Noa, el Libre Pajarito del Bosque

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Hubo una vez un continente con países. Uno de esos países tenía ciudades, y una de esas ciudades tenía una habitante, especial entre millones; de la cual hoy os voy a relatar su historia.
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Esta niña, a sus once años de edad, tenía muchos talentos, pero todos se veían eclipsados por una triste realidad: su silla de ruedas.
Nacida con una discapacidad, jamás conoció la dicha de caminar, correr, o tan siquiera la de nadar.
"¿Por qué? -Se preguntaba la niña- ¿Por qué cayó esta maldición en mí, una chica inocente, cuando hay tantos villanos en este mundo? ¿Qué hice yo en mi vida pasada, que me castigan ahora sin haber hecho nada?"
La niña vivía su vida con toda su monotonía; sin amigos, sin risas, sin disfrutar de su día a día.
Pero, llegó el momento en el que perdida, acabó encontrando un piano abandonado; y, sin avisar, sigilosamente, la rueda del destino comenzó girando.
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Era un día gris a los ojos de la triste niña, y rodaba ella sola su silla, en busca un lugar tranquilo en el que mecerse. Así llegó a un bosquecillo, con su zona de picnic, y un sendero desprovisto de rocas. Y ahí; iluminado, estridente y puro, se encontraba un piano de cola recientemente abandonado. La curiosidad pudo con la intrusa, y con el dedo pulsó una tecla. El resultado fue devastador.
El sonido, introduciéndose por sus entrañas, derribó sus defensas. Un escalofrío le recorrió el cuerpo de punta a punta; y la nota quedó impregnada en lo más hondo de sus memorias.
Y entonces la niña dejó de llamarse niña, el mundo dejó de ser gris, sus oídos ya no eran sordos y al fin podía sentir.
Y Noa Melodiam, observó el nuevo mundo que se extendía, en todo su esplendor lleno de colores, sonidos y olores nunca vistos. Y en el centro de todo este caleidoscopio, estaba el piano que de alguna manera llamaba a Noa, y no dudes, que Noa acudió a el.
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A partir de ese día, Noa acudió, concienciudamente a tocar aquel maravilloso instrumento de Dios.
Al principio torpemente; pero, poco a poco, sus dedos acabaron bailando sobre el teclado con una maestría incuestionable.
Genio o talento natural se le podría considerar, pues todo esto aprendió sin maestro o instructor que la reprendiese sus errores.
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Meses y años pasó junto a aquel único amigo, y sin avisar, llegó la primavera de sus catorce años.
Sus progenitores, preocupados y aliviados por igual, interrogaban sin descanso a ese retoño que, aunque últimamente viva, seguía desapareciendo sin presentar explicación alguna.
Así, decidieron seguirla por aquellos senderos misteriosos; y en medio del recorrido, les alcanzó una melodía angelical. Alzaron la cabeza, confundidos y extasiados, y persiguieron las notas musicales casi con desesperación, seguidamente llegando a un claro.
Gran sorpresa se llevaron al encontrarse escena tan majestuosa: Noa, sobre su silla de ruedas, bailaba con los dedos un vals sobre el teclado, meneando ligeramente el cuerpo al ritmo de la música; y sus labios tatareaban una canción, expulsando una voz tan encantadora que debía ser obra de Dios.
Llegó al extasis musical la pareja, y a su vez finalizó la canción.
La criatura inclinó en cuerpo, les observó, y por primera vez pudieron contemplar los padres una sonrisa verdadera, proveniente del corazón, en el puro rostro de su hija.
Lágrimas de amor resbalaban por las mejillas de los progenitores; que, conmovidos, alegres y orgullosos fueron a abrazar el menudo cuerpo de la niña.
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¡Oh, maravilloso el destino que le concedieron a la niña, pero duro y espinoso camino para alcanzarlo!
La familia de tres vivía en ciudad pequeña, y falta estaba de conservatorios de música. Dinero no tenían como para mudarse, y trágicos sucesos continuaron hasta el lejano otoño.
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Porque, en esa dulce y fría estación, un espectador inesperado acudió al aclamado claro del piano. Rumores circulaban sobre ese lugar, tal cual decían que un ángel descendía del cielo de Dios, para tocar milagrosas sonatas que te enternecían el corazón.
Y así, el director de una prestigiosa escuela de música, sea todo casualidad o destino, pasaba cerca; y con curiosidad caminó hasta el lugar, donde con asombro vió al pequeño angelito músico, es cual era nuestra pequeña Noa, que recién cumplía los quince.
Y lo envolvió ¡de qué manera! Las dulces sonatas de la chica que en silla de ruedas tocaba esplendorosamente un piano desafinado y en mal estado.
Maravillado de tal prodigioso talento, la matriculó en su academia sin pensarlo demasiado. Y de allí se graduó la ya-no-tan-pequeña-Noa,  con un apodo muy bien pensado.
La llamaban "La Pianista Noa, el Libre Pajarito del Bosque"; pues, aún anclada a tierra firme por su silla de ruedas, pudo desplegar las alas; y mostrar su talento a un mundo lleno de colores y esperanzas.

                                                FIN.

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PD: No creo que lo lea, pero si mi profesora de lengua se pasa por aquí, le quiero aclarar que efectivamente soy Angie Camporredondo; y que no es mi culpa que de tanto leer a escritores argentinos a través de wattpad, se me hayan pegado algunas de sus expresiones.
Ya que estamos, tampoco creo que tenga nada de malo emplear palabras "complicadas" que cualquier aficionado a la lectura podría adquirir.

Noa, el Libre Pajarito del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora