Paradas continuas

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En días como aquél lo único que tenía ganas de hacer era estar en casa. Las gotas de lluvia resbalaban por la ventana que tenía al lado y el sonido de ésta me estaba adormilando, definitivamente no era buena idea leer mientras estabas en el metro. Tenía ya bastante de haberme mudado a Seúl y a mi familia le había gustado tanto que China pronto quedó como un recuerdo más; muchos eran los días que llevaba viajando de la escuela a la casa en aquellos vagones y mis pies habían recorrido la mayoría de las estaciones. Siempre era el mismo camino y casi siempre las mismas personas.

Como por ejemplo la anciana de pelo ligeramente gris que tenía delante de mí, todos los miércoles llevaba una enorme bolsa de papel con vegetales dentro: un calabacín, un puerro y dos zanahorias. Llevaba dos años comprando lo mismo y desde siempre me venía preguntando qué podía cocinar con aquellas tres cosas que fuera rico. Parpadeé un par de veces antes de mirar al niño, que feliz, jugaba con una figura de acción diferente cada semana; asombrándome con la habilidad que tenía para inventarse alguna historia para no aburrirse en el trayecto, y lo difícil que era para mí inventarme una introducción para alguno de mis ensayos. Estaba la chica linda que iba a la escuela que estaba cerca de mi casa, con sus audífonos de Hello Kitty en cada oreja. Me gustaba pensar que escuchaba rock del pesado y que su sonrisa inocente era simplemente una careta, siempre miraba por la ventana, pero hoy, su vista estaba fija en el frente. La curiosidad que me invadió por ver qué había logrado alejar sus ojos de su tan amada ventana me hizo mirar el punto en el que estaba perdida y entonces lo vi. Me faltaban aún por presentarles a varios pasajeros comunes, pero todo el vagón pareció quedarse vacío al fijarme en él.

Mi mirada se perdió en aquel cabello platinado que perdía su brillo haciéndose más oscuro al llegar a la nuca, aquella altura que lo hacía más notable en aquel vagón, y finalmente alcé la vista para encontrarme con aquellos ojos que me observaban desde su lugar. Tragué fuerte porque no me esperaba aquello, jamás lo había visto. Llevaba un uniforme parecido al mío, pero sabía que su preparatoria estaba muy cerca de la mía, sin embargo no figuraba en mis conocidos, las personas anteriormente descritas era gente que había sido un adorno más en el viaje a casa, él era como un nuevo viajero. Sí. Él no podía perderse en la multitud para volverse un adorno más.

No supe exactamente cuánto tiempo estuve mirándole, desvié la mirada avergonzado sintiendo como mis mejillas se sentían calientes por haber sido descubierto y debo admitir que también porque aún y cuando ya miraba de nuevo por la ventana podía sentir su mirada clavada en mi perfil. ¿Nunca han sentido tanta sed que se les seca la boca?, bueno, a mí se me secó y no precisamente por sed. Su rostro era tan serio que podía dar miedo, pero sus facciones me parecían sacadas de una novela occidental romántica del siglo XIX, su piel pálida, su porte y su manos que permanecían ocultas en los bolsillos de su pantalón me parecieron dignos de un poema y me mordí el labio al darme cuenta las cursilerías que estaba soltando en mi atormentada cabecilla en aquel momento bajo la mirada de aquella belleza vampiresca.

El metro fue disminuyendo su velocidad anunciando la siguiente parada; mi cuerpo pareció relajarse al ver de reojo como el chico de cabello platinado se movía entre la multitud y miré por la ventana curioso, dispuesto a verlo de espaldas desde mi asiento, sin embargo, la gente salía y miles de estudiantes bajaban y otros subían y ninguno era tan alto como él, ¿en qué momento había conseguido desaparecer entre la gente?

—Estoy aquí— ladeé el rostro un poco asustado al escucharlo tan cerca y un escalofrío recorrió mi espina dorsal en el preciso instante en que noté la cercanía de su cuerpo con el mío. Tragué gordo y miré hacia adelante sin saber qué decir. ¿En qué momento se había sentado a mi lado?

«¡Qué maduro!», pensé después de darme cuenta de mi reacción, pero su risa me sacó de mis pensamientos haciendo que me girara para verlo de nuevo. Joder... estaba comportándome como una colegiala y podía apostar toda mi colección de playeras de fútbol a que estaba tan rojo como un tomate.

Paradas continuas » HunHanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora