Mis ojos estaban clavados en los suyos. Esas profundidades color verde, estaban llenas de emociones, llenas de amenazas, y podría decirse que hasta de miedos.
—Bueno, vamos a comenzar —habló Gina.
Natalee giró la cabeza para mirarla.
— ¿Tú vas a sacar las fotos? —le preguntó algo nerviosa.
—Sí, ¿Cuál es el problema? —le preguntó su madre.
—No, nada —dijo y volvió su vista al frente. Soltó un leve gruñido.
— ¿Qué sucede? —le pregunté.
—Esperaba que mi madre no fuera la fotógrafa —me dijo.
— ¿Por qué?
—Porque a veces... pide demasiado...
—Ahora Joe, pon tu brazo izquierdo alrededor de la cintura de Natalee y acércala a ti cuando yo te diga —me dijo.
Hice lo pedido y cuando dijo ya, la acerqué a mí haciendo que chocara levemente contra mi pecho.
—Perfecto —habló Gina —Ahora mírense a los ojos. Natalee pon tus manos sobre sus hombros y acércate más a su rostro.
La rubia giró la cabeza para mirarla.
—Gina... —la llamó por su nombre, como forma de advertencia.
—Haz lo que te digo —dijo ella. La rubia obedeció y se acercó más a mí —Natalee, quiero que dirijas tu mirada a la cámara. Tú Joe, solo mírala a ella.
Otro flash iluminó todo.
— ¿Cuántas fotos más vas a sacar? —preguntó Natalee.
—Varias, varias —contestó Gina —Ahora quiero ver deseo, mucho deseo.
—Tus peticiones son órdenes para mí, Gin —le hablé.
— ¡No! —chilló ella.
— ¡Natalee!, actúa como si desearas a Joe o te reduzco el sueldo —la amenazó.
—Vamos tempanito de hielo, haz caso. Las mamás siempre tienen la razón, ¡Deséame!
—Como los odio —musito ella.
—Ahora Joe, levanta a Natalee sobre ti y coloca una de tus manos justo cerca del parche en donde está la marca y la otra en su espalda.
—Mamá, ¿desde cuándo las fotografías se volvieron tan... pornográficas?
—Ay Natalee, eres tan... quisquillosa. Haz lo que te digo, así terminamos todo esto rápido.
Ella murmuró algo que no logré entender.
—Vamos cariño, arriba —le dije y la alcé sobre mí.
Sus piernas se cerraron alrededor de mi cintura, y sentí que iba a volverme loco ante el adictivo aroma de su perfume.
—Natalee, peina su cabello hacia atrás con tu mano. Y mírense las bocas.
Parecía que ella ya no iba a protestar. Su mano se enterró en mis cabellos peinándome hacia atrás, y sus ojos se clavaron en mis labios, al igual que los míos en los de ella.
Luego de media hora, en donde seguimos posando cerca, muy cerca. En donde ella posó sola, y de verdad parecía una modelo profesional, haciendo caras y gestos. Hasta yo tuve mis poses solo, y debo decir que soy más bueno de lo que pensaba.
— ¡Excelente, hemos terminado! —dijo Gina contenta. Todos aplaudieron —Muchachos, las fotos son increíbles, hermosas.
—Voy a cambiarme —sentenció Natalee sin prestar atención a su madre. Gina se giró a verme.
—Ahora está irritada, pero ya se le va a pasar —me aseguró.
Asentí y me fui a cambiar.
Cuando volví ella ya estaba, guardando unas cosas dentro de su cartera. Me acerqué a ella.
—Comentas algo sobre esto, y te juro que iré a buscarte y te arrancaré uña por uña, ¿escuchaste?
— ¡Gente, estás fotos van a la portada! —gritó Gina desde su despacho.
— ¡¿Qué?! —preguntó Natalee dándose vuelta para mirar a la oficina de su madre.
Sonreí levemente y me acerqué hasta su oído. Ella estaba de espaldas.
—Por mí, nadie se enterara —le dije. Se giró a verme rápidamente.
—Por favor, por lo que más quieras, renuncia —me dijo. Reí por lo bajo.
