Heridas de una infancia.

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Toda mi vida me la pasé vagando por el mundo, mi única compañía siempre fue mi sombra. Deben preguntarse: ¿y sus padres? Claro que tuve padres alguna vez.
Mi padre murió en un accidente aéreo cuando yo tenía 7 años de edad, a partir de ese momento mi madre cambió radicalmente; empezó a tomar y a salir con hombres diferentes todas las noches.
El 23 de julio del 2004 (el día de mi cumpleaños número 8), mi madre me llevó al supermercado a comprar un pastel para celebrar, pero en un abrir y cerrar de ojos ya ella no estaba. Es decir, me dejó sola en aquel súper, pensé que quizá estaba en otro pasillo, pero no fue así. La esperé por 4 horas sentada al lado de la cajera, pero no regresó por mí.
Adaline; la cajera del supermercado, me hospedó en su casa con la esperanza de que algún día mi madre llegara por mí, pero ese día jamás llegó.
En aquel entonces Adaline tenía apenas 22 años, vivía sola en una pequeña casa con un gato llamo PinPin, recuerdo que al llegar a su casa lo primero que noté fue el piano que estaba en una de las esquinas de la sala de estar, entonces recordé cuando mi padre se sentaba frente al piano que estaba en nuestra casa, y tocaba alguna melodía hasta que yo cayera en un profundo sueño, mientras que mi madre se sentaba a mi lado y acariciaba mi cabeza.
- Disculpa, no te he dicho mi nombre, soy Adaline.
- Sí, lo sé, lo dice la plaquita que está sujeta a tu blusa- le digo- Yo soy Verónica. Por cierto, te agradezco que me dejes quedarme contigo mientras mi mamá regresa por mí.
- ¡Descuida! Total necesito compañía, PinPin no es suficiente en esta casa. De verdad tengo la esperanza de que tu madre regrese.

Han pasado ya 7 años, mi madre jamás volvió por mí. En todo este tiempo Adaline se ha convirtido en mi único apoyo, de verdad se preocupa por mí como si yo fuese su hija. Me hace recordar a mi madre antes de que mi padre falleciera: atenta, cariñosa, amable, de buenos principios.
Deben estar pensando en qué pasó con PinPin; él sigue con nosotras, siempre se acuesta en el sofá y nos acompaña a ver la televisión.
Ahora tengo 15 años, he crecido, Adaline suele decirme que tengo un buen cuerpo, y una cara bonita, conforme voy creciendo me voy pareciendo más a Laura; mi madre biológica.
No soy como las demás niñas de la preparatoria, que pasan hablando sobre muchachos guapos y de moda. Me gusta más mantenerme atenta a las cosas efímeras; es decir, aquellos momentos que van y vienen rápidamente, a las pequeñas cosas que forman la vida.
Dentro de 3 años salgo de la preparatoria y tengo la esperanza de que iré a la universidad a estudiar música, es lo que realmente me apasiona. Estoy ansiosa por salir de este pequeño pueblo e ir al mundo exterior a convivir con personas a las que le gusta lo mismo que a mí.

Finalmente llegó el día que tanto esperaba. Hoy es mi graduación, me siento realmente ansiosa de terminar esta etapa de mi vida para comenzar una nueva, que estoy segura de que será mucho más emocionante.
Me encuentro en salón de belleza de Tracy (la mejor amiga de Adaline) alistándome, ya que faltan dos horas para que empiece la ceremonia de graduación.
Estando ya en el auditorio donde se llevará a cabo el evento, trato de buscar a Adaline, pero no la veo en ningún lugar, quizá tuvo un contratiempo, así que me siento a esperar un rato.
Alguien toca mi hombro; el profesor Dan, me pide que lo acompañe.
- Verónica, nos acaban de llamar del Hospital Central para avisarte que Adaline está grave ya que tuvo un accidente de camino hacia acá- dice nervioso- No es necesario que te quedes, luego enviaremos tu título a tu casa.
Mis ojos se inundan de lágrimas y mi corazón empieza a latir muy rápido. Tomó un taxi y pido que me lleven rápido al hospital.
Al llegar corro desesperadamente hacia la recepción.
- Adaline Walters, ¿donde está?
La señora se limita a señalar la sala 9. Pero cuando voy hacia la sala no me dejan entrar, tan solo puedo ver desde el otro lado de la ventana como tratan de salvar su vida dándole golpes en el pecho, mientras el doctor mira desesperadamente el monitor. Pasaron dos minutos así y el monitor marcó una línea recta; es decir, Adaline estaba muerta. La única persona que me importaba en este mundo, la persona de gran corazón que me adoptó desde pequeña, la que me apoyaba en todo estaba muerta.
¿Cómo podía ser esto posible? Se supone que este debía ser uno de los días más felices de mi vida.

El corazón de VerónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora