Capítulo 8: La mujer de bruma

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Lara se despertó temprano. Como siempre que le ocurría esto, se puso un chándal y salió a correr.

Surrey era un conjunto de varias colinas que en verano eran verdes y en otoño se volvían doradas. A Lara le gustaba correr cuando apenas había amanecido y el aire seguía siendo frío. Una densa niebla lo rodeaba todo y no veía de dónde venía ni a dónde iba, lo que le daba gran sensación de libertad y evasión.

Se detuvo en medio de un prado, jadeante y sudorosa. La niebla empezaba a disiparse y los primeros rayos de sol empezaban a filtrarse entre las nubes.

De pronto, le pareció distinguir algo en la niebla. Parecía una figura alta y esbelta.

- ¡Eh! – gritó - ¿Quién anda ahí?

Aquellas tierras eran de su propiedad y ningún trabajador debía estar allí a aquellas horas. Echó a andar, pero la niebla no le permitía distinguir aún quién era.

La figura se movió hacia delante, luego se alejó, pero ni siquiera oyó el sonido de los pies rozando la hierba. Una extraña bruma blanca ondeaba a su alrededor, ¿era un vestido?

Lara echó a correr. Era muy rápida y en pocos segundos debería haber estado junto a ella. Pero ocurría algo extraño: la figura no se movía, sin embargo, no lograba alcanzarla. Siempre lejos de ella, siempre fuera de su alcance, por más que corriera, ¡pero no se movía!

Y de repente, la tuvo delante.

Lara gritó de sorpresa, y en medio de la niebla, un bello rostro surcado de intrincadas líneas oscuras y enmarcado por una cabellera albina, le devolvió la vacía mirada de unas cuencas negras. Unas blancas manos le acariciaron la garganta, frías como el hielo, y un perfume intensísimo la anegó por completo.

Lara se retorció y trató de agarrar a aquella aparición, pero sus dedos sólo asieron aire frío. Y sin embargo, allí estaba, ante ella, y el rostro albino le resultó de repente horriblemente familiar.

Pero entonces notó unas fuertes tenazas en las sienes, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, sin saber por qué había perdido todas sus fuerzas.

Al caer al suelo, vio la dama albina inclinarse sobre ella, y perdió el sentido.

Abrió los ojos. Sorprendida, notó un sabor metálico en la boca y, al incorporarse, la sangre que le llenaba la boca se le deslizó de las comisuras de los labios y le corrió en finos regueros por el cuello. Se había mordido la lengua al caer.

Respirando a gorgoteos, dolorida, miró a su alrededor. La niebla se había despejado sobre el prado y brillaba el sol a plenitud. Lentamente se incorporó, después de comprobar que no se había dañado la lengua gravemente. La hierba brillaba verde y aún sentía la fragancia de un perfume muy familiar...

Al levantarse, un objeto cayó de su regazo. Se inclinó, lo recogió, y se quedó mirándolo unos instantes, preguntándose que hacía allí.

Era una flor de espliego.

**************

- ¿Winston? ¿Dónde está todo el mundo?

Lara miró a su alrededor, sorprendida. No se oía ni una mosca en toda la casa, y eso era extraño, pues aunque no quisiera se había acostumbrado a oír corretear de un cuarto a otro a la niña hindú, que estaba recuperando poco a poco su infancia; o a Selma canturreando algunos poemas en su lengua nativa.

El mayordomo fingió un aire inocente:

- La señorita Deli aún duerme. Ayer acabó muy cansada por el desarrollo de los acontecimientos y...

Tomb Raider: El Cetro de LilithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora