Capítulo 12: Mía o muerta.

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Me topé con una enfermera pelirroja justo en la puerta de salida. Se quedó mirándome, analizando si era una psicótica intentando escapar. Le alcé una ceja. Es cierto que llevaba puesta una chaqueta espantosa, pero hasta los cuerdos tienen mal gusto.

Quise restarle importancia a su presencia, pero cuando la vi acercándose a mí supe que tendría que montarme un teatrillo para zafarme de la situación.

—Disculpe, ¿es usted visita? —me preguntó con una voz chillona de acento irlandés. Lo sé porque Levi lo fingía cada vez que me relataba alguna de sus vivencias en el internado de Dublín.

¿Mentía o decía la verdad? Si le decía que era una visita, ¿me creería? ¿O llamaría refuerzos para inyectarme el suero de la verdad? Solté un suspiro y la miré. Medía al menos diez centímetros menos que yo. Había usado tampones más grandes que aquella mujercilla.

—No, soy paciente —opté por decir—. Lo que pasa es que el doctor se puso raro. Ven a ver.

Guié a la enfermera hasta la habitación. Parecía que caminaba al lado de un maltese. Abrí la puerta donde debía de seguir Shane con pintas de esperar a su ama sado. En efecto: atado. Aunque forcejeando para soltarse.

—¡¡Oh, mi Dios!! —chilló la enfermera, llevándose las manos a la cabeza.

Shane puso una pierna sobre la otra en un intento de taparse el racimo, lo cual fue un fracaso, puesto que se pilló una uva y soltó un grito de dolor.

—¡Sácala! ¡Sácala! —me gritó, con los ojos abiertos de par en par.

No pude evitar reír. Cualquiera desearía tener una vida como la mía (ignorando el cargo de asesinato y el chico que me aborrece).

—Yo lo atiendo —dije, teniendo compasión de Shane—. Mejor ocúpate de tus asuntos. —Cogí a la enfermera por los hombros y la empujé fuera de la habitación. Cerré la puerta en su irlandesa nariz y pasé el pestillo.

—¡Desátame ya! —me ordenó Shane, furioso. Las venas del cuello se le resaltaban formando la palabra «matar»—. He dicho todo lo que me pediste. ¿No te sientes ya la puta ama del planeta Tierra?

Apoyé mis manos sobre el colchón. Todavía tenía la uva prensada entre ambas piernas. Me comería una docena de esas en Año Nuevo.

—No te pongas rudo, porque no quieres verme enojada. —Le sonreí.

Shane relajó el cuerpo y miró hacia el techo. Ya se había dado por vencido. Síndrome Blake: el afectado intenta razonar con la desquiciada. Al menos un síntoma le había dado.

—¿Qué debo hacer para que me sueltes?

—Así está mejor. —Cogí sus tobillos y tiré de ellos. Parecía mentira que el karma me diera la oportunidad de arrastrarlo por la cama cuando él mismo me lo había hecho hacía solo unas horas. Es lo que ocurre cuando inyectas el Síndrome de la forma correcta: los resultados son gratificantes. Ya hasta se me había olvidado.

—¡Suéltame!

—¿No fue eso exactamente lo que yo te grité esta mañana? —Le di un mordisco en el tobillo.

—¡YA BASTA!

Me subí a la cama, a horcadas sobre él, y desanudé la sábana que apresaba sus muñecas. Shane soltó un suspiro de alivio y me tumbó sobre la cama de un solo movimiento.

—Sabes que voy a matarte, ¿verdad? —dijo en un suspiro.

—Por eso es que lo he hecho. —Alcé los ojos hacia los suyos—. Acabarás con los problemas de muchos.

2. NIÑA MAL: Despertando en Las Vegas [Abi Lí]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora