Desperté con el sol dándome de lleno en la cara, tenía el cuerpo caliente y la colcha estaba tirada lejos de la cama. Arrugué los ojos deseando cerrar las cortinas pero ahí no había cortinas, solo una gran ventana que también la hacía de pantalla para que yo pudiera ver lo que fuera en la comodidad de mi habitación o la cama que el capitolio me estaba prestando y que al año siguiente sería de un tributo que tal vez ni siquiera sabía que yo me había acostado ahí y ¡Qué asco! Seguramente un tributo muerto también se había acostado en esa cama.
Brinqué de la cama con la sabana enredada en mis piernas, yendo directo al suelo. Parpadee varias veces dándome cuenta de lo idiota que había sido al despertarme de esa forma cuando debía estar dormido con el sol en mi cara esperando a que sonara la alarma.
-¡STILES! –O entrara Lydia para meterme a la ducha. –¿Aun no te duchas? Ve a la ducha mientras yo te busco ropa, que bueno que no eres chica o ya estarías intentando caminar en tacones como Heather.
-¿Tacones? –Lydia apunto la puerta la ducha. Sin poner más pegas me levanté y me metí en el enorme cuarto. Un día tendría tiempo de picar a todos los botones, un día pero no ese.
Media hora luego de haberme metido salí secando mi cuerpo con una toalla color blanco completamente desnudo. Si solamente Lydia iba a estar ahí no entendía porque rayos tenía que seguir tapándome, solo que al salir estaban todos ahí afuera.
-Mierda –Me puse los calzoncillos que estaba en la cama no tan cohibido como esperaban. No tenía nada que enseñar y lo poco que tenía ya había sido visto por todo Panem, sin excepciones, en el desfile de tributos. -¿Quieren dejar de verme como si fuera un bicho raro?
-Claro.
-Lo siento.
-Así que exhibicionista, ardilla.
Apreté los labios mientras me colocaba la ropa para no decirle nada a nadie. De nuevo estaba molesto y además tenía unas ganas de llorar horribles, solo necesitaba decir cualquier cosa para que las lágrimas brotaran cual metales hacia un imán.
-Tenemos ocho horas así que salimos en veinte –Avisó Erica guiándonos a la salida de mi habitación. Ni siquiera iba a preguntar que habían estado haciendo ellos ahí, no me lo iban a decir y tampoco estaba interesado. –Veinte –Repitió Erica apuntando a Parrish con una especie de varita brillante.
-Hoy tienes la entrevista, debes ser sincero, en todo, divertido... hacer que el capitolio te adore –Empezó mi padre llevándose trozos de tocino a la boca entre oración y oración –No esperes que digan tu nombre completo, solo Stiles, se gentil, sonríe como si estuvieras encantado...
Me perdí el resto de su discurso decidido a concentrarme en devorar las deliciosas papas rizadas, nombradas por Lydia, sin prestar atención a nada más. En algún momento mi padre se calló, seguramente al darse cuenta de que no le estaba prestando atención.
Bajamos de nuevo a una especie de sala con dos sofás amarillos, luces penetrantes y tres sillas para que mi público estuviera viéndome.
Al final mi padre me corrió luego de revolver mi cabello con su mano. Era un gesto que no hacía desde años pero sentirlo me reconfortó lejos de sorprenderme.
Lydia no mintió cuando dijo que me iba a vestir de rojo, ni tampoco en que se había gastado una noche entera diseñando mi apariencia. Ella y Erica se habían desvivido durante horas después de que terminé mis clases de comportamiento en las que no había aprendido nada porque: niño inquieto un día, niño inquiero de por vida, como decía Marie Lahey.
Lydia me metió al baño durante una hora entera haciendo que lavara mi cabello tres veces, que tallara mi cuerpo dos y me gastara cinco minutos de mi vida con el enjuague bucal, o la bebida azul como prefería llamarle, bailando en mi boca.
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Trigesimos Séptimos Juegos del Hambre
Fanfic-Cinco, cuatro, tres, dos, uno. -Sonó la alarma -Que empiecen los trigésimo séptimos Juegos del Hambre. Ya era oficial, estaba compitiendo por mi vida a partir de ese segundo.