran menos de mil.

―... ¿Por qué eres así? Mentirme de esa manera. Si me mentiste, no me digas la verdad. Ya somos tan buenos como muertos, así que al menos miente hasta el final.

En el horizonte de los pastizales pudieron ver el ejército avanzando. Aunque era un ejército de 70,000, debido al hecho de que no estaban avanzando juntos, no parecía ser tan grande. Pero en realidad, los 70,000 estaban allí.

Soldados empuñando sus armas, magos armados con hechizos, cañones, semi-humanos como orcos y trolls, Caballeros Dragón... caballeros montados en bestias fantasmales.

No faltaba ninguno, los 70.000 estaban allí.

Saito preguntó con una voz temblando de miedo.

―Ah, ¿por qué tengo que arriesgar mi vida en atacar a esa muchedumbre?

―¿Por qué estás preguntando algo tan obvio? Es porque nuestros barcos tienen que retirarse, por lo que tenemos que ganar tiempo.

―No... no estoy hablando de eso... Pero olvídalo―Saito soltó un suspiro. ―La última vez fui salvado por el topo de Guiche, pero esta vez no hay forma de que podamos escapar.

―No, no podemos. Sin importar qué, sólo ataca. En una situación como esta, no importa en qué dirección, atacar es lo mismo. Apunta al oficial al mando, la cabeza caerá y el cuerpo entrará en caos. Probablemente puedas ganarles un día.

Saito asintió, sosteniendo a Derflinger con fuerza. Las runas en su mano izquierda comenzaron a brillar.

―Déjame decirte algo, Derflinger.

―¿Qué cosa?

―¿Puedo contarte una historia de mi infancia?

―Claro.

―Una vez vi a una anciana siendo molestada por unos tipos cerca de una estación de tren, debido a que la anciana chocó con uno de ellos. Pero en ese momento yo sólo era un niño, no podía detenerlos incluso si quisiera, por lo que sólo me quedé parado y miré. En ese momento pensé, si sólo fuera un poco más fuerte, pero al mismo tiempo, también suspiré por alivio. Porque incluso si fuera más fuerte, no había garantía de que hubiera ganado.

Zero no Tsukaima #7 "Pentecostés de plata"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora