-Capitulo 34-

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Alfredo era el escritor más afamado de su pueblo, por no decir casi el único, tenía cincuenta y tres años cuando comenzaron a sucederle los acontecimientos desafortunados que se narran en esta historia.

Abril, año mil novecientos ochenta y nueve, la editorial para la cual trabajaba este escritor se da a la quiebra luego de publicar e invertir casi todo su capital en una novela que escribió un joven cordobés de diecisiete años. Derrumbado por la noticia comienza a ojear, un sábado por la mañana, el diario principal de la provincia en búsqueda de nuevos desafíos monetarios.

Su esposa llamada Susana, gran piloto de avión de pasajeros porteña, de tan solo cuarenta y tres años, está volviendo de un viaje internacional hacia Buenos Aires y, al día siguiente, volaría con destino a Córdoba.

Se casaron de muy jóvenes, muy enamorados, muy aventureros y ella accedió ir a vivir al pequeño pueblo de donde él era siempre y cuando no le hiciese problema el tema laboral, por los viajes y demás. El, escritor empedernido, no tuvo ninguna objeción y aprovechaba los días solo en la casa que tenía una habitación que daba al pie de la montaña para escribir y escribir.

No encontró nada interesante esa mañana en el periódico semanal por lo que salió de su casa ubicada casi al borde del pueblo y se dirigió, por los caminos de tierra y piedra hacia la carnicería ubicada sobre la calle principal, a cuatro cuadras. Quería sorprender a su esposa, con la cual venían de una discusión fuerte acerca de los últimos escritos de Alfredo, y que el domingo hicieran las pases para poder disfrutar de sus dos semanas en casa y, además, contarle que ya no tenía trabajo fijo.

A pesar de haber fundido la editorial el ya venía tirando unas líneas sobre un texto que venía madurando de manera continua. Se trataba, algo así, de su autobiografía pero en forma de novela, narrada desde un omnisciente. Alfredo tenía ilusión de que su forma de vivir y las cosas que le habían sucedido, hasta ese entonces, bastaban para atraer la atención de los cordobeses, al menos. Capitulo uno: su nacimiento y vivencia el Córdoba capital hasta los cinco años; capitulo dos: cambio de colegio, dramatizado, vive en San Luis hasta terminar el colegio primario; capitulo tres: sus primeros pasos como escritor, cambio nuevamente de colegio hasta los quince años; capitulo cuatro: su primer amor, su primer ruptura de corazón. No es que había avanzado mucho pero el libro ya tenia cierta estructura y había que sumarle una manera de escribir desafiante para el publico que se notaba atraído en sus notas o relatos.

Por la tarde, luego de descansar la vista, como decía ella a sus largas siestas de mas de dos horas, Alfredo se dirigió al correo a buscar su ultimo pago de la editorial y a lo sumo con eso intentar mantener la calma. No es que Susana cobrara mal, todo lo contrario, con el sueldo de ella vivirían tranquilos solo que por una cuestión de machismo pueblerino el también debería tener ingresos y, de ser posible, mayores a los de ella. Saludo a Carlos en el correo y consulto por su sobre. La respuesta fue nula, no solo que no había nada en la oficina sino que nada venia en camino. Gotas de transpiración comenzaron a caer por la frente del pobre Alfredo como si estuviese caminando en verano con los pies descalzos sobre la ruta con un traje de Darth Vader. Volvió a su casaarrastrando los pies, preocupado. Pego un telefonazo a su antiguo jefe pero, claro y obvio, nadie contesto la llamada.

Al cabo de cinco minutos, cuando él ya había puesto el agua a calentar para tomar un te, suena el teléfono y corre a atender para corroborar alguna buena noticia de su pago. Todo en vano. Era el jefe de la aerolínea para la cual su esposa, Susana, trabajaba. El mensaje fue concreto, un balde de agua con hielo como sensación, Susana había tenido un accidente aéreo aterrizando en el aeropuerto de Buenos Aires por la mañana. El diario obviamente no lo contaba. Fue fatal, murieron varios pasajeros y muchos están heridos de gravedad con quemaduras y fracturas. Señor: su esposa murió en el acto.

El teléfono cae al piso, Alfredo se derrumba en el sillón más cercano, seguramente como lo hizo el avión en el que falleció su joven esposa.

La depresión, las noticias y los acontecimientos invadieron todo su cuerpo y su mente, dejándolo en un completo bajón anímico. Dos meses encerrado y casi sin dinero habían devastado a la persona. La única fuente de vida e inspiración la encontraba en aquel viejo proyecto autobiográfico novelado. Necesitaba resurgir. Algunos días se sentaba y escribía algo, aunque no seguro de a veces estar soñando o escribir la pura verdad de los acontecimientos. De vez en cuando hablaba de un amor, de una persona, de una mujer que amaba mucho y que iba y venía en su vida como si el viento la atrajese y otras veces la alejase. Llego a darle nombre, forma, edad, y hasta enamorarse de ese personaje oculto tras las líneas que seguían bajando en las hojas de su historia contada por algún extraño, quizás el mismo.

Su ánimo, página tras página, comenzó a mejorar. Su modo de vida vagabundo cambió. El orden en su hogar ya era decente como para invitar a alguien e incluso, algunos días, salía por la ventana de la habitación de atrás que daba a la montaña a dar un pequeño paseo de descanso tras una mañana agotadora de escribir y escribir.

El sol iluminaba nuevamente, el personaje femenino de papel y tinta había cautivado y entusiasmado nuevamente a este pobre Alfredo abrumado de insoportables cosas que de a poco iba dejando en el camino. Esa mañana despertó con el objetivo de terminar su libro, darle un punto y aparte y seguir con su vida de papel.

FIN DEL CAPITULO TREINTA Y CUATRO


Capítulo 34Donde viven las historias. Descúbrelo ahora