Shut Up and Dance with Me

Soy Bryan. Bryan  O" Connel. Hace pocos días terminé con mi novia, Hannah. Hannah Lee, una chica de buen cuerpo y cabello rubio, la más buena de toda la preparatoria.

Hoy había  una fiesta, y yo tenía que ir y demostrarle a mi ex novia que yo estaba bien sin ella, cosa que no era cierta. Pero no iba a dejar que nadie pensara que estaba sufriendo por la ruptura, mucho menos Hannah.

Llegué a la fiesta con la esperanza de mágicamente encontrar a una chica que se enamorara de mi, para poderle dar celos a mi ex, pero lo único que había era varones, hombres, chicos. Todos estaban bailando, Hannah no era la excepción.

Tenía que hacer algo, tenía que bailar con alguien, miré hacia todos los lados posibles en busca de una chica, pero lo único que había era jóvenes, estaba a punto de bailar con uno de ellos hasta que le vi a ella.

Era alta, tenía el cabello corto de un lindo color café, y lo mejor, ella tenía ojos verdes. Hannah siempre había querido tenerlos así.

Me acerqué a la chica y la tome de la cintura, para poder bailar, ella me miro asustada e intento zafarse de mi agarre mientras gritaba. Al parecer creía que la estaban secuestrando.

—Cállate y baila conmigo.—Sentencié tapándole la boca. Ella se dió la vuelta, me miró y sus pupilas se dilataron. No pasaron dos segundos para que asistiera y asi, comenzó a bailar. —No te atrevas a mirar atrás– Murmuré ya que Hannah estaba detrás suyo. —Solo mantén tus ojos en mi.— La joven me miro de nuevo a los ojos. Sus ojos eran...no tan feos.

Creo que esta chica es mi destino, me dije a mi mismo. La música cada vez se hacía más fuerte y mi compañera  cada vez bailaba mejor. Mi antigua novia nos miro y movió los labios hacia ambos lados, estaba disgustada. La conocía bien.

Había hecho las cosas bien, mi compañera de baile seguía bailando y yo también. Todo iba bien.

[...]

No, no había hecho las cosas bien, ahora me doy cuenta de eso...

Todavía me cuesta pensar que todo esto comenzó con un—Cállate y baila conmigo.—Pienso para mis adentros soltando un gran suspiro.

—Señor O" Connel, señor O" Connel. ¡Señor O" Connel! —Gritó el profesor enfurecido, sacándome de mis pensamientos.
—¡Señor O" Connel! ¡ A la dirección! — Gruñó el ogro al que llamábamos profesor.

Asentí y camine hacia donde me había indicado.