6.Primeras notas

64 6 2
                                    

Heaven Café, la cafetería más rara y peculiarmente famosa de todo San Francisco, destacaba por su decoración excéntrica y por sus postres bajos en azúcar que jamás creerías que lo fueran.

El piso era un enmoquetado blanco marfil, con alguna que otra mancha en provocada por alguna bebida caída o por el simple paso de los años. Las paredes eran todas diferentes, iban de colores como azul cielo hasta el rojo cereza, y no se podrían encontrar dos mesas iguales en aquel lugar, podías sentarte en un gabinete al estilo de los 50's al lado de uno de los grandes ventanales con vista a la calle, o en pequeñas mesitas circulares con sillas vintage compradas en algún mercado de segunda mano.

El ambiente siempre olía a café y a panecillos recién horneados, además del aromatizante encantador y atrapante con aroma a uva que por alguna razón todos amaban. Todos esos aromas lograban atrapar a cada cliente que entraba.

Naya entró a paso decidido en la excéntrica cafetería. Llevaba como mínimo una hora esperando y sus amigos nada que aparecían, ¿Y esos eran los salvadores del mundo? Permitan que la chica se muera de la risa. Se acomodó el bolso al hombro e ignoró al par de miradas que la acosaron mientras caminaba en busca de un lugar en el cual sentarse. Desfilando entre mesas y sillas con sus largas piernas al descubierto debido a los shorts de mezclilla que llevaba, el cabello lacio cayendo sobre sus hombros cubiertos por su piel oscura que contrastaba la camiseta blanca que tenía escrita la leyenda Normal is Boring. Aún no entendía como era capaz de caminar sobre las enormes botas de tacón alto pero no se quejaba por ello. Notaba cuánto le molestaba el dulce aroma que impregnaba el lugar, con el tiempo se volvía sofocante, pesado. Así que hizo un esfuerzo por dejar pasar el hecho de que era nueva en la ciudad y la habían abandonado.

Se dejó caer en una silla dándole la espalda al piano, no tenía ganas de enfrentar sus conflictos existenciales. Durante las últimas semanas ella había intentado estar a la altura, pero entre más conocía a sus compañeros y menos veía al enemigo, las fantasías de guerras campales y muertes trágicas desaparecieron de su cabeza como volutas de humo impulsadas por el viento. Sin importar las veces que le habían repetido lo importante que era su misión ella no veía la grandeza ni la vitalidad de aquello que le profesaban. Si salvar al mundo consistía en jugar videojuegos y tontear en la playa, estaban haciendo un trabajo estupendo. La camarera, una mujer extremadamente delgada y que vestía como una lolita se acercó para tomar su orden. Naya pidió algo de comer, si los demás llegaban que ordenaran por sí mismos. La radio fue apagada y las notas del piano comenzaron a llenar el ambiente.

Normalmente el lugar estaba plagado por personas jóvenes que seguían viviendo en el pasado, hipsters, les llamaban; pero ¿cuál era el chiste de vivir en el pasado si no se apreciaba la buena música? Todos parecían ignorar el piano de cola que se encontraba en una esquina del lugar, prácticamente ubicado un poquito en el centro, como esperando a que alguien tocara alguna melodía en aquellas viejas y un poco sucias teclas blancas y negras.

La tentación fue demasiada para un chico sentado en una de las mesas vintage; tomó su taza llena de humeante café negro y fue a sentarse en el pequeño taburete frente al piano. De reojo vio que captó algunas miradas curiosas, y también cómo una mesera apagaba la música que sonaba por las bocinas, era una especie de ley implícita que cuando alguien era lo suficientemente valiente como para tocar el piano frente a todos, lo menos que se podía hacer era escuchar. El chico puso su taza sobre el piano, y sin esperar un segundo más, comenzó a tocar. La música fluyó con cada tecla que presionaba, él siempre fue aficionado de la música, en realidad, aficionado era una palabra demasiado pequeña e insignificante como para definirlo, él amaba la música, era una parte esencial de su vida.

Tocó sin partitura, sin tener ninguna canción en mente, simplemente se dejó llevar por sus pensamientos. La melodía comenzó siendo bastante tranquila y serena, pero rápidamente se volvió más pasional y con más vida, regresando a ser otra vez tranquila, con un deje de sensualidad, justo como él era.

AnimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora