Un día normal.

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La profesora seguía hablando acerca de su carrera y que tan afortunados fuimos de tener con ella esa materia en la que era experta, pero yo no me sentía afortunada con su clase, la más aburrida de todas.

¿Qué estaría haciendo mi gato ahora? Como no quisiera ser un gato, suave, perezoso, malvavisco.... delicioso malvavisco. Quisiera ya estar en casa, durmiendo cómodamente y viendo televisión. Me pesa la cabeza, tal vez ya me está dando sueño, ¿Me da dueño? No lo creo, aunque si me estoy aburriendo hasta ese punto, además...

-Señorita Cevallos! - Grita la profesora - ¿Sabe o no la respuesta?

¿Respuesta? ¿Acaso me hizo una pregunta? Veo al pizarron, están anotados colores y algunas palabras que no entiendo. Me paro de un salto para responder y siento como el cabello me pesa.

-¿Se puede saber que se puso en la cabeza? - la profesora me mira con curiosidad y siento las pequeñas risas de mis compañeros - Sáquese eso en silencio y atienda. - Termina diciendo con una sonrisa disimulada y continua dando clases.

Me llevo las manos a la cabeza mientras me siento, tengo la cabeza llena de esferos y todos enredados en mi pelo, duele, regreso a ver atrás mio enojada, Tom ríe y se esta quedando sin aire.

-Ojalá te asfixies- le suelto y vuelo la vista al frente.

-Vamos esferita, no te enojes - me dice mientras intenta parar de reírse - tu no sentiste nada de nada, es técnicamente tú culpa.

-No inventes palabras, pero te perdonaré mañana. - lo miré fijamente y añadí sonriendo- Si despiertas.

Tom se puso pálido y abrió los ojos tanto que creí que se le iban a salir. Me tomó mucho tiempo sacarme los esferos y cuando acabe mi cabeza parecía de espantapájaros, por lo menos ya acabaron las clases por hoy. Me levanté sintiendo que todos mis compañeros me veían, tomé mi mochila pero jalé también otra que pesaba mucho y estaba amarrada a la mía. La carcajada grupal me siguió hasta fuera del aula junto con el chico tonto que se sentaba atrás mio.

-Ya te vi, no intentes tomar mis apuntes por no atender en clase- bromeó.

-Tu tienes la culpa por pasarme drogas - le respondí intentado desamarrar las mochilas.

-¿Te tientan unos nachos hechos en casa? - sonrió y empezó a caminar hacia la salida.

Cargué las dos mochilas y lo seguí, podría vengarme más tarde.

Mi nombre es Mabel, tengo 17 años, el cabello castaño con ondas, estatura promedio y no engordo ni comiendo elefante un mes, mi doctor dice que... si tuviera uno probablemente me diría algo. El tonto al lado mío es mi mejor amigo, Tom Bauza, mi gemelo de otra madre y este fue un ejemplo de mi vida diaria.





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