62. Yo siempre seré su mascota

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Guillermo.

Mi cuerpo parecía estar inerte, tras toda la noche en aquella incómoda posición.

Las palabras de Samuel me dejaron muy claro que no intentase moverme, pero mi cerebro luchaba por recuperar el control sobre este.

Intentaba, con todas mis fuerzas, controlarme. Aunque sólo lo conseguía a medias.

Había pasado ya un buen tiempo, o al menos eso me parecía a mí, ya que el tiempo parecía haberse parado por siempre.

Me daba la impresión de que unas cinco horas, al menos, habían transcurrido, pero si eso fuera así, supongo que ya hubiera sabido de Samuel...

Y justo cuando él apareció por mi mente, se hizo ver tras la puerta.



—¿Cómo te encuentras? —me preguntó. Aún estaba furioso, pero se veía mucho más calmado que hace un rato.

—Siento malestar... —Él sonrió. No parecía una sonrisa malévola, sino todo lo contrario.

—No eres el primero al que le hago eso, así que sé lo que te queda de malestar durante el día. —Bajé la mirada, para evitar el contacto visual.



El día anterior había cometido la estupidez de hacerle saber mis sentimientos hacia él, y eso me hacía sentir un completo imbécil.



—Te movería de ahí, pero, créeme, será mejor que te quedes así un rato. Lo que si puedo hacer es masajear tus brazos. ¿Estás de acuerdo? —Ni que eso importase, pensé.



Asentí y él se acercó a mí. Se agachó y comenzó a tocar mi cuerpo, el cual se tensaba ante su tacto.



—Si no te relajas, esto no sirve para nada.

—L-lo intentaré.



Al cabo de unos minutos, dejó de masajearme. Buscó un cojín y lo colocó bajo mi cabeza.



—¿Mejor?

—Sí, gracias. Aunque... el suelo...

—Ya, supongo que está frío, ¿no? —Asentí con la cabeza, sin levantarla del cojín.

—Si quieres... puedo darte calor —Samuel se colocó sobre mi cuerpo, dejándome con la boca abierta. No me esperaba esa reacción suya—. Estás, completamente, desnudo Guillermo... Y eso me excita. —Eso último lo dijo moviendo las caderas hacia adelante y atrás, rozando mi entrepierna al descubierto con la suya.

—Si tanto le excita... quítese la ropa...

—Hmm... Eso haré... Necesito olvidar lo mal que ha empezado el día... ¿Me ayudarás? —Su sonrisa era de lo más seductora.

—Lo ayudaré, señor...



Se suponía que no podía hacer esfuerzos, pero ahora eso no importaba. Tener relaciones sexuales con De Luque siempre estaba en mis pensamientos.

Comenzó a deshacerse de toda su ropa, con una velocidad impresionante. Era verdad que estaba cachondo.

En cuanto su cuerpo estaba desnudo por completo, se hizo hueco entre mis piernas. Su hambriento miembro apuntaba hacia mi entrada.

Los ojos del hombre que se encontraba sobre mí, me miraban con lujuria.



—Esto es lo único que puedo darte, pequeño... Sexo —Intenté reaccionar a aquellas palabras, pero no hubo tiempo para eso. Acababa de entrar en mí, tan bruscamente, que, literalmente, estaba viendo las estrellas—. ¿Sabes otra cosa, chico delicioso? —me dijo al oído— No puedes moverte. —Aquello lo dijo en voz baja, causando que me excitara aún más por esas palabras.



Mis manos se estiraron para alcanzar su cuerpo. Me dolía realizar cualquier movimiento, pero ese valdría la pena.

Atrapé su trasero y comencé a apretarlo. No tenía demasiadas fuerzas para hacerlo, pero igualmente era agradable.

Samuel parecia impresionado, pero no se molestó, simplemente sonrió y siguió con sus duras embestidas.

Mi cuerpo temblaba con cada movimiento suyo. Dolía, pero al mismo tiempo me parecía estar tocando el cielo con las manos.

Y, sin saber cómo, dije algo que nunca esperé decir a nadie.



—No puedo moverme, amo... ¿No cree que debería aprovecharlo al máximo? —Él sonrió, lujurioso.

—Me parece una fantástica idea —Me tomó de las muñecas, sin dejarme que siguiera apretando su trasero, y las llevó por encima de mi cabeza. Las mantenía atrapadas con fuerza, al mismo tiempo que me miraba a los ojos. Su cara se acercó a la mía, hasta besar mis labios con autoridad.



Sus embestidas iban acelerando el ritmo. Yo estaba a punto de correrme, cuando una de sus manos, atrapó la punta de mi pene, con fuerza.



—No te vengas, hasta que yo lo haga. —dijo con seriedad. Yo asentí con la cabeza.



Besó mis labios, apasionadamente, y a continuación se vino dentro de mí. Me dejó correrme y su cuerpo se desplomó sobre el mío.

Nuestras aceleradas respiraciones luchaban por regularse. Nuestros cuerpos, sudados, se movían al ritmo de nuestras respiraciones.

Él no me miraba, en cambio, yo contemplaba la maravillosa escena, de tenerlo así.

Al cabo de unos minutos, se levantó y comenzó a vestirse, sin decir nada.

Me ayudó a levantarme y me dejó sobre la cama.

Él se quedó sentado sobre el colchón, mirando el suelo.

Seguramente estaría pensando en aquel chico.

Se llevó una mano a la cabeza, echándose el pelo hacia atrás, el cual volvía solo hacia delante.



—Tengo que hacer unas cuantas cosas —dijo, levantándose y girándose para mirarme—. Volveré en unas horas. Por el momento descansa, te va a hacer falta.



Me quedé con el ceño fruncido.

No supe que quiso decir con eso.

Samuel salió por la puerta, y yo me puse a pensar como un loco... Creo que De Luque pretende usarme como forma de descargar su ira, teniendo sexo, lo cual no era algo, para nada, desagradable. Aunque eso de que me usara para su conveniencia dolía un poco... Al igual que sus palabras de hoy «Esto es lo único que puedo darte, pequeño... Sexo»

Recordar ese momento, sólo consiguió que una punzada se alojara en mi pecho.

Supongo que era imposible conseguir que De Luque me quisiera, al fin y al cabo... yo siempre seré su mascota.

Cerré los ojos, intentando impedir que algunas lágrimas brotaran de mis ojos, hasta que acabé por quedarme dormido.

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora