Dos noches más tarde de aquel día, cuando Victoria confesó en voz alta sus sentimientos, Marc se despierta. Y lo primero de lo que se da cuenta al despertarse, antes incluso de abrir los ojos, es de que algo no va bien. Tiene el pulso más acelerado de lo que lo suele tener siempre, y eso solo puede deberse a una cosa: al miedo.
¿Miedo de qué exactamente? Solo espera que no le haya pasado nada malo a ella.
Mira el reloj: la una de la mañana.
Se levanta temblando, y se dirige al baño para echarse agua en la cara. Le vendrá bien despejarse antes de intentar dormir de nuevo, cosa que no sabe si conseguirá.
Una vez que sale del baño, es cuando se da cuenta de una cosa, que le inquieta más todavía: Marc está solo en casa.
¿Solo? No puede ser. ¿Dónde está Victoria?
Corre hacia su cuarto, y se encuentra la cama de la chica vacía. La colcha está abierta, pero fría, por lo que deduce que lleva bastante tiempo fuera. Pero, ¿dónde, y qué está haciendo?
Recorre el pasillo a oscuras, y se dirige hacia su habitación, arrastrando los pies y preguntándose dónde puede estar. Coge su móvil, marca el número de su hermanastra y le da a la tecla de llamar. No lo coge, debe de tenerlo apagado.
La angustia se apodera del chico, que llama a Allan, quien ya había hecho las paces con los dos chicos, disculpándose por el daño que le hizo a Marc en la nariz y por haber herido también a Victoria. Los dos aceptaron sus disculpas, y Allan prometió estar ahí para lo que necesitasen. Marc decide comprobar si es cierto.
Justo cuando parece que no va a coger el teléfono, suena la voz del chico, al que se le nota mucho que estaba profundamente dormido.
-¿Marc...? ¿Qué ocurre?
-Escúchame. -Él ya se ha despejado del todo. -No sé dónde está Victoria, ¿la has visto recientemente?
-Qué va. La última vez que la vi fue por la tarde, cuando os pedí perdón. -Bosteza. -No creo que haya ido muy lejos, es tarde...
Marc, con impotencia, le dice en voz más alta a su amigo:
-¡Allan, mira la hora! ¡La una de la mañana! ¿Quién sale a la una de la mañana?
-Tranquilízate, Marc. Te acompañaré a buscarla.
Él se relaja un poco al oír esas palabras. Le da las gracias, y cuelga, suspirando. Pero hay alguien más que tiene que saber que Victoria ha desaparecido.
-Buenas noches, Sofia...
-¿Marc? ¿Por qué me llamas a la una de la mañana?
El chico sabe que puede confiar en ella. Así que va al grano.
-Victoria no aparece por ninguna parte. ¿Puedes venir y ayudarnos a Allan y a mí a buscarla?
La chica se queda sin palabras por un momento, pero le dice a Marc:
-Sí... claro, Marc, iré. Puedes contar conmigo, no te preocupes.
-Muchísimas gracias. De verdad. -Le dice en voz muy baja.
Quince minutos más tarde, el chico baja las escaleras del edificio, ya que cortan el funcionamiento del ascensor a partir de media noche. Baja a gran velocidad, intentando aclarar las pocas ideas que tiene. Lleva una sudadera encima de la camiseta del pijama, con la cremallera y la capucha subidas, para protegerse del frío, o del temblor, en general.
Abre la puerta principal del edificio, y allí descubre a Allan y a Sofia. El chico lleva un chándal viejo, y las zapatillas de casa. La chica simplemente se ha puesto la bata encima del pijama y ha salido.
Pero lo que de verdad comparten los tres es el sentimiento de preocupación por Victoria.
Sofia abraza a Marc cuando sale del edificio, y Allan le da un par de palmadas en la espalda, intentando transmitirle algo de seguridad.
Pero no lo consigue, es imposible tranquilizarlo.
Los tres recorren el barrio sin separarse. Todas las calles están prácticamente vacías, sin contar a los adultos que gritan en los bares, en pleno botellón. Se alejan de esos sitios, y llaman a Victoria en voz no muy alta, sin arriesgarse a que los descubran en la calle a esas horas.
Pero ni rastro de la chica.
Cuando están sentados en un banco, es el propio Marc el que les dice a sus amigos, una hora más tarde, que deberían irse ya, y descansar para seguir buscándola por la mañana.
Pero, justo cuando van a dar por fallida la misión, suena el móvil de Marc. Es un número privado. Pero, a estas horas... decide levantarse y contestar.
Y se arrepiente.
-¿Sí? -Intenta, sin mucho éxito, que no le tiemble la voz.
-Hola, hijo. -Percibe la media sonrisa del hombre que ha dicho eso.
Y no, no puede ser. Sus dos amigos se dan cuenta de que el chico se ha puesto increíblemente pálido en un momento, y parece a punto de desmayarse. Se miran, con preocupación, preguntándose quién puede ser.
-No puede ser... tú no, por favor. -Dice Marc con un tono de voz apenas audible.
-No me esperabas, ¿eh, Marc? -El hombre ríe, intuyendo que el chico está pasándolo mal en ese momento. -Bueno, resulta que tengo que hablar contigo.
Cuando el chico habla, lo dice como si tuviese cinco años:
-¡No, no quiero hablar contigo! ¡No quiero saber nada de ti!
-Por desgracia para ti, esto te interesa. Estás buscando a tu hermanastra, ¿me equivoco?
Marc se deja caer en el suelo, sin hablar, muerto de miedo. Allan le coge el móvil, y contesta, claramente enfadado.
-¿Quién eres y qué has hecho? ¿Por qué Marc está así?
-Oh, tranquilo, no veo necesario enfadarse. -Por su tono de voz, no ha dejado de sonreír en toda la conversación. -Dile a tu amigo Marc que vuestra querida Victoria está conmigo. En... una visita cordial, digamos.
Allan también palidece, pero se recupera para gritarle:
-¿Dónde está Victoria? ¿Qué le estás haciendo? ¡Responde!
-No te alteres, o será peor, créeme. Y no os voy a decir nada más. Pregúntale a Marc. Él sabrá qué ha pasado con Victoria. Nos veremos pronto, chicos.
Y cuelga.
Allan deja el móvil de Marc en el banco, se arrodilla al lado de su amigo, y le dice:
-Marc. ¡Marc, escucha! -Lo zarandea, con impotencia. -¿Quién es ese hombre, y por qué tiene a Victoria?
El chico le dice a sus amigos, con la voz ronca:
-Tengo que contaros algo, pero necesito que no me interrumpais. -Ellos asienten. -Ese hombre... era mi padre biológico. Dirige un selecto grupo de mafiosos. Lo mantuvo en secreto bastantes años, pero mi madre y yo nos enteramos hace un año y medio, más o menos. Por esa razón, mi madre se separó de él. Pero mi padre, creyéndose que lo habíamos abandonado, prometió que le haría algo a un ser querido nuestro. Ya veo que lo ha encontrado. Ha matado a mucha gente por esa misma razón, y ahora... tiene a Victoria.
Cuando termina de hablar, comienza a sollozar desconsoladamente. Pero, ni Allan ni Sofia son capaces de decir nada.