Capítulo 13: Complot

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Cuatro guardias de Arendelle se habían refugiado en una cueva cercana. Habían emprendido la expedición con tres compañeros más, pero al encontrar el camino bloqueado por una extraña tormenta se habían separado para encontrar otra ruta o alguna otra pista sobre la reina. Su misión era encontrarla e informar al príncipe Hans, llevarla hasta Arendelle o rogarle que detuviera el invierno. Estaban algo inquietos, pues se les empezaban a agotar las provisiones. Tampoco sabían muy bien que harían cuando se encontraran con la reina; Hans les había dado órdenes claras y concisas, entre ellas estaba no dañar a la reina, pero ¿y si les atacaba? ¿y si sus vidas llegaran a correr peligro? o simplemente ¿qué podrían decirle a la reina una vez la encontraran? ¿y si se negaba? ¿que podían hacer ellos?

- Necesitamos más provisiones - el guardia tenía expresión seria, pelo castaño y largas patillas.

- No hace ni dos semanas que fuimos a Arendelle a por más - contestó el más delgado.

- ¿Estás seguro? Yo tengo la sensación de que llevamos aquí años. O a lo mejor es que vosotros dos no lo notáis porque os habéis hinchado la panza en Arendelle - el hombre, alto, fornido y con un gran bigote, acusó mal humorado al guardia delgaducho y al guardia rubio que estaba intentando encender un fuego. Éste último, ante la acusación, se puso en pie.

- No os atreváis a juzgarnos cuando fuisteis vosotros dos los que insististeis en quedaros aquí haciendo guardia. Si tanta hambre y frio tenéis conocéis el camino a Arendelle. Bastante tenemos ya todos como para oís vuestras quejas - dicho esto tiró la rama que tenía en la mano y salió de la cueva.

- Menudo imbécil - comentó el de patillas.

- No es el mejor momento para discutir entre nosotros - dijo el más delgado -, debemos permanecer unidos... y cuerdos.

- Ni siquiera tiene sentido que sigamos vigilando esta zona ¿Crees que la tormenta se va a disipar por arte de magia?

- No soy un experto de la magia ni del clima, pero a mí esa tormenta localizada me parece bastante mágica.

- Pamplinas - bufó el guardia de grandes bigotes -, supersticiones campesinas. Tendríamos que estar fuera buscando a la reina y no aquí esperando un milagro.

Hubo un breve e incómodo silencio.

- ¿Sois nuevos en la guardia verdad? No recuerdo haberos visto - preguntó el delgado .

- ¡Oh, por el amor del cielo! -exclamó el de patillas - ¿Es que no te callas nunca?

El guarda rubio entró veloz y jadeante en la cueva.

- ¡La tormenta se ha disipado!

Los soldados se dirigieron rápidamente a la zona donde estaba la tormenta. Y no fue poca su sorpresa al ver los inmensos muros y los picos del tejado del palacio.

- Es increíble -dijo el más delgado.

- Es brujería - contestó su compañero rubio-. Un grupo debe informar al príncipe Hans, otro debe ir a hablar con la reina.

- Yo hablaré con ella - se ofreció decidido su menudo compañero.

- No, tú eres el más rápido de nosotros, deberías ir a Arendelle a informar al príncipe.

- Yo también soy rápido, iré con él - dijo el de patillas.

- Bien. Nosotros hablaremos con la reina y esperaremos los refuerzos... si son necesarios.

Cuando la pareja de guardias ya se hubo alejado, el guardia rubio y el de bigote se ocultaron tras unas rocas, cerca de la gran puerta del muro de hielo.

Hielo y Escarcha ❆Jelsa❆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora