¡Cuidado Abajo!

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- ¿Estás segura de que esta es una buena idea?

De pie en el césped, al margen de la gran torre, George observaba a Rapunzel mientras ella buscaba la mejor manera de descender por su propia cuenta. La chica había hecho uso de su interminable imaginación para idear un sistema lo suficientemente práctico y seguro para salir de la torre.

- ¿Está todo bien allá arriba?

- ¡Cállate, George, nos van a escuchar!

En un primer momento, cuando Rapunzel arrojó su cabello por la ventana armando una polea, George no daba crédito a sus ojos. Principalmente, porque el simple hecho le parecía una total locura. ¿A quién se le ocurriría semejante cosa? ¡Utilizar su propio cabello como vehículo de transporte! Pero luego de pensarlo un momento se dio cuenta de que no era tan descabellado después de todo. Si otras personas, él incluido, podían subir y bajar de la torre utilizando la larga cabellera de Rapunzel, ¿por qué ella misma no podría hacerlo?

- ¡No vayas a lastimarte!

- ¡No lo voy a hacer! ¡Dios, que dramático eres!

La mirada de Rapunzel iba de la trenza que guindaba de la manija al lado de la venta, hasta el pie de la torre, donde George la observaba con notoria preocupación. Por supuesto que estaba nerviosa, era algo que jamás había hecho, y que su amigo le llenara la cabeza de sustos y dramas hacía que la situación fuese peor. Ya había estudiado lo que iba a hacer: verificó que el agarradero fuese resistente, que su cabello estuviese lo suficientemente anudado, y aunque sospechaba que iba a doler, confiaba en que las cosas salieran a pedir de boca.

- ¡Bueno George, aquí voy!

- ¡Por amor a lo que quieras, ten cuidado!

- ¡Ya cállate, me pones nerviosa!

- ¡Tal vez sería mejor dejarlo para otro día, cuando tengas menos nervios!

- ¡No! – gritó con aún más fuerza y convicción, y acabó susurrando para sí misma: – De ninguna manera, hoy salgo de esta prisión porque sí.

Tomó un respiro. Era todo lo que necesitaba, o al menos así lo sentía. Repasó su plan mentalmente por milésima vez, y antes de darse el tiempo suficiente para arrepentirse, se aventó. Por un momento, todo lo que sintió fue miedo, un pánico creciente dentro de su pecho. Pero después de que se hubo acostumbrado a la opresión, en su pecho solo hubo espacio para la emoción. Durante los aproximadamente 10 o 15 segundos que duró su viaje hacia tierra firme, se dedicó a sentir el viento en su cara, la adrenalina corriendo por su sangre, y en el momento justo en el que tocó tierra se dio cuenta de que realmente lo había disfrutado.

Como era de esperarse, el impacto contra el suelo no fue leve. Aunque entre sus planes estaba el aterrizar de pie, sin hacerse daño, ya sea por la inexperiencia o por la emoción del momento, eso fue lo que menos hizo. En su lugar, Rapunzel tuvo un aterrizaje forzoso: por poco cae de rodillas, pero fue su cuerpo entero el que dio contra el suelo, y el rodar arrastrando sus trajes no fue algo que pudiera elegir evitar. Pero aun así, la pequeña nunca había estado tan emocionada. Una vez la caída se hubo concretado y ella hubo abierto los ojos, no pudo hacer más que reírse de dicha, jamás en su vida había estado tan feliz.

- ¡Lo lograste! ¡Rapunzel, lo lograste! – gritaba el chico compartiendo su emoción, a la vez que corría hacia ella para ayudarla a levantarse. – No puedo creer que realmente lo hayas logrado.

- ¡Te dije que podría hacerlo! – respondió ella. – ¡Jamás me había sentido tan viva!

Estuvieron riendo por un buen rato, maravillados por lo que acababa de ocurrir. Ya de pie, Rapunzel no paraba de mirar a su alrededor. Quería sentir la hierba, oler las flores, acariciar a los animales del bosque. Querían alcanzar el cielo, probar las nubes. Quería conocerlo todo, hacerlo todo en una sola noche.

Rapunzel, Trenzas del Destino [2do lugar en el concurso "Crea Tu Mundo"]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora