"I'm not your puppet"- Aquí tienen, disfruten de su compra.- dije tendiendo la bolsa con ropa en su interior, la cual agarraron agradecidos. Era pronto por la mañana y hoy era un frío día, debido a la niebla espesa que invadió todas las calles de Londres, aunque se trataba de algo normal en esta parte del Reino Unido. La luz del alba se colaba por las ventanas de la tienda, tiñendo de tonalidades rojizas y anaranjadas todo el local.
Decidí ir al almacén y organizarlo, puesto que ayer había llegado el camión con la nueva temporada de otoño y todavía quedaban bastantes cajas por ordenar.
Estaba exhausta, aquella noche no había dormido nada... Pensando en tantas cosas y a la vez en nada. Cautivada mirando el techo de mi habitación sin poder conciliar el sueño. Aunque de todas maneras, tampoco era algo extraño, ya que sufría insomnio desde que era muy pequeña y las pesadillas no hacían más que atormentarme. Mi abuelo solía decirme que la imaginación es nuestra mayor enemiga; nos hace perder la noción de la realidad y nos consume lentamente. Muchas personas se dejan llevar tanto por ella que acaban perdiendo la cabeza y viviendo en un mundo irreal. Pero, ¿Cuándo es el momento donde la imaginación ataca? Por la noche, cuando todos tus demonios son libres y aprovechan la ocasión para meterse dentro de tu mente y abrumarte.
De un momento a otro, escuché un leve golpeteo en la puerta del almacén. Supuse que era Liam, ya que éramos los únicos con permiso para entrar aquí.
- Elisabeth, ¿Puedo entrar?- preguntó a lo que yo respondí un simple sí. Entreabrió la puerta y asomó su cabeza, al percatarse de que estaba aquí, se escabulló dentro cerrando la puerta tras él.- ¿Te encuentras bien? Llevas unos días bastante... Rara. Te noto distante y en otro mundo, por no hablar de que parece que llevas semanas sin dormir.- mencionó acercándose a mí.- Sabes que es mi obligación preguntarte como jefe, pero como amigo, te recomiendo que te tomes unos días libres para descansar.
- Sólo han sido un par de noches sin dormir, nada de lo que preocuparse. No estoy enferma, puedo seguir trabajando.
- No estoy hablando de que estés enferma o no. Es por tu propio bien, necesitas dormir, Elisabeth.- insistió entrecerrando los ojos en una mueca de preocupación.- No pasa nada por unos días, yo me encargaré de la tienda.
- Está bien. Pero volveré en un máximo de tres días.- cedí saliendo de la habitación y dirigiéndome hacia mi taquilla para tomar mi abrigo y bolso.- Gracias Liam. Si tienes algún problema mientras yo no estoy, no dudes en llamarme.- añadí para terminar y después de ello, mis pies comenzaron un rumbo desconocido.
Sin saber cómo, mis pies habían encontrado un parque. Había niños jugando a la pelota con sus padres, estudiantes sentados a la sombra de un árbol estudiando, e incluso, parejas felices paseando de la mano o besándose en bancos apartados de la multitud. Decidí sentarme al lado de una fuente para leer mi libro. El sonido del agua fluyente era simplemente cautivador y producía una tranquilidad increíble.
De repente, mi bolsillo empezó a vibrar de manera repetitiva. Tenía una llamada perdida de mi padre y un mensaje que me daba la dirección de un restaurante para quedara con el padre e hijo de la otra empresa. No quería hacerlo, pero el mensaje expresaba específicamente que sino iba, mi padre mismo se encargaría de venir a por mí. No tenía otra opción y estaba acorralada.
Fui rumbo al mencionado restaurante. En la entrada del mismo, se encontraba mi padre, mirando impaciente su muñeca izquierda.
- Ya era hora Elisabeth, ¿Tenías pensado llegar hoy o mañana?- preguntó con la mandíbula tensa.- Te están esperando dentro.- sentenció agarrando firmemente mi brazo, haciéndome sentir un leve escozor.- Tú te sentarás con el hijo y yo estaré hablando con el padre de negocios. Más te vale comportarte.- me señaló una mesa con un chico rubio sentado en ella. No se veía muy contento la verdad.- Perdón por la demora, esta es mi hija, Elisabeth Clayton.- le saludó de mi parte empujándome hacia delante. El rubio se acicaló un poco el pelo con su mano derecha y seguido, la extendió.
- Encantado, yo soy Niall.- la tomé educadamente y para entonces, mi padre ya se había ido. Por la forma en la que hablaba, supuse que no era británico. ¿Tal vez escocés? O irlandés. Jamás fui muy buena a la hora de diferenciar acentos.- ¿Elisabeth Clayton? ¿No nos conocíamos de antes?
- No lo creo.- respondí casi en un susurro.
- Un momento... ¿Tú no eras la rara esa en la universidad de Mullingar?- preguntó burlón.- Joder, lo que hace la pubertad. O te escondías demasiado de la gente o ahora estás mucho más buena.- añadió mirándome de arriba abajo, haciéndome sentir incómoda.
- Oh, espera, sí que te recuerdo. ¿No eras tú el rubio que se pasaba los descansos haciendo la vida imposible a los estudiantes?- pregunté retóricamente a lo que él frunció el ceño.
- Más te vale controlar esa lengua, no queramos que ocurra algo como... No sé... Una boda concertada.
- Antes muerta.- sentencié mirándole fijamente.- Que tu padre sea dueño de "Chonce companies" no te da el derecho para reinar mi vida.
- Tu padre no decía lo mismo antes.- contestó riéndose en mi cara. Creó que él lo notó al instante por su reacción orgullosa, pero palidecí al momento. Pensé que mi padre no sería tan cruel como para hacerme esto. No puede obligarme a contraer matrimonio con un chico que no conozco, y ahora que lo tengo frente a mí, me apetece mucho menos. Sentía como las lágrimas se acumulaban en mis ojos.
"¿En serio vas a llorar delante de él? ¿Qué tan patética puedes llegar a ser?" - escuché decir a mi subconsciente, y tenía razón. ¿Le iba a dar el lujo de verme llorar a penas sin conocerme? Pues parece que sí. Qué asco y pena me doy a mí misma.
Unas cuantas lágrimas rebeldes se escaparon empapando mis mejillas. Niall abrió su boca sorprendido. Supongo que no esperaba ver a una mocosa tan sensible delante de él.
- Hey, lo siento. No fue mi intención ofenderte.- se disculpó tomándome de la barbilla, a lo que yo hice un movimiento brusco para apartar su mano.
- No me toques.- escupí mientras mis lágrimas seguían cayendo descontroladas. Abrí mi bolso y saqué diez libras.- Toma, puedes quedártelo. No me diferencio mucho de una puta si me obligan a casarme contigo.- dije prácticamente lanzándoselo a la cara. Me levanté y salí corriendo del restaurante, dirigiéndome a mi casa para poder dormir e intentar descansar o al menos... Dejar de pensar.
Cuando llegué a mi casa, ya había parado de llorar. Debí haberme esperado algo del estilo, siempre me han manejado y manipulado a su antojo, ¿Por qué cambiarían ahora? No he sido destinada a vivir mi propia vida, sino a que otros la vivan por mí.
La casa estaba más fría de lo normal, y cuando fui a mi habitación para deshacerme de mi ropa, hallé la razón. Me había dejado la ventana abierta, o eso tuvo que ser, aunque yo siempre me encargaba de cerrar todas las ventanas, ya que tiendo a coger frío con facilidad. Agarré una camiseta de manga larga y me la puse para luego quitarme mis pantalones y acostarme en la cama, donde intentaría dormir.
Cerré los ojos, dejándome llevar por el cansancio y di una vuelta sobre mí misma, quedándome mirando hacia la ventana cerrada. Un momento, no recordaba haberla cerrado. Bueno, supongo que lo haría sin darme cuenta, como un acto reflejo o algo por el estilo.
En mi cabeza se proyectaron esos ojos verdes tan bonitos que me tenían pensando noche tras noche el significado de ellos. O al menos, pensando en quién sería el dueño de aquellos ojos esmeralda, puesto que todas las veces que los había visto, no había sido capaz de distinguir alguna otra característica que no fueran sus ojos.
Lo que ella no sabía es que esos ojos no estaban siendo proyectados en su cabeza, él se encontraba verdaderamente ahí.
~Votad y comentad, que anima mucho. Y perdón por "Chonce companies", no pude contenerme. Necesitaba ponerlo, ¿Bien?~
*SIN EDITAR*