— ¿Y perderme la oportunidad de poder apreciarte los fines de semana? —le dije.
— ¿No te parece que ya son suficientes los días que tengo que soportarte en la Universidad?
Sonreí con los labios apretados y respiré profundamente.
—No, ¿algo más?
Me miró con ojos venenosos. Y si las miradas mataran, hace rato que a mí ya me estarían velando.
—Eres una peste, pero ya voy a encontrar la forma de deshacerme de ti.
—Que linda eres —dije con tono dulce —Yo también te adoro, cariño
Hizo un sonido de indignación y tomó su abrigo.
— ¡Gina! —la llamó. Está se asomó por la puerta — ¡Me voy a cuidar a Robert! ¡Adiós!
Gina salió rápidamente de la oficina y se acercó a nosotros. Miré a Natalee.
¡Oh, si no estuviera condicionado por un juez, seria por algo más que una simple gripe que lo tendría que cuidar!
—Bueno, te llevo —le dije. Ella se giró a verme aterrada.
— ¡No, no, no, no! ¡Claro que no! No necesito nada de ti —me dijo nerviosa.
—Claro que sí, sabes que no me gusta que andes sola por ahí. Y ya que tu auto aún no está listo lo mejor va a ser que Joe te lleve a donde necesites —le dijo su madre, que luego me miró a mí —Voy a pagarte a parte para que seas su chofer.
—No Gin, esa va gratis —dije y le guiñé un ojo.
—Oh, eres tan tierno —me dijo ella con una sonrisa.
—Puras tonterías —susurró la rubia, pero logré escucharla.
—Tonterías las que usted hace jovencita, y nadie le puede decir nada. Ahora si es tan amable de dirigirse a mi moto que yo la llevare —le dije y le hice un gesto para que caminara.
— ¡Que no! —dijo ella —Robert no te soporta.
—Ni yo a él, así que el sentimiento es mutuo. Te dejaré ahí, y te esperaré afuera.
Soltó un suspiró de cansancio.
— ¿Dónde dejaste la moto? —me preguntó rendida. Sonreí.
— ¡Eso es Joe! —me felicitó Gina —Ahora en adelante te llamare cuando no quiera comer carne.
— ¡Ja, ni loca! —advirtió Natalee —A mí no me haces comer carne, nunca más.
—Ya veremos —le dije.
Ella me miró fijo, y creo que entendió el otro sentido de lo que le acababa de decir.
—Bueno, vayan —dijo Gina y besó la frente de su hija.
Se fue de nuevo a su oficina. Me giré a ver a la rubia y le hice un gesto para que caminara. Suspiró y comenzó a caminar. Nos subimos al ascensor y bajamos hasta el estacionamiento, en donde me había ido a dejar mi moto, luego de hablar con Gina.
— ¿Podrías decirme que se te dio por venir hoy aquí? —me preguntó.
Sonreí y me subí a la moto, le hice una seña para que subiera delante de mí. Rodó los ojos y se subió. Se acomodó bien y se sentó derecha.
—Ya te dije, necesitaba algo que hacer los fines de semana —le dije cerca de su oído.
— ¿Y porque tenía que ser esto? ¿Por qué me odias?
Reí por lo bajo, haciendo que ella girara su cabeza para mirarme. Aún no había encendido la moto. Recorrí su rostro con la mirada, buscándole alguna imperfección. Algún error en su creación y confección. No había nada, ella era simplemente... perfecta.
—Yo no te odio, cariño —dije sin dejar de mirarla.
—Pues no parece —dijo y volvió su vista al frente.
Sonreí y arranqué la moto. Me dio la dirección de Pattinson, y el muy desgraciado vive a unas pocas cuadras de mi apartamento. Llegamos y frené frente a una gran casa. Reí por lo bajo. El imbécil aún vive con sus padres, no puedo creerlo.
— ¿Vive con sus padres? —le pregunté a Natalee, mientras ella se bajaba de la moto.
—Si —dijo ella y no pudo evitar sonreír, pero al instante dejó de hacerlo —Es solo hasta que se encuentre algo que le guste para vivir.
—Sí, seguro.
—Puedes irte, no hace falta que me esperes, no se a qué hora terminaré.
—No cariño, ve tranquila, pero aquí me quedaré. Se lo prometí a tu madre...
Me miró con cara de fastidio.
— ¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?
—No cariño, no tengo nada mejor que hacer.
Giró sobre sí misma y caminó a grande zancadas hasta la puerta de la gran casa que estaba frente a mí. Reí divertido y vi como desaparecía detrás de la puerta. Solté un suspiró y miré a mi alrededor. Había un Starbucks a menos de una cuadra. Dejé la moto y fui en busca de un delicioso frapuchino. Me quedé sentado en una de las mesas, perdiendo un poco de mí tiempo.
¿Cuánto tiempo creen que estará allí dentro la rubia? ¿No mucho, verdad?
Luego de estar una hora allí sentado, me puse de pie y volví hacia mi moto. Me apoyé sobre ella, sin dejar de mirar hacia la puerta. Miré mi reloj, ella aun no salía. Tomé un cigarrillo y lo prendí para poder fumar tranquilo.
Sentí como algo vibraba en mi bolsillo, me sobresalté un poco y me di cuenta de que era mi celular. Lo tomé y miré la pantalla. No sabía quién era, pues no tenía agendado su número.
— ¿Hola? —dije al atender.
—Hola Joe —me habló. Fruncí el ceño al no reconocerla.
—Hola...
—Amanda tonto, soy Amanda.
¡Diablos! ¿Para qué mierda conteste?
—Aaah, Amanda —dije.
— ¿Acaso no me tienes agendada en tu celular? —preguntó.
—Mmm, si lo que pasa es que no me había fijado quien era al atender —le mentí.
—Bueno, no importa. ¿Dónde estás?
—Por ahí.
—Joe, ¿Qué tengo que hacer para que vengas a hacer de una buena vez el maldito trabajo de contaduría?
— ¿Qué trabajo? —le pregunté.
— ¡El trabajo que nos mandaron a hacer en grupo!
—Aaaaaah, si el trabajo —dije al recordarlo.
—Tenemos que hacerlo hoy mismo. Es para el lunes.
— ¿Quién más está en el grupo? —le pregunté.
—Nadie. Solo nosotros dos...
— ¿Quién hizo los grupos?
— ¡La profesora tonto! —dijo con voz chillona y soltando una estúpida risita. ¡Aaag, como me exaspera!
—Está bien, voy para tu casa.
—Perfecto, aquí te espero.
Colgué y miré a la casa de Pattinson. No, yo no iba a irme sin Natalee de aquí.
Tiré la colilla de mi tabaco hacia un costado y caminé hasta la casa. Toqué el timbre y luego de unos segundos un señor de estatura bajita y traje de me abrió.
— ¿Qué se lo ofrece señor? —me preguntó. Trate de no reír, estoy completamente seguro que esto es un mayordomo. ¡Pattinson eres increíble!
—Sí, soy amigo del señor Pattinson, ¿podría pasar a verlo?
—Claro que si joven —dijo y me dio el paso —Suba las escaleras, la tercer puerta a su izquierda, allí está el joven Robert.
—Muchas gracias...
—Albert, señor.
—Muchas gracias, Albert.
Subí las escaleras y me dirigí a la habitación que el amable mayordomo me había indicado. Me acerqué con cuidado, la puerta estaba un poco entreabierta.
— ¡Estoy cansada Robert! ¡Cansada de tus estúpidos celos! —dijo nerviosa ella.
— ¡¿Pero porque tiene que trabajar allí?! —le preguntó nervioso.
— ¡Mi madre lo contrato! ¿Entiendes?
— ¡Pues dile que lo despida!
— ¡No voy a pedirle que lo despida! —dijo ella.
— ¿A no? ¡¿Por qué?!
— ¡Porque simplemente ella no va a hacerlo!
Abrí la puerta y ambos se giraron a verme. Los ojos de Pattinson se abrieron como platos. Le sonreí irónicamente.
—Oye Rob, siento que te hayas convertido en la incubadora de un virus —le dije mientras me acercaba a Natalee, tomaba su abrigo y le tomaba la mano —Pero no te puedo prestar a mi Natalee más tiempo.