Por fin algo del calor del verano había abandonado la atmósfera de la inhóspita ciudad, y la princesa permanecía en un letargo que, en esta ocasión, era reparador. Por primera vez en muchos días el lecho no estaba encharcado por el sudor, y se había cubierto hasta los hombros con la fina sábana. La ventana del alto edificio permanecía abierta, la brisa entraba con suavidad y susurrada al oído de la princesa historias que sucedían en países tan lejanos que eran más bien una invención de su mente, o de la de otros que, aburridos, necesitaron alejarse de la realidad y viajar con su imaginación.
Pero alguien había entrado en la habitación mientras ella dormía. Contemplaba su figura bajo las sábanas con fascinación mientras se movía acompasadamente al ritmo de una profunda respiración.
“Hoy despertarás”, se dijo. Acercándose con lentitud, saboreando el momento, se sentó junto a ella y besó sus labios.
Tal como era de esperar del encantamiento, se vio roto.
Porque la princesa abrió los ojos y lo miró con furia.
-¿Qué haces tú aquí? ¿Cómo te atreves a despertarme en plena noche? No tiene ninguna gracia…
El caballero balbuceó algo, trató de dar una explicación, pero se sintió incapaz.
La princesa se levantó y lo miró impaciente, con las manos descansando en la cintura.
-¿Y bien? ¿Vas a decirme qué haces aquí?
-Pues venía a…
-Ya imagino-lo interrumpió-. Venías a romper el encantamiento que me tiene cautiva y presa en un profundo sueño de cientos de años… pues ¡sorpresa! Hace mucho que las princesas dejaron de necesitar que las rescatasen. Si tuviéramos que esperar a que un caballero se acercase cada vez que necesitamos lograr algo grande, el mundo ya se habría detenido. Yo no espero nada…. Hace ya tiempo que desperté. Porque vivir en ese letargo no es más que esperar la sorpresa sin ir a buscar tu oportunidad. Ya no eres necesario. El dragón no era tan poderoso como parecía, no fue tan difícil deshacerse de él. Y prefiero al oscuro vampiro al que visito cuando quiero que la arrogante compañía del caballero que imagina que lo espero en un torreón. Así que hazle un favor a tu dignidad y vuelve a marcharte por la ventana por la que has entrado y no vuelvas por aquí. Las princesas ya no existen… o al menos no como tú las conocías.
El caballero no dijo ni una sola palabra. Se descolgó por la cuerda que lo había llevado hasta allí, sin hacer ruido, montó su caballo y se marchó cabalgando lo más rápido que pudo.
La Princesa Oscura cerró la ventana. Se tumbó en la cama y cubrió su cuerpo con la fina sábana. Cerró los ojos y chasqueó la lengua con rabia. Esperaba no tardar mucho en volver a dormirse.
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Monólogo de la Princesa Oscura
Teen FictionEl príncipe se acerca a despertarla con un beso, pero...