Huir

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Huyo. Huyo sin rumbo fijo, en un tren de alta velocidad, con una maleta en mano de pequeñas dimensiones. Solo con lo imprescindible para seguir con mi melancólica existencia. Quiero deshacerme de todo lo material, eso nunca me hará feliz. Huyo, con un billete arrugado en mi bolsillo, con dirección a un pueblo francés cuyo nombre no sé ni pronunciar. No conozco ni el idioma ni mi destino. He cogido el primer billete que he visto, para no darle tiempo al subconsciente, para no dejar que me haga retroceder. Pero ahora la locomotora ya esta en marcha, ya no puedo dar marcha atrás. Desconoces mis motivos. Puedes sacar diversas conclusiones: que soy valiente, que soy cobarde o que soy simple y llanamente gilipollas. No lo sé ni yo, así que piensa lo que te apetezca. No voy a ser yo quien te prohíba tu libertad de pensar.

Yo tenía una vida encauzada. Acabando el último año de carrera universitaria de medicina, con amistades y familia perfectas y con un puesto de trabajo asegurado. Tenía un futuro bien organizado. Sin grietas que pudieran desmoronarlo. Pero, quién mejor para cambiar tu camino que tú mismo. Yo estaba obligado a seguir las metas que tenía por delante. ¿Crees que fui yo quien decidió estudiar el complicado arte de la medicina? No, fue mi padre,  abogado, forzado a serlo por culpa de su madre. Y él quería ser doctor. Ahora quería ver su sueño realizado a través de su hijo. Y yo se lo permití. Pero ya, nunca más volverá a ocurrir.
Cogí este tren sin rumbo fijo porque quiero ser libre. Pero es una lástima que en pleno siglo veintiuno, uno no pueda serlo. Nos han vendido una imagen incorrecta del momento en el cual estamos viviendo. Nos dicen que somos libres, que podemos hacer lo que queramos donde, como, o con quien queramos. Y la verdad es que el ser humano nunca ha gozado de independencia. Siempre estamos atados a algo. No podemos ni somos capaces de tomar nuestras propias decisiones. Siempre tenemos miedo, estamos asustados del qué dirán o de la interpretación que hagan nuestros seres queridos. Pero lo peor de todo este asunto, es que nos gusta no ser libres, aunque pensemos lo contrario. No nos gusta salir de la zona de confort. Nos gusta movernos y actuar jugando con los factores que tenemos, con la seguridad que nos otorga que la mayoría de las personas piensen que la primera opción es la correcta y la segunda no; porque sabemos que si escogemos la primera opción seremos aceptados e integrados y el ser humano siempre busca la aceptación de sus semejantes, no sentirse desplazado de la multitud. Por eso siempre afirmaré, que la libertad no existe. Pero yo quiero ir en busca de ella, aunque sea incoherente con mi forma de pensar. Y aunque no pueda alcanzarla, sé que soy capaz de conseguir lo más parecido a esta. Si huyo a un lugar donde no conozco a nadie, donde no conoceré ninguno de los lugares donde esté, donde nada ni nadie pueda influenciarme a la hora de escoger una opción, donde yo sea el dueño de mi vida, mi trabajo y mi propia casa, casi podré decir que soy libre. Y a ese sitio es a donde me dirigo.
Será un nuevo principio, comenzando desde cero, como si fuera un recién nacido. Voy a pasarlo fatal, los recuerdos me jugarán una mala pasada y eso es lo único de lo que no puedo deshacerme. Es lo único que me atará a mi pasado. Los demás lazos ya están cortados de raíz.
Ahora mismo pensarás que lo que todo lo que estoy vomitando en este escrito son tonterías típicas de una persona inmadura y que al cabo de dos días volveré con el rabo entre las piernas con mis padres y mi futuro estructurado. Pues debes saber que me defino como una persona firme con mis decisiones y que no pienso volver atrás.

Ahora el ruido de la locomotora desciende. Es la última parada. Bajo del compartimiento y salgo con paso seguro de la estación. Mientras cruzo una carretera cualquiera, tiro el móvil al asfalto. Ya no lo necesito. En el transcurso del trayecto, dedico unos pocos instantes a planificar mi posteridad, que, como veo al fondo de mi sinuosa ruta, será en una aldea montañosa, supongo que propia a un valle de los Alpes. Alquilaré o compraré una casa putrefacta que se encuentre, cuanto más lejos del núcleo urbano, mejor. Tengo como unos veinticinco mil euros guardados en la cartera, que son todos los ahorros acumulados al largo de mi escueta vida. Con eso podré sobrevivir unos seis meses aproximadamente y probablemente mediante trabajos rurales conseguiré ser auto suficiente  para el resto de mi vida. El verde me comienza a rodear por completo y el aire puro de montaña que respiro, desprende libertad. Qué irónico todo.
Por último, te pido que no sigas los mismos pasos que mi yo del pasado. Escoge tus propias decisiones y no actúes para que los demás te acepten. Aunque como creo yo, nunca serás libre de hacerlo nunca, casi lo serás. Y mejor ser un "casi", que no un "nada".

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