Fractura

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"Tic Tac"

El reloj latía insistente en mi cabeza justo al compás de un metrónomo. Las manecillas del reloj, si las miraba detenidamente, estas se percataban de ello y comenzaban a acelerarse hasta desbocarse de sus orbitas; flotaban sobre mi cabeza y los números repentinamente luminiscentes parpadeaban insistentemente tratando de llamar mi atención. Giré mi cabeza a un lado y solté un exasperado bufido. Era demasiado temprano y mi cabeza ya daba rienda suelta a su extravagante imaginación. Así solía llamarla yo, imaginación, mi psicóloga por otra parte, les llamaba alucinaciones. Discrepancia de opiniones.

Me levanté tambaleante de la cama y bajo mi propio riesgo, observe el reloj nuevamente. Las tres en punto, llegaba tarde a la cita.

El chaleco me pesaba, y la ropa se enrollaba de forma asfixiante en mi cuerpo, pero hacía demasiado frío como para no llevar abrigo. Caminaba por las calles escarlata vestidas de nieve y el cielo se teñía de gris con cada gota de lluvia. El cielo lloraba nuevamente.

A mi alrededor las personas caminaban con premura, tratando insistentemente de llegar puntuales a su destino. "Están tratando de alcanzar sus escurridizas vidas. Supongo que esta no es una compañera muy paciente". Suspiré. Realmente la vida no espera por nadie...

El hilo que seguían mis pensamientos se vio interrumpido cuando una menuda y pequeña niña aterrizo a mis pies. Después de un incómodo momento salí de mi trance y me dispuse a poner en pie a la pequeña. Al alzar su cabeza del suelo, espere ver unas grandes esferas mirándome con rabia, tristeza, dolor o agradecimiento. Vaya sorpresa que me llevé cuando la niña levantó su rostro y me dejó ver un lienzo vacío carente de expresión. Algo retumbó en mi pecho y mi corazón comenzó una estrepitosa carrera. Su rostro estaba vacío, justo como el de todos aquellos a mí alrededor. "No de nuevo"

Apresuré el pasó mientras todos a mi alrededor caminaban normalmente, como si el no tener rostros no les afectase realmente; y sin ser eso suficiente, la misma dinámica del reloj de mi cuarto contagió a los demás objetos del espacio en donde me encontraba. Los basureros a mi izquierda, las sillas y mesas de aquel restaurant a mi derecha, la basura arrojada en la calle, los autos, que se tambalearon un poco antes de elevarse hacia el cielo. "No de nuevo"

Giré a la izquierda, tratando de recordar cuál era la dirección exacta de mi destino. Ingrese al edificio y para cuando me hallaba frente a la puerta que debía cruzar, mis pulmones arañaban en busca de oxígeno y la sangre circulaba por mis sienes en un torrente. Si la situación hubiese sido otra, me hubiese asombrado el hermoso y extraño panorama. Solía hacerlo, ahora ya no. Tocó la puerta del despacho.

- Adelante

Los colores del despacho se discurrían lentamente por el suelo y se formaban en charcos bajo mis pies mientras caminaba por el pasillo hacia la sala principal.

Tomé asiento en el mullido sillón de siempre y miré a la doctora sin articular palabra

- Llegas tarde- miré los lápices dispuestos en su escritorio alzarse y comenzar a danzar sobre su cabeza.

- Lo sé. Me dormí tarde ayer y... - No pudo continuar con su pequeño discurso debido al escalofrío que recorrió su espalda y estremeció su cuerpo entero. Un sudor frío lo cubrió.

- Y...- La doctora suspiró audiblemente exteriorizando su frustración.

- Vamos, coopera conmigo. Decías haber dormido tarde ayer ¿Por qué?- La respuesta que luchaba por salir de su boca se vio enredada entre su lengua, haciendo presión para evitar que algún sonido saliera Una mano imaginaria estrangulaba su garganta.

Justo al lado de Lena se encontraba aquella figuraba vestida enteramente de negro, de una oscuridad fascinante, atrayente, y carcelera en igual medida. Lo único no monocromo en su ser eran aquellos pequeños y grises ojos que siempre lo escudriñaban tratando de ver en su interior. Aunque hace no mucho había dejado de verla, pues esta había desistido de ocultarse y seguirle como su sombra, allí se encontraba nuevamente.

Los ojos le brillaban expectantes y si no tuviese total convicción de ello, pensaría haber visto nostalgia en ellos.

Su desbocado corazón pasó de latir presuroso cual caballo de carreas a quedarse estático y pesado como el ancla de un barco. Se recostó en el sillón abrumado, atrapado y con un nudo apretándole el estómago, con la bilis escalando su garganta.

- Dime- habló la mujer buscando atraer su atención - ¿Has tenido alucinaciones de nuevo?

Miró de forma alternada a los objetos flotantes en el despacho y a través de la ventana. El semáforo titilaba formando una tétrica melodía. Observó a la mujer sentada enfrente de sí, y a su lado observó a esa familiar figuraba sonriéndole con sorna. Era increíble como alguien, "algo" podía sonreír sin siquiera tener boca. Aquellos brillantes ojos le retaban a responder la pregunta. "Vamos, miente ahora".


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⏰ Última actualización: Nov 14, 2015 ⏰

